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Zonas para las Farc en Mesetas viven zozobra y un mar de necesidades
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Los pobladores de las veredas Buenavista y La Guajira viven en medio de la zozobra sobre lo que pasará con zona veredal

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HERNANDO HERRERA/ LLANO SIE7EDÍAS

Zonas para las Farc en Mesetas viven zozobra y un mar de necesidades

En veredas La Guajira y Buenavista están los nuevos vecinos de por lo menos 1.000 guerrilleros

El ruido de los helicópteros del Ejército, al sobrevolar las verdosas estribaciones de la cordillera Oriental en Mesetas, era señal de que lo peor estaba por llegar. Luego escuchaban las ráfagas de fusil, testimonio alarmante de que en la zona había combates con las Farc y que tocaba llevar los niños al aula de la escuela de la vereda La Guajira, designada para protegerlos de los disparos.

La zozobra se apoderaba de los cerca de 200 habitantes del centro poblado, que no tenían otra salida que encerrarse en sus casas, refugiarse debajo de las camas y taparse con los colchones.

Son los ecos de un pasado de violencia y miedo. La profesora Marleny Orjuela, que lleva cuatro de los 13 años de su carrera de docente en esa región del sur del Meta, dice que este año, por el proceso de paz, la tranquilidad es la reina y que sus 31 estudiantes van y vuelven a la escuela sin la amenaza de la guerra.

El poblado de La Guajira, una de las dos veredas de Mesetas donde las Farc van a dar el paso de grupo en armas a movimiento político, está ubicado a una hora de camino en campero desde el casco urbano de Mesetas, por una trocha empinada, rellena de piedras de río y un paisaje envidiable.

A 15 minutos de La Guajira, por otra trocha, está Buenavista, la otra vereda donde serán concentrados los subversivos bajo el control y monitoreo de la comisión tripartita conformada por la ONU, el Gobierno y las Farc.

Por lo menos 1.000 guerrilleros de los frentes 26, 40, 51, 53, el ‘Urías Rondón’, ‘Martín Martínez’ y ‘Miller Perdomo’ deben llegar a estas veredas antes del 30 de diciembre.

Los esperan no más de 400 campesinos que derivan su vida de la ganadería, de la venta de leche y de las plantaciones de café y de plátano, que ven la designación de sus veredas como territorio de paz, en la oportunidad para salir del abandono al que el Estado los sometió por décadas y que la guerrilla aprovechó para imponer su dominio.

Lo más dramático, dicen al unísono los campesinos, es que no cuentan con vías dignas de acceso. En cualquier reunión que realizan las autoridades del municipio o del departamento el grito de batalla de los habitantes tiene que ver con el arreglo de las rutas de acceso para sacar sus productos.

Gustavo Mesa, presidente de la Junta de Acción Comunal de La Guajira, un pequeño productor de café, de 56 años, parece resumir en una frase lo que viven allí. “Tenemos unas vías deterioradas y de verdad que nosotros sufrimos mucho para sacar cualquier cosita”.

Paradójicamente en el poblado de La Guajira cuentan con un puesto de salud desde hace 10 años, pero hace dos años no funciona por falta de personal médico o de enfermeras, tampoco tienen equipos ni medicamentos. Con lo único que cuenta es con unas instalaciones, una camilla empolvada, una vitrina para medicamentos sin una sola aspirina y unas pesas dañadas.

“Hasta hace dos años realizaban brigadas de salud, al menos una al año, pero desde entonces no le vemos la cara a un médico o una enfermera. Hemos propuesto que nos envíen un médico por semana, pero ni eso”, denuncia el líder. Cuando una persona se enferma en Buenavista o La Guajira y es trasladada al hospital de Mesetas es porque su estado ya es crítico, a punto de morirse.

El tema de salud es muy difícil en nuestros adultos mayores y en nuestros niños, se enferman de fiebre, escalofríos, dolor del cuerpo y diarrea, por lo que la gente acude a los remedios caseros, con yerbas”, dice Gustavo Mesa, el líder de La Guajira.

En materia de educación el panorama no es menos crítico. Tanto la escuela de Buenavista como la de La Guajira tienen goteras, los pupitres son viejos y no cuentan con material didáctico ni bibliotecas. Elena Trujillo Aranguren lleva 10 años como docente en Buenavista y en ese tiempo no ha visto inversión ni en infraestructura ni mobiliario. “Aquí uno trabaja con las uñas y por el amor a la educación y a los niños”, precisó.

De hecho, para mejorar el rendimiento de sus alumnos las profesoras les orientan las tareas en las tardes y los fines de semana los refuerzan en las materias en las que no van muy bien.

Si bien en la escuela de La Guajira cuentan con un campo de fútbol para jugar, en Buenavista no hay polideportivo. En las clases de educación física, cuando los niños juegan baloncesto, unas sillas de plástico simulan las canastas de las canchas. Es decir, los niños encestan en unas sillas.

Tanto Buenavista como La Guajira tienen vocación agrícola y ganadera, pero los pequeños productores no cuentan con proyectos de fomento que les permita mejorar rendimiento y calidad.

Los ingresos de los campesinos está fundamentado en la producción de leche, en la parte baja, y de café, en la zona alta. “No hay incentivos para abonos, ni semillas, toda la inversión corre por cuenta de nosotros, no hay apoyo del Estado”, afirma Gustavo Mesa, presidente de la JAC de La Guajira.

No obstante, algunos campesinos están asociados en cooperativas productoras de leche, que a diario envían vehículos para la recolección. La Guajira produce unos 500 litros de leche diarios. Pero junto con La Floresta, Buenavista, La Esperanza se habla se 8.000 litros de leche. “Con apoyo financiero estamos seguros que podemos mejorar”, dice Mesa.

Temen consecuencias de otra zona de distensión

El anuncio de que las veredas de Buenavista y La Guajira serían campo de concentración para el desarme de las Farc y su transición a movimiento político trasladó a los pobladores a los tiempos de la zona de distensión, entre 1999 y el 20012. Mesetas, junto con Uribe, La Macarena y Vista Hermosa, sirvieron de zona de despeje para los diálogos con las Farc en el Gobierno de Pastrana, con serias consecuencias para los habitantes.

En ese tiempo no solo fueron sometidos a las leyes abusos de las Farc sino que cuando el despeje concluyó los habitantes de la región quedaron estigmatizados y fueron perseguidos por las Fuerzas Militares y también por grupos paramilitares, señalados de ser auxiliadores de la guerrilla.

Precisamente, por ese pasado, en las veredas para las Farc hay temor y zozobra sobre qué va a pasar con ellos después del día 180, cuando la guerrilla salga de la zona veredal.

“Uno no sabe qué problemas pueda traer eso (la zona veredal) de aquí a mañana. A nadie en la vereda le consultaron si estábamos o no de acuerdo con la zona de concentración, no vaya y sea que nos pase lo mismo que en la zona de despeje, mucha gente se tuvo que ir y dejar las tierras y los animales”, asegura Rubén Darío Rodríguez, un campesino de La Guajira.

Agrega que hay incertidumbre sobre si es bueno o malo para la comunidad. “Hay expectativa de que nos van a traer inversión, que nos van a ayudar con las vías y con los proyectos”, expresa.
Gustavo Mesa, dice que en reuniones con la Oficina del Alto Comisionado para la Paz, les han informado que el

Estado no los va a dejar solos en materia de seguridad y que durante 10 años van a llegar programas de inversión en arreglo de vías, acueducto, electrificación y proyectos.

REDACCIÓN LLANO SIE7DIAS

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