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Santander

Batalla de maestra con labio leporino y paladar hendido que enseña idiomas

Olga Lucía Gómez, actualmente es profesora de inglés de la Institución Educativa San Martín de Tours

Olga Lucía Gómez, actualmente es profesora de inglés de la Institución Educativa San Martín de Tours

Foto:Olga Lucía Gómez

Desde hace treinta años ejerce en un colegio en San Martín, Cesar, donde se destaca por su labor. 

Sara quevedo
Las personas que han sufrido las consecuencias del labio leporino y paladar hendido son estigmatizadas por la forma en la que hablan. Se cree que no logran pronunciar correctamente las palabras y son víctimas de críticas y burlas por su condición.
Sin embargo, estos precedentes no fueron impedimento para que Olga Lucía Gómez decidiera estudiar idiomas y se dedicara a la enseñanza, una profesión con la que logró destacarse y alcanzar importantes reconocimientos.
El día en que nació su hija, el 5 de noviembre de 1965, fue una fecha de emociones encontradas para Edelmira Plata. La felicidad de sumar un nuevo miembro a la familia se vio eclipsada por la condición médica de la recién nacida, pues era evidente que no lucía como los demás bebés.
Según le explicaron los médicos horas después, la niña había nacido con labio leporino y paladar hendido completo, una abertura que afectaba su boca, el labio, y se extendía hasta su nariz.
Fue una noticia dura para su familia, pues si bien este defecto congénito es tratable, desencadena una serie de complicaciones que hace cincuenta años afectaban aún más la calidad de vida de quienes lo padecían.
Por ejemplo, como no existían los paladares artificiales, tenían problemas para alimentarse ya que la comida se iba por el conducto nasal. También sufrían de constantes infecciones de oído por la acumulación de líquido detrás del tímpano, y, en su crecimiento, la condición les afectaba el desarrollo del habla y hasta la formación de sus dientes.
Para que las consecuencias no fueran más graves, Olga, antes de los tres meses, afrontó la primera de más de una decena de cirugías a las que debió ser sometida a lo largo de su vida.
Su infancia transcurrió en medio de visitas de urgencia al hospital, exámenes médicos y entradas al quirófano. Un viacrucis que era aseverado por las precarias condiciones del sistema de salud de Socorro, Santander, municipio donde nació y creció, y por el que debía desplazarse a San Gil o Bucaramanga en busca de especialistas.

Me di cuenta que cuando uno habla con propiedad y se hace entender, el estudiante respeta y se siente contento porque logra aprender.

Para dedicarse a su recuperación, aplazó su ingreso al colegio, tiempo que aprovechó para perfeccionar la pronunciación, que consideraba su principal desventaja frente a los demás niños de su edad.
El temor de Edelmira, su madre, era que sus compañeros de clase la molestaran por esta diferencia. Por eso, con dedicación y exigencia la presionaba para que hiciera su mejor esfuerzo y corrigiera la fonación.
Este fue el primer acercamiento que tuvo con la pedagogía y enseñanza. Si bien su mamá no era profesional, le dio las bases para educar a otros y le despertó el amor por el lenguaje, una dificultad que Olga convirtió en oportunidad y que exploró, incluso, en otros idiomas.
“El esfuerzo y la sabiduría de mi mamá se vio reflejado. Los especialistas que hacían seguimiento a mi caso me llevaban a juntas médicas porque no entendían cómo, a pesar de mi problema, podía hablar tan bien. Pensaban que había sido alguna técnica de la cirugía de reconstrucción del paladar, pero la persistencia de mi familia y mi compromiso tuvieron mucho que ver”, comenta Gómez.
Emocionalmente también fue un proceso difícil. Olga creció y notaba algunas diferencias físicas que empezaron a incomodarla. Además, mucho más consciente de su padecimiento, intentaba hallar culpables y a cuestionarse ¿por qué a mí?
“Mi nariz tenía una giba y la cicatriz del labio era bastante prominente. Tampoco tenía dientes, pues tuvieron que extraerlos a causa del paladar hendido. Por estas características, me sometí a un nuevo procedimiento, esta vez estético, intentando corregirlas”, señala la docente.
En medio de este proceso, la seguridad que le transmitía su mamá, el cariño de sus hermanos y el respeto que le tenían en el colegio, fueron la clave para que su aspecto pasara a un segundo plano y se enfocara en terminar el bachillerato.

Los especialistas que hacían seguimiento a mi caso me llevaban a juntas médicas porque no entendían cómo, a pesar de mi problema, podía hablar tan bien.

Una vez graduada, su deseo por seguir estudiando la llevó a aceptar un trabajo de medio tiempo para pagar la universidad. Impulsada por su pasión pedagógica, decidió escoger una licenciatura. Y para continuar su proceso de aprendizaje del lenguaje y complementarlo con otros idiomas, se especializó en filología y lenguas.
El reto era enorme. Olga había logrado superar las dificultades en el habla, consecuencia del problema congénito, pero ahora debía aplicarlo en el inglés y el francés, idiomas en los que se enfocó a lo largo de su carrera.
Lejos de su tierra, en San Martín, Cesar, arrancó su labor como docente en la Institución Educativa San Martín de Tours, lugar donde rápidamente se ganó el respeto y el cariño de los estudiantes y demás docentes.
Sin embargo, tres años después de llegar a este municipio, los problemas médicos reaparecieron poniendo en jaque el camino recorrido hasta el momento.
“Me di cuenta que en la almohada quedaba una gotica de sangre que salía de mi oído. Los dolores empezaron a empeorar y temía que los padecimientos de mi infancia regresaran. Lastimosamente, una serie de exámenes médicos confirmaron mis presentimientos”, recuerda Gómez.
Una masa en su oído medio que se desplazaba hacia el cerebro era la causa de estos síntomas. Para extraerla y descartar que se tratara de un tumor maligno, debió ser operada nuevamente y atravesar una lenta recuperación.
Fueron meses difíciles en la vida de Olga, pues la atormentaba la hipótesis que a las consecuencias de su condición se sumara una enfermedad grave que amenazara su vida.
Afortunadamente, la intervención fue exitosa y los resultados positivos. La maestra de inglés pudo retomar su trabajo, en el que, en los años siguientes, se destacó a nivel municipal y departamental. Su estrategia pedagógica, así como la relación con los estudiantes fueron los ejes clave en este proceso.
“Me di cuenta que cuando uno habla con propiedad y se hace entender, el estudiante respeta y se siente contento porque logra aprender. Esto llevó a que las consecuencias del labio leporino y paladar hendido, aunque eran notadas, no fueran las que me definieran como maestra”, puntualiza Olga.
A lo largo de estas tres décadas, la docente obtuvo el primer puesto en el Foro municipal sobre estrategias lúdicas en la enseñanza del inglés, y la misma posición en el Festival de inglés de Río de oro.
También continuó preparándose y estudió dos especializaciones. Una sobre Pedagogía de la Lengua, en la Universidad El Bosque, y otra sobre Administración de la Informática Educativa.
Asimismo, gracias a un concurso que ganó, fue enviada durante una temporada por la Gobernación del Cesar a Estados Unidos para perfeccionar el idioma y aprender nuevas estrategias pedagógicas.
Hoy, cada lección académica y personal la aplica con sus estudiantes. Olga Lucía Gómez se considera una mujer afortunada, feliz y en paz con su camino. Pues, asegura, cada batalla fue una enseñanza de vida que ahora transmite en la formación de nuevas generaciones.
SARA QUEVEDO
Redacción EL TIEMPO
Sara quevedo
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