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La incursión militar brasileña que hace 30 años dejó seis desaparecidos

Taraira era un pequeño caserío a orillas del río que separa a Colombia y Brasil, en Vaupés. Desde 1988 se había iniciado la fiebre del oro.

Taraira era un pequeño caserío a orillas del río que separa a Colombia y Brasil, en Vaupés. Desde 1988 se había iniciado la fiebre del oro.

Foto:Cortesía: Julio Quintero

En febrero de 1991, un ataque de las Farc en Brasil dejó secuelas en Taraira (Vaupés). Testimonio.

La primera vez que le propusieron a Julio Quintero atravesar el río Taraira para pisar suelo brasileño en busca de oro fue a finales del año 1990. No le pareció conveniente.
En aquel entonces, Taraira era un pequeño caserío a orillas del río que separa a Colombia y Brasil, en Vaupés.
Desde 1988, cuando Julio llegó con apenas 20 años, este lugar, principalmente habitado por población indígena, se convertía en el destino de cientos de personas a las que había llegado el rumor de la minería artesanal, el 'boom' del oro. Había trabajo para todos.
“Todo funcionaba con normalidad –recuerda Julio–. La gente vivía de sacar oro y alcanzaba para todos; un kilo de arroz eran dos décimas de oro y así, la gente empezó a poblar la zona y a vivir del oro”.
Como la minería de aluvión se podía desarrollar con calma en este retirado punto del Vaupés, este joven minero no consideraba aún pasar al otro lado, hasta que, según recuerda Julio, el abastecimiento de comida y el combustible para trabajar en su proceso artesanal de minería empezaron a escasear a principios del año 1991.
Julio responsabiliza por eso a la extinta guerrilla de las Farc, que por aquellos días empezaba a ocupar espacios en esa región del Vaupés, y como consecuencia, el Gobierno Nacional decidió cortar los suministros para ese punto.
“La presencia de dos o tres guerrilleros hacía que el Estado restringiera la entrada de combustible y suministros para la minería –denuncia Julio–. De un momento a otro solo empezó a llegar trago, nada de comida tampoco y tocó pasar al otro lado porque no había cómo sacar el metal”.
Con una familia que alimentar y sin más opciones, Julio Quintero decidió vincularse a los grupos de mineros que ya desde hacía varios meses cruzaban hacia la selva amazónica del Brasil. 

La travesía por el oro

Grupos de hasta 60 personas cruzaban el río Taraira durante el día y esperaban la noche internados en la selva brasileña. Allí hacían una gran cadena, arrodillados y tomados de la mano, para no perderse.
“Eran unos 5 kilómetros de paso por el río, y luego, dos horas por el monte caminando –explica Julio–. Llegábamos a la zona y ahí nos quedábamos hasta que fuera la medianoche”.
Cuando la noche cubría el cielo, empezaban a caminar despacio hasta el punto donde se podía trabajar con batea y extraer oro.
Las cosas marcharon bien durante un tiempo prolongado. Cada noche los grupos crecían y crecían para desplazarse hasta el garimpo (como se le llama en portugués al punto o a quien se dedica a la extracción de oro).
Taraira es hoy un municipio de 2.300 habitantes, la mayoría indígenas. En el casco urbano hay unas 700 personas.

Taraira es hoy un municipio de 2.300 habitantes, la mayoría indígenas. En el casco urbano hay unas 700 personas.

Foto:Cortesía: Julio Quintero

Pero el ejército de Brasil hizo presencia en la zona y empezaron los inconvenientes.
Según recuerda Julio, las cosas no fueron tan difíciles para los mineros, pues los soldados del país vecino solían retener por un par de días a quienes encontraban sacando oro o solo los regresaban a Taraira.
“Nos teníamos que esconder mejor –recuerda Julio–. Ahora también los indígenas del Brasil, ticuna creo, se refugiaban arriba en los árboles y les avisaban a las autoridades que estábamos ahí. Pero no nos hacían nada, solo nos retenían o nos regresaban”.
Pero las cosas cambiaron a partir del 26 de febrero de 1991. 

Operación Taraira

Según registros de medios de comunicación, a finales de febrero de 1991, las Farc atacaron un destacamento militar de Brasil.
Como respuesta, el ejército de ese país comenzó una ofensiva para controlar la situación de orden público en la frontera.
Julio lo recuerda como un momento horrible, una pesadilla que aún no se resuelve.
“Recuerdo mucho a un amigo, Aniceto Reyes, creo que era del Meta –señala Julio–. La cosa se puso muy caliente por acá por eso que hicieron los guerrilleros y yo preferí no regresar a sacar oro, pero él se fue y dijo que era la última vez que lo hacía”.
Registros de medios colombianos cuentan que el ataque de las Farc consistió en robar armas. Miembros de la Asociación de Mineros del Vaupés (Asomiva) aseguran que no saben cómo ocurrió ni quién hizo la inteligencia, pero ese ataque les causó muchos problemas.
Las cosas estuvieron tan peligrosas por aquellos días para los mineros que, tras el golpe, la presencia militar en el lado brasileño se reforzó y los mineros que eran sorprendidos en ese lado eran detenidos sin oportunidad de regreso.
Aniceto Reyes y Dagoberto Peña fueron detenidos y amarrados a un poste del destacamento militar atacado, así lo recuerda Quintero.
“La guerrilla se fue y nos dejó ese problema a nosotros –explica Julio–. Los militares brasileños se empezaron a meter porque, claro, estaban ofendidos”.
Los días que siguieron a la incursión guerrillera fueron tenebrosos para los mineros y sus familias. Hubo disparos y presencia de militares brasileños en Taraira.
Así lo recuerda Eliécer Cabrera, alcalde del ahora municipio, quien señala que es un hecho que marcó a los mineros, pues fueron señalados como guerrilleros de las Farc y tratados como delincuentes por las autoridades del país vecino.
“No es mucho lo que recuerdo de esa época –explica el alcalde–. Sé que fue algo feo y que muchos mineros tuvieron que irse, pero en la actualidad es un tema que poco se recuerda”.

Nos teníamos que esconder mejor. Ahora también los indígenas del Brasil se refugiaban arriba en los árboles y les avisaban a las autoridades que estábamos ahí

Julio rememora que los militares llegaron, dispararon y se llevaron a varios mineros. Testigos señalaron que el ejército de Brasil entró durante el día disparando a las minas de esta zona de Vaupés, y denunciaron la desaparición de varios mineros colombianos.
Entre los desaparecidos figuraron Carlos Ardila, Antonio Rodríguez Patiño, Manuel Rivera y Carlos Benjumea. Según Julio Quintero, nunca se conoció la suerte de estas personas, pues muchos venían de otros puntos del país y solo llegaban a trabajar para poder ahorrar algo de dinero.
Además, cuenta Julio, los otros dos mineros que estaban retenidos fueron asesinados a sangre fría en el destacamento militar, aunque nunca encontraron sus restos ni se pudo confirmar su muerte.
“Estábamos tan asustados que nos armamos con picas y machetes para rodear el caserío y que no se llevaran a nadie más –recuerda Julio–. Nosotros estuvimos casi una semana así, vigilando sin descansar”. 

Nunca respondieron

Registros de prensa de EL TIEMPO señalan que, durante la primera semana de marzo de 1991, el Ministerio del Ejército de Brasil dijo que en una operación de contraataque murieron siete guerrilleros de las Farc.
Ante las denuncias de los mineros, autoridades colombianas reclamaron por la veracidad de estos golpes, razón por la cual el Senado brasileño citó al ministro del Ejército, general Carlos Tinoco, para que explicara las circunstancias en que murieron los colombianos.
Imagen de las calles de Taraira, en Vaupés.

Imagen de las calles de Taraira, en Vaupés.

Foto:Cortesía: Julio Quintero

El periodista y académico Rodrigo Pardo, que en aquel entonces fungía como vicecanciller, estuvo al frente de la situación y la recuerda como un hecho que creó tensión entre ambos países.
“No tengo recuerdos muy frescos, pero en la época había frecuentes amenazas en las fronteras creadas por el paso de las Farc –explica Pardo–. Con Brasil hubo momentos de mucha tensión por la guerrilla, y no solo con ellos, sino también con Venezuela. Fueron épocas difíciles, pero que no pasaron a mayores como para crear una guerra entre naciones hermanas”.
Finalmente, autoridades colombianas y brasileras lograron superar la tensión y a Taraira llegaron soldados colombianos con el fin de fortalecer la seguridad en la zona y alejar la presencia de guerrilleros. De los desaparecidos nunca se supo.
Julio recuerda que el paso constante de helicópteros sobrevolando Taraira asustaba a todos, pero poco a poco se fueron acostumbrando.
Con la llegada de los soldados colombianos no se escuchó nunca más de intervenciones brasileñas o el paso de guerrilleros por la zona, y la minería volvió a ser el diario de todos en este punto.
Hoy Taraira es un municipio de unos 2.300 habitantes, la mayoría indígenas y habitantes de la zona rural. En el casco urbano se calculan unos 700 moradores.
A sus 54 años, Julio Quintero asegura que Taraira es un municipio tranquilo y que aún recuerda con dolor a Aniceto, un amigo que la minería le dejó y que aquel episodio del que no se volvió a hablar le quitó. 
MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA BORRERO
Redactor de EL TIEMPO
NACIÓN
En Twitter: @Leugim40 

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