De noche, la marea es alta. Las olas chocan contra la playa y su sonido se asemeja al de una volqueta de piedras descargando en el suelo. Las chicharras anuncian el verano y se escucha una infinidad de sonidos de animales.
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Es un privilegio estar entre la selva chocoana y el océano Pacífico. Es un paisaje diferente que contrasta con el conocido Caribe: playas grises, morenas, lisas, y un mar azul oscuro. El panorama varía a diario y depende de la temporada. Hay días en los que la lluvia es protagonista y no se logra divisar el horizonte; pero hay otros en los que el sol cobra relevancia y se resalta el verde de la vegetación en la orilla.

Las playas en Guachalito son morenas y lisas. Es un destino entre la selva y el mar.
David López / EL TIEMPO
Las playas y los atractivos de Nuquí están fuera de su casco urbano, entre 35 y 50 minutos en lancha desde su muelle principal. El municipio, de algo más de 7.300 habitantes, se ha convertido en uno de los tesoros de esta región del país, sobre todo porque es posible ver ballenas entre julio y octubre.
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El pueblo no es tan pequeño. Hay pocas calles pavimentadas, aunque les han prometido a sus habitantes arreglar varias de las vías. Como llueve tanto –el departamento del Chocó es una de las zonas más lluviosas del mundo–, algunos accesos se vuelven complejos para transitar. Por supuesto, eso también depende de la marea. Cuando es baja, por ejemplo, las lanchas pesadas no pueden pasar del océano hacia el río Nuquí (o viceversa).
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Calles sin pavimentar en Nuquí, Chocó
David López / EL TIEMPO
Hay nueve corregimientos con varias opciones para turistas. La red de internet y la señal de celulares en estos lugares son intermitentes y muy limitadas. Nuquí es un destino para conectarse con uno mismo, por eso no es para todos. En sus playas se ven más turistas extranjeros que locales; de Colombia predominan visitantes paisas y bogotanos.
Dicen que hay tres sonidos elementales que una persona puede gozar de la naturaleza: el de la lluvia, el del viento entre los árboles y el del océano al borde de la playa. Y los tres se pueden escuchar en Nuquí. Cuando uno cierra los ojos, respira profundo y deja la mente en blanco, asumiendo el presente en el que está, logra percibirlos. Es un ejercicio de catarsis constante. Cualquiera que pise este lugar se sorprenderá por la transformación que logra en ella, o en su pareja o en su familia.
En Guachalito –donde están varios de los hospedajes reconocidos–, el paisaje se compone de piedras oscuras de todos los tamaños que se asoman en la mañana cuando la marea está baja; en la tarde y noche, la mayoría se tapa cuando el agua sube con fuerza y recobra hasta tres metros de playa.
Para nadie es un secreto que el océano hace palpitar el corazón. Es imponente, pero generoso. Se puede caminar con tranquilidad por la orilla. Durante el recorrido se encuentran varias entradas de agua de quebradas que vienen de la selva. Son las venas del ecosistema. Se puede entrar a algunas de ellas –lo ideal, y si es la primera vez que se visita, con guías locales–, como las conocidas cascadas del amor. Son un oasis en medio de la espesa vegetación. El agua es cristalina. Para muchos, su poder permite aliviar cargas por despechos o desamores, y ayuda a encontrar la pareja ideal, o a mantener la actual. Por eso hay que visitarlas.

Cascadas del amor en Nuquí, Chocó.
David López / EL TIEMPO
Otro lugar imperdible es Termales, un corregimiento al que se puede llegar a pie o en lancha. El recorrido es de algo más de una hora desde Guachalito, y lo puede hacer cualquier persona sin condiciones físicas que comprometan su movilidad. Lo recomendable es usar zapatos para agua o sandalias para caminar. Es un panorama espectacular. Cada parte es única y diferente a la anterior. En este corregimiento se puede ir al pozo de agua termal para relajarse y conocer otras personas. Es un sitio turístico que les permite a sus habitantes recaudar fondos para mantenerse.
Como en cualquier lugar del Pacífico, la comida es maravillosa. Hay que dejarse deleitar de la variedad de recetas. Ningún plato es igual, y cada uno tiene el sello personal de la familia o persona que lo prepara. Así como ocurre con el viche, o biche, la bebida típica.
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Nuquí también es para abrir la mente y el espíritu. Es para conocer historias. El tiempo pasa lento, o pasa a su justa medida, como no ocurre en las grandes ciudades, donde vemos pasar la vida a toda velocidad en medio del agite diario. El tiempo allí permite sentarse a hablar con la gente y entender su día a día y la mística con la que viven. Pero también ayuda a meditar, relajarse y conectarse con lo que en muchas ocasiones olvidamos: nuestra esencia.
Este destino natural hay que cuidarlo. Es un lugar reconocido, y por eso hay que preservarlo. Es una de las tantas joyas que hay en el país y se ha convertido en el ejemplo claro de resiliencia de sus habitantes, quienes desde hace tiempo han logrado desmarcarse del estigma de la violencia para mostrar su riqueza: un paraíso tropical y eterno.
Cómo llegarSe puede viajar desde Bogotá con la aerolínea Satena y se hace una conexión en Quibdó o en Medellín. Otra opción es desde la capital antioqueña, donde salen vuelos de las aerolíneas San Germán y Searca. Los trayectos son de unos 30 a 40 minutos. Los tiquetes oscilan entre 200.000 y 400.000 según la fecha en que se compre.
Los trayectosDependiendo de dónde se vaya a quedar en los corregimientos vecinos, hay que tomar lancha rápida. Hay una transportadora pública que sale desde Nuquí a la 1 p. m. todos los días hacia la zona sur. Las lanchas privadas, que suelen ser contratadas por las agencias de viaje o se pueden tomar en el muelle, cuestan entre 35.000 y 45.000 pesos.
Qué hacerLa opción ideal para la primera vez es contratar un paquete de viajes con agencias de turismo y apoyar a los guías locales. La temporada alta es para el avistamiento de ballenas o yubartas entre julio y octubre, vale la pena. La Ensenada de Utría, al norte, es uno de los parques biodiversos más grandes del país. Tiene manglares, bosque húmedo y arrecifes coralinos. Hacia el sur está Coquí, donde se puede degustar la exquisita gastronomía del Pacífico. Algo cerca está el río Joví, donde se pueden conocer las historias y la tradición de los pobladores. Más al sur se encuentran Guachalito y Termales, conectadas por playas grises y rocosas. En medio se puede ir a cascadas y hacer recorridos selva adentro para avistar pájaros y ranas venenosas. En varios sectores se puede hacer surf. También, durante el año, organizaciones liberan tortugas.
Más consejosNuquí es de clima húmedo y su temperatura oscila entre 23 y 30 °C. Lleve ropa que se pueda secar rápido, una chaqueta delgada impermeable y algunas prendas de manga larga para las noches o para caminar en la selva. También, gorros o sombreros para protegerse del sol. Es recomendable llevar zapatos para caminar en la playa. No olvide repelente y bloqueador. Viaje liviano, solo con lo necesario.
DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ
Periodista de Reportajes Multimedia
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