La tumba de Blas de Lezo y Olavarrieta, el almirante español que defendió a Cartagena y al Caribe de piratas, corsarios e ingleses durante la primera mitad del siglo XVIII, estaría bajo el complejo religioso de la comunidad jesuita en el Centro Histórico, y no en la iglesia la Tercera Orden del barrio Getsemaní.
Así lo sostiene Antonio Ríos, vicepresidente de la Asociación Cultural Blas de Lezo, la organización que inaugura este miércoles una gran exposición internacional con motivo del 275 aniversario de la defensa heroica de Cartagena de Indias, ocurrida en 1741, y la posterior victoria de españoles, indios, criollos y negros sobre las tropas inglesas al mando de Edward Vernon.
En la exposición –preámbulo de la cumbre iberoamericana de jefes de Estado y gobierno, que se celebrará en la ciudad a finales del mes– se podrán ver ‘joyas’ como piezas de guerra, mapas y documentos de época sobre la vida y las batallas libertarias del gran defensor vasco; además, se realizarán conversatorios con expertos internacionales.
“En su infancia y adolescencia Blas de Lezo fue educado por jesuitas, y siempre se declaró un jesuita practicante. Siempre mantuvo una estrecha relación con la orden religiosa, como por ejemplo con José Patiño, novicio de la orden de Milán. Una vez llegó a Cartagena se puso en contacto con esta comunidad que llevaba una larga trayectoria de trabajo social, y es muy posible que tras su muerte, ellos se hubieran hecho cargo de las exequias religiosas, así como del enterramiento en alguna tumba austera propia de la Compañía de Jesús, además para no entrar en rencillas con el virrey Eslava, rival de De Lezo por el poder local”, dice Ríos.
Basado en declaraciones del exministro Sabas Pretelt, el diario español ABC publicó en octubre del 2013 el artículo ‘A un paso de la tumba de Blas de Lezo’, en el cual sostiene que los restos del marino estarían en inmediaciones de la capilla de la Tercera Orden del barrio Getsemaní, lugar donde enterraban a los militares en aquella época.
“Pero al día de hoy nunca se encontró la tumba, porque el sitio no es el correcto, además porque en aquel lugar enterraban a los militares no a los hombres de La Armada”, explica Ríos, autoridad de la exposición, que estará abierta al público hasta finales de noviembre próximo, en el Centro de Cooperación Española de la Plaza Santo Domingo.
“Infortunadamente a mediados del siglo XIX nuestro convento en el Centro Histórico y las tumbas que allí descansaban fueron saqueados por militares que buscaban supuestos tesoros de la hermandad religiosa”, dice el padre jesuita Jorge Camacho, líder de la comunidad en la ciudad.
El mayor defensor de Cartagena había nacido el 3 de febrero de 1689 en Pasajes de San Pedro de Guipúzcoa, una población costera del País Vasco, situada en el extremo este del mar Cantábrico.
“Todo hecho histórico para ser comprobado tiene que estar documentado y con pruebas fehacientes. Una cosa son hipótesis y otra son documentos”, pide el director de la Academia de Historia de Cartagena, Jorge Dávila Pestana, a quien la noticia sorprende.
Entre los expertos invitados que reabrirán el debate sobre el verdadero paradero de la mítica tumba están el médico militar español Antonio Pérez Piqueras, experto en la salud y cirugías del almirante español, al que bien le decían ‘medio hombre’, pues desde muy joven en la batalla perdió su ojo y pierna izquierdos, y el brazo derecho lo tenía inmóvil luego de un impacto de bala.
“En su momento, fue la propia España la que ignoró la memoria de Blas de Lezo, lo que propició que se ocultará el verdadero lugar del sepulcro. Ahora, con esta nueva teoría habría que indagar más sobre la relación de él y la comunidad jesuita”, añade Moisés Álvarez, director del Museo de Historia de Cartagena, quien agrega: “Esto es urgente para la memoria de los hispanos: pues fue un hombre que con tan solo siete años de vida en Cartagena protagonizó el más alto momento histórico”.
“El 24 de agosto de 1704 en la batalla de Vélez-Málaga, el guardiamarina De Lezo, con tan solo 15 años, se desempeñaba como enlace entre el mando y las diferentes sesiones de guerra del navío Foudroyand, de la aliada flota francesa, pero en medio del combate el joven es impactado por una bala de cañón o una porción de madera que le destroza su pierna izquierda”, narra en un aparte de su tesis doctoral, el médico Antonio Pérez Piqueras.
A los 17 años, De Lezo ya era un convencido defensor de su patria, y en la batalla para defender la fortaleza de Santa Catalina de Tolón contra los ingleses pierde su ojo izquierdo al ser impactado por una esquirla de bala de cañón.
“Para el siglo XVIII, los jesuitas no permitían que personas ajenas a la comunidad fueran sepultadas en sus templos; eso cambió hasta el siglo XX cuando se permitió sepultar los restos en osarios; además, no hay documentos de la Compañía de Jesús que evidencien que Blas de Lezo pudiera estar enterrado en algún punto de la iglesia jesuita de Cartagena”, explica el historiador jesuita Julio Aristizábal.
El 11 de septiembre de 1714, De Lezo y Olavarrieta participa en el asedio a Barcelona, pero recibe un balazo de mosquete en su brazo derecho, el cual le queda inmovilizado para siempre, de tal manera que a los 25 años ya es un curtido marino que ha perdido un ojo, su brazo derecho y su pierna izquierda.
La defensa de CartagenaEn su primer periplo por América, hacia finales de 1720, De Lezo navega los mares del sur, con pocos recursos y solamente con dos barcos, y expulsa a piratas del Pacífico, desde el cabo de Hornos hasta Panamá, pero a medida que sube por el continente americano va reclutando embarcaciones.
Durante siete años, Blas de Lezo custodia los mares del sur sin cobrar un centavo, luego regresa a España por lo que se le debía, y antes de llegar a Cartagena de Indias ya es un marino con un historial gigante.
“Los comerciantes radicados en Cartagena se quejan ante el monarca del contrabando que mueven los ingleses por el Caribe, sin Dios ni ley, y el cual venden más barato puesto que no pagan impuestos”, dice el español Pablo Ramírez Zubicaray, secretario general de la Asociación Cultural Blas de Lezo.
Regresa a América en 1737 como comandante general de Cartagena de Indias al mando de los buques Fuerte y Conquistador, y con la orden de defender ‘la llave de Indias’, como era denominado el puerto.
Felipe V lo había enviado a América antes de que se declarara la guerra con la potencia inglesa, pero justo cuando el almirante navega la región, Inglaterra le declara la guerra a España luego del polémico episodio de la oreja de Jenkins.
El rey manda al Caribe a sus dos mejores hombres: a batallar en el mar a Blas de Lezo, y a Sebastián Eslava y Lazaga, el virrey y secretario de estado del despacho universal de guerra español, para que defienda en tierra. La defensa de Cartagena de 1741, la mayor derrota naval de Inglaterra, fue en realidad una batalla desigual contra los hispanos: los ingleses contaban con 186 barcos y los españoles con 6; con 27.600 hombres los ingleses querían invadir y los españoles se defendieron con 3.600. El fragor de la batalla dejó 50 barcos hundidos de la fuerza naval anglosajona y 6 españoles; allí murieron 7.500 ingleses y 1.200 españoles, y hubo 9.000 heridos del ejército invasor y 800 de las tropas españolas que defendieron al puerto.
Las ‘joyas’ de Blas de Lezo que se verán en CartagenaLa jornada de homenajes a don Blas de Lezo comienza hoy a las 9 de la mañana con ofrenda floral en el monumento al defensor español, situado en frente del Castillo de San Felipe, donde tuvo lugar su hazaña.
En el Centro de Cooperación Española de la Plaza Santo Domingo, a partir de las 5 de la tarde, se abre la exposición de objetos relacionados con el héroe vasco, la cual tiene como principal patrocinador al Grupo Aval. Uno de las piezas más curiosas es el original de la moneda acuñada por los ingleses para exaltar su supuesta victoria en Cartagena, de casi un centímetro, en la que se ve a Blas de Lezo vencido (hecho que nunca sucedió), besando la mano del rey de Inglaterra.
Por un grave error del acuñador, la pierna que De Lezo posa en el piso es precisamente la que le fue amputada. El público también podrá apreciar una réplica del sable de mil batallas del ‘medio hombre’, un mapa original de Cartagena de 1600, más de una docena de pinturas originales y uniformes de guerra de la época.
JOHN MONTAÑO
Corresponsal de EL TIEMPO
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