La humillación de estar hacinados, durmiendo en piso de tierra y viviendo de lo poco que le dejaba el reciclaje condujo a ‘Lupita’ a dejar el miedo. Decidió reclamar la finca la Esperanza-Playa Rica, en Puerto Gaitán, de dónde fue desplazada por un grupo armado ilegal hace 24 años.
A las 8:00 de la noche del 11 de febrero de 1993 llegaron al menos 20 hombres fuertemente armados a la parcela de ‘Lupita’, donde estaba con su hijo ‘Terry’, de 16 años, y en medio de la oscuridad, apenas los iluminaba una vela, les dieron la orden de desocupar el predio.
Los individuos no se identificaron. Por esa época en zona rural de Puerto Gaitán había presencia de guerrilleros de las Farc y empezaban a llegar hombres de los ‘Carranceros’, que después se llamaron Autodefensas Campesinas de Meta y Vichada.
El viernes pasado, luego de una lucha jurídica liderada por la Unidad de Restitución de Tierras en el Meta, ‘Lupita’ y ‘Terry’ regresaron a su parcela.
Un fallo del Tribunal Superior de Restitución de Tierras de Bogotá ordenó la restitución del predio, acceso a proyectos productivos y vivienda rural.
Para ‘Lupita’ parece mentira recobrar su tierra. La noche en la que los violentos tocaron a su casa, salieron intimidados con una caja de cartón en la que echamos algunas prendas con destino a Villavicencio.
“Cogimos los mejores trapitos que teníamos y a las 6:00 de la mañana nos subimos en el bus de Flota La Macarena que salía de la vereda San Miguel”, recuerda ‘Terry’.
En la capital del Meta cogieron otro bus que los llevó a Bogotá y de allí uno más que los condujo a la ciudad de Cali (Valle), lo más lejos posible al que pudieron irse para evitar las amenazas de los violentos, recuerda ‘Lupita’.
“A Cali mi madre llegó a trabajar como empleada doméstica, a lavar platos y baños, mientras que yo trabajé haciendo bloques de cemento, como ayudante de construcción, pintando fachadas de casas y en oficios varios”, dice ‘Terry’.
“Gracias al esfuerzo de mi madre que me dio el bachillerato, después entré a estudiar en el SENA y me gradúe como mecánico de motores de combustión interna. Con ese diploma trabajé tres años en un taller de vehículos hasta que se me reventaron los nervios de los brazos”.
Recuerda que al alzar un motor sintió unos corrientazos en los brazos que le hicieron perder fuerza y movilidad. Por eso en los últimos tres años le tocó trabajar en reciclaje, con papel y plástico, en compañía de su madre.
Vivían en los farallones en la ladera del río Cauca y la Gobernación del Valle y la Alcaldía de Cali mandaron a tumbar las casas y las bodegas de reciclaje hace dos años. “Nos quedamos sin vivienda y sin con qué comer. Nos tocó hacinarnos en Santander de Quilichao (Cauca), en la vereda La Angostina, con varias familias”, menciona.
ReclamoComo vivían arrinconados y se enteraron que podían reclamar la finca que había dejado abandonada en Puerto Gaitán acudieron a la Unidad de Restitución de Tierras en Cali, el 13 de marzo de 2016.
“Quiero regresar a mi predio, quiero vivir allá. Acá estoy viviendo muy mal, no consigo trabajo, he estado enferma de las manos y se me ha hecho muy difícil la vida”, le dijo ‘Lupita’, que hoy tiene 63 años, a un magistrado del Tribunal Superior de Bogotá.
El pasado 18 de noviembre el Tribunal ordenó restituir la finca de Puerto Gaitán a ‘Lupita.
El Tribunal dispuso que la persona que en ese momento estaba ocupando el predio fuera compensada por la Unidad de Restitución de Tierras toda vez que lo adquirió de buena fe, en la medida que en los últimos años el predio ha pasado por varias manos.
‘Lupita’ y ‘Terry’, como decidieron llamarse madre e hijo porque aún tienen miedo de lo que puedan encontrar en su finca, están agradecidos con Dios y con los funcionarios de la Unidad de Restitución de Tierras que en menos de un año lograron que les devolvieran la finca.
Única familiaEl viernes pasado al llegar a la finca se abrazaron muy fuerte. Son sólo los dos, no tienen más familia. ‘Terry’ dice que no ha tenido ni tiene novia porque “el centro de mi vida es mi madre y si tengo para mi madre no tengo para la novia”. Al escucharlo su madre deja ver una sonrisa cómplice que reconoce su nobleza y el orgullo que siente por su hijo.
“Yo siempre pienso en ella, en su debido momento me dio la vida, el estudio, la comida, la ropita y yo tengo que retribuirle las cosas que me ha dado. Por eso hay cosas que no contamos porque la hieren y no quiero herirla. Nosotros hemos derramado muchas lágrimas de sangre”, agrega ‘Terry’.
El pasado viernes, después de 24 años regresaron a la finca La Esperanza - Playa Rica, de 5 hectáreas y 9.351 metros cuadrados, esa que en 1998 ‘Lupita’ compró por 350.000 pesos y a donde volvió a cultivar plátano, yuca, maíz y árboles frutales, así como criar ganado, cerdos y gallinas.
LLANO SIE7EDÍAS
@nelard1