“Nos están matando”, se oyó decir una y otra vez en la plaza Bolívar, el corazón de la democracia en Colombia. Miguel Gutiérrez, María Vázquez, Juan Mena, Fabián Rosales y Javier Ancízar, entre muchos otros nombres, conforman una lista sin fin que decoró el suelo del lugar. Pero ¿por qué estaban sus nombres ahí? Porque les arrebataron la vida por defender los derechos de sus comunidades.
Al ver cómo, en la vida cotidiana y las noticias, la cantidad de líderes sociales asesinados seguía creciendo sin freno, la artista plástica colombiana Doris Salcedo decidió llamar la atención de la sociedad con un acto performativo realizado este lunes–titulado Quebrantos– que unió diferentes voces a través del arte con el fin de humanizar esas muertes y crear conciencia para detener la matanza.
“Estos líderes fueron asesinados una vez, y si los olvidamos vamos a asesinarlos dos veces porque estamos eliminando sus memorias. Al nombrarlos, reafirmamos que están vivos”, dijo Salcedo en la plaza de Bolívar, ante periodistas nacionales y extranjeros.
Este acto logra que la gente
se dé cuenta de que los líderes no estamos solos, que nos vean
y el Estado no nos olvide. No somos invisibles
Para ello hizo protagonistas de su obra a más de 100 líderes sociales de diferentes regiones, para que, sin importar si son artistas o no, lleven la batuta en este poema fúnebre que, aseguró, “no es de Doris Salcedo, sino una obra colectiva a la que los líderes sociales dan forma. Se hace con ellos, por ellos y para ellos. Yo sola no podría hacer nada”, dijo.
El ‘ritual’ consistió en dibujar en el piso los nombres de 165 líderes sociales asesinados en Colombia, escogidos aleatoriamente de una larga lista de más de 470. Luego se tomaron láminas de vidrio que fueron ubicadas en moldes rectos y curvos para ser cortadas con un cincel. Ese fue uno de los momentos más simbólicos: dos personas (entre ellas un líder social) se pararon cuidadosamente sobre cada vidrio cortado, se abrazaron y lo quebraron con fuerza. Una vez se fracturó, con paciencia llenaron los croquis de los nombres.
“Así se genera la fractura de ese dolor, una imagen que es tan frágil que desaparece.
Cuando caminas por la plaza, el vidrio deja de verse según el ángulo. Es toda una metáfora de la invisibilidad y fragilidad de la memoria, porque son personas invisibles para un país que no ve lo que está sucediendo”, explica María Belén Sáez, curadora de Quebrantos.
“Este acto logra que la gente vea que los líderes no estamos solos y que el Estado no nos olvide. Seguimos dando nuestras vidas”, dice Marisol Betancur, líder social de Popayán.
La escena parecía un cementerio por la cantidad de nombres de muertos que cruzaron de extremo a extremo la plaza, pero es un llamado a la vida, a la reconstrucción de memoria y a la paz. La idea es que se traiga la memoria a la vida cotidiana, que se reconozca al otro a pesar de la lejanía y que, al mirar los nombres escritos, se sienta el dolor que ellos sintieron.
Salcedo recorrió con delicadeza el lugar. Caminó unos pasos y fue interpelada por algunos de los voluntarios para asegurarse de que el acto se estaba realizando adecuadamente. “¿Cómo van?”, preguntaba cada tantos metros. Luego se movió entre los distintos grupos que cortaban y quebraban el vidrio, y recorrió la totalidad de la plaza.
Aunque la obra dependió de los voluntarios, artistas y líderes sociales que se sumaron, Salcedo se aseguró de que la memoria de los líderes sociales no será asesinada nuevamente.
“Que Salcedo trajera este acto es muy significativo, porque es ver cómo se rompe la vida de quienes renuncian a su propia vida por ser un puente en la sociedad. Una vez se rompe la vida de nuestros líderes se genera desconfianza, como representa el vidrio roto. Desde ahí se genera la desconfianza de si me puedo cortar o no, y no se puede reconstruir. Las comunidades quedan huérfanas cuando pierden a sus líderes”, dijo Pastora García, líder de víctimas en San Carlos, Antioquia.
MARÍA CAMILA BOTERO Y LAURA GUZMÁN DÍAZ
CULTURA EL TIEMPO@CulturaET