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Así es la vida en el pueblo donde el tejo se juega hasta para aprender a sumar

Turmequé, Boyacá.

Turmequé, Boyacá.

Foto:Paula Muñoz

En Turmequé, Boyacá, es común que las personas tengan su propio tejo en sus casas. Crónica.

Paula Muñoz
Aquí es común que las personas tengan su propio tejo en casa. Y no cualquiera. Uno personalizado en peso y tamaño que se adapte a la preferencia del dueño. En las veredas, muchos campesinos tienen hasta una cancha propia al lado de los cultivos. Y los más apasionados por el juego en el pueblo procuran llevar el tejo a donde vayan, igual que las llaves de la casa, el celular o la billetera. No sea que una invitación a jugar los coja desprevenidos.
Así es la vida en Turmequé, Boyacá, la cuna del tejo. El mismo nombre -turmequé- es la forma más tradicional y acertada para referirse a este juego tradicional en el centro del país. En estas tierras habitó el Cacique Turmequé, uno de los ancestros muiscas que inició esta tradición. Desde este municipio también se gestó la iniciativa de consolidar al tejo como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Nación. Un proceso que duró años, pero que gracias a la ley 1947 del 2019 hoy en día es un hecho.
Turmequé está a 45 kilómetros de distancia de Tunja. Limita con Ventaquemada, Umbita, Nuevo Colón y Villapinzón.
A la 1.30 de la tarde de un sábado de mayo, en la plaza principal, el clima es cálido. No hay estatuas a grandes próceres de la patria o conquistadores españoles, sino que se erigen con imponencia tres grandes figuras que enaltecen a las comunidades indígenas y el tejo. Envueltas en un bronce que se realza con los rayos del sol se encuentra las esculturas de el cacique Turmequé, lanzando el tejo; La india María Lucero, la primera mujer campeona de esta práctica, y el mestizo Diego de Torres y Moyachoque, defensor de los derechos de los indios. Las tres figuras se sostienen sobre un gran disco que hace alusión al Tejo.
La iconografía, el arte y la artesanía también sirven de homenaje a lo autóctono. A una cuadra de distancia de las esculturas, hay una cafetería bar con un cuadro grande de una mujer campesina, un disco de tejo y una mazorca, pues el municipio es reconocido gastronómicamente por sus arepas, garullas y pandebonos.
En una esquina arriba de la iglesia está un mural del tejo y una mirla blanca. Y en la alcaldía también está plasmada una pintura de caciques jugando al turmequé. “Es que el Tejo se lleva en la sangre como Turmequences (...) De alguna u otra forma las personas han estado en contacto en alguna oportunidad con el Tejo”, comenta Jaime Benavides, encargado de la Oficina de Cultura, Deporte y Turismo del Municipio.
Turmequé es un municipio rural en su mayoría. Las 14 veredas del área rural conservan nombres muiscas como Guanzaque, Jaraquira o Chirata. Y la población es de 6.156 habitantes.
En la plaza, se erigen con imponencia tres grandes figuras que enaltecen a las comunidades indígenas y el tejo.

En la plaza, se erigen con imponencia tres grandes figuras que enaltecen a las comunidades indígenas y el tejo.

Foto:Paula Muñoz

A mitad de la tarde, por la plazoleta principal transitan personas en moto con ruanas sombreros y botas. Lo hacen muy seguido. Los que van a pie, también llevan ruana. El sol se va haciendo más tenue y la tarde se armoniza con el sonido de las campanas de la iglesia, que avisan cada hora el inicio de una nueva eucaristía. Cada tres cuadras hay cafeterías bar que por lo general están llenas. Aquí es común beber cerveza y jugar al turmequé cuando el día está terminando.
Precisamente, bajando unas seis cuadras de la plazoleta principal está el campo de tejo El Cacique. Cuatro compañeros de trabajo están jugando. Van a ser las siete de la tarde y se siente frío, por lo menos afuera, porque adentro se vive ‘el calor del juego’, los jugadores están ruborizados y con sudor en sus rostros y camisas. Llevan una hora lanzando. “Aquí uno hace ejercicio” comenta un hombre llamado Excelino, entre risas, mientras recupera la respiración después de estar corriendo de un lado a otro buscando hacer moñona. Lleva más de 50 años jugando, pues “desde pequeño le enseñaron”. Vino con sus compañeros a “pasarla bueno y desestresarse del trabajo” —según añade.
El lugar huele a pólvora recién estallada, cerveza destapada y sudor. El piso está cubierto con arena. Detrás de la zona de juego hay un muro de canastas de cerveza. Entre risas, chistes, música popular y el estruendo de las mechas, los hombres van haciendo sus lanzamientos. Hay jolgorio cada vez que se estalla la mecha y se produce fuego en la cancha. Se felicitan.
El Tejo entre amigos o tejo recreativo suele estar acompañado de unas ‘polas’, pero eso no significa que Tejo y cerveza sean una dupla inseparable como comúnmente se piensa. De hecho, para Jaime Benavides y Gladys Gómez, este es un estigma muy bien fundado que se debe derribar. Pues disfrutar el tejo sin cerveza es posible. Así lo hace Gladys Gómez, una de las mejores deportistas de tejo del municipio y de Colombia que no consume ningún tipo de bebidas embriagantes.

La reina del tejo

Cuando se trata de Tejo, no existe poder humano que impida que Gladys Gómez lo practique. Ni siquiera el hecho de no tener quien cuide a sus hijos ha sido un factor que limite a esta ‘reina del tejo’, pues se las ha ingeniado para llevárselos a la cancha, cargarlos con una mano y lanzar el tejo con la otra.
Ocurrió en el año 2008. Su hijo Gerson, de un año de edad, no se dejaba sostener por cualquier persona, entonces Gladys empezó a jugar así, cargándolo con el brazo izquierdo mientras hacía sus lanzamientos. Curiosamente el niño no se asustaba con el sonido de la mecha explotando. Al contrario, se emocionaba y decía ¡Ta! con cada estruendo. El hecho llamó la atención de los espectadores y periodistas, que se refirieron a ella como: la reina del Tejo, pues su talento era inigualable.
Gladys Gómez, una de las mejores deportistas de tejo del municipio.

Gladys Gómez, una de las mejores deportistas de tejo del municipio.

Foto:Paula Muñoz

La profe Gladys —como comúnmente la llaman en el barrio— vive abajo del Coliseo del Tejo, en una casa rosada de tejos dorados. Los mismos que ella ha puesto como decoración. Es profesora de primaria en la Institución Diego de Torres. También es entrenadora, deportista de rendimiento y árbitro de Tejo.
A punta de talento y perseverancia se abrió un espacio en un juego que socialmente estaba reservado para hombres. Tuvo que enfrentar el rechazo por el solo por el hecho de ser mujer y ser buena en lo que hacía. En una de sus primeras competencias, jugando con hombres, le gritaban cosas como “las mujeres deberían estar en casa”, “Esto es de hombres”. Llegando inclusive a ser retirada de una competencia, pese a que en su primer lanzamiento ya había hecho una embocinada. Pues “no se aceptaban mujeres”, según comenta.
Pero poco a poco se ha ganado el respeto y la admiración de los que en su momento dudaron de sus capacidades. Ya lleva 35 años disfrutando del turmequé, “su felicidad”, y ha cosechado éxitos como haber sido la campeona nacional de puntaje general en el 2010, la  campeona nacional de mechas en el 2014 y recientemente la campeona de los prejuegos nacionales, triunfo que recibió de local, aquí, en Turmequé.
Ha llevado la pasión por el turmequé a las aulas de clase, pues ha creado su propio sistema de enseñanza con el Tejo para enseñarle a sus alumnos no solo a disfrutar del juego, sino a aprender matemáticas, español y geografía de una manera divertida, lúdica y poco convencional.
En las veredas, muchos campesinos tienen hasta una cancha propia al lado de los cultivos.

En las veredas, muchos campesinos tienen hasta una cancha propia al lado de los cultivos.

Foto:Paula Muñoz

Llevar el tejo a las aulas de clase: un sistema de enseñanza

En Turmequé los niños aprenden a jugar tejo en las escuelas. Profes como Mercedes Vela en Volcán Blanco y Gladys Gómez en la institución Diego de Torres en la vereda de Pozo negro tienen canchas de tejo dentro de los colegios para que los niños practiquen.
Desde los cinco años, los niños de la escuela Diego de Torres aprenden a jugar al tejo. Aquí se juega casi a diario. Al principio con un tejo pequeño y de madera para que no se lastimen, poco a poco se ajusta el tamaño hasta llegar a los tejos de acero. —Comenta Gladys mientras saca de su bolso unos cuantos ‘tejitos’ de diferentes tamaños que utilizan sus alumnos—. En este momento tiene doce niños a su cargo, de los cuales diez juegan tejo. Pero ha estado en la formación deportiva de docenas de deportistas, reconocidos. Como Edward Otalora que inició con ella desde los 3 años y logró ser campeón departamental.
Además de enseñar a jugarlo, Gladys ha creado su propio sistema para enseñar matemáticas, español y geografía con el Tejo.
Una vez que los niños aprenden que la mecha vale 3 puntos, la embocinada 6 y la moñona 9, están listos para aprender a sumar y multiplicar. “Yo les digo, si usted hizo 3 moñonas ¿cuántos puntos hizo? Y ahí los niños responden 27, por eso, entonces 9x3 da 27” cuenta la profe Gladys y añade que así los niños aprenden más rápido. En español, los niños hacen cuentos y coplas al tejo, mientras que, en geografía, se enseñan los puntos cardinales y se asocia la salida del sol con la curvatura que hace el disco. “Les desarrolla la creatividad y a ellos les gusta” comenta la maestra.

Un museo del tejo en casa

El tejo no solamente se ha sacado de las canchas para convertirlo en un sistema de enseñanza. En el pueblo también se hace arte y artesanía a través de él, prueba de ello es Nelson Guerra, quien ha creado un museo de tejo en su propia casa.
Nelson es un apasionado de la historia y el tejo. Tanto así, que ha dedicado los últimos 17 años de su vida a investigar el turmequé a través de los registros históricos de las bibliotecas. Ha escrito su propio libro titulado “Origen y evolución del juego al Turmequé”, y sueña con poder publicarlo, también sueña con su propia ‘leyenda del dorado’, pues aspira a conocer los tejos que los caciques usaban para las ceremonias religiosas y políticas del Turmequé.
Nelson Guerra creó un museo de tejo en su propia casa.

Nelson Guerra creó un museo de tejo en su propia casa.

Foto:Paula Muñoz

Su casa es un propio homenaje al Tejo. Ubicada en el extremo opuesto de la casa de Gladys Gómez, Nelson tiene su negocio, su casa y su propio museo de Tejo. A un costado de su negocio, tiene una gran vitrina de vidrio donde guarda cada una de las artesanías que ha realizado en su tiempo libre. Son piezas en madera inspiradas en el tejo, que sirven como servilleteros, porta lápices, llaveros, y elementos decorativos para la casa.
Nelson abre la puerta contigua y lo primero que reluce es la colección de cuadros en honor al tejo en sus paredes. Alrededor de 14 cuadros con figuras en 3D, decoran el estrecho pasillo de su casa. El mismo los ha creado. Algunos representan la historia del juego, otros, la identidad de la comunidad y los últimos funcionan como crítica social.
Él fue una de las personas que incentivó y acompañó el proceso para que el Turmequé se convierta en patrimonio cultural e inmaterial de la nación. Anhela que este sea un deporte que no solo identifique a la comunidad de Turmequé sino en general a todos los colombianos, para que se apropien de este, y que actualmente se ha exportado a países como Venezuela, Brasil, México y España.

Una reivindicación histórica

En el municipio de Turmequé se vive una “reivindicación de la indianidad”, como lo nombra Jaime Benavides. No solo por medio del Tejo, sino en mantener la representación de indígenas y campesinos en el arte; en conservar el nombre muisca de las veredas y por supuesto en las fiestas y bazares. Como el festival del Llanto muisca, el festival del Tejo y la cultura campesina y los tradicionales juegos campesinos en el que la comunidad se reúne para participar de los torneos de ciclismo, rana y tejo. Los deportes más representativos del municipio.
La idea, dice, es hacer un esfuerzo por conectar con las raíces de nuestros ancestros y preservar este legado en diferentes dimensiones. Un homenaje a la resistencia y luchas históricas que se resumen en la popular expresión “De alto Turmequé” que más allá de denotar estatus, se usa -según Jaime Benavides- para referirse a “las personas que luchan por sus convicciones y la defensa de sus derechos”. Aquí la gente de Turmequé es ‘de alto turmequé’.
PAULA MUÑOZ
*Esta historia hizo parte de un ejercicio de la clase Producción periodística 2 del programa de Periodismo y Opinión Pública de la Universidad del Rosario, con base en conceptos narrativos de la serie periodística 'Pueblos insólitos', de EL TIEMPO.
Paula Muñoz
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