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¡Ojo con ese Niño! / Análisis de Ricardo Ávila

Lo que debe saber sobre el Fenómeno del Niño en Colombia

Lo que debe saber sobre el Fenómeno del Niño en Colombia

Foto:Juan Pablo Rueda / EL TIEMPO

La probabilidad de que una sequía fuerte afecte a Colombia viene al alza.

Ricardo Ávila
Pocas afirmaciones despiertan tantas expresiones de incredulidad como decirle a un residente de Bogotá que el peligro de una sequía fuerte viene en aumento. La granizada del lunes que blanqueó las calles de la capital, el torrencial aguacero del miércoles en la noche que demoró el arranque del partido de fútbol en El Campín o el chaparrón del viernes en la tarde que complicó la movilidad, son evidencias de que el agua no escasea, por ahora.
Sin embargo, basta darle una mirada a lo que dicen los expertos para concluir que un cambio drástico en los patrones climáticos recientes es cada vez más probable en el mundo. Con base en las mediciones que se hacen de las temperaturas del océano, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por su sigla en inglés) del Gobierno estadounidense y los científicos han concluido que el fenómeno de la Niña —cuya versión más reciente arrancó en 2020— acaba de terminar.
Como consecuencia, el riesgo de huracanes será menor en el Atlántico, mientras que los inviernos en Europa podrían llegar ser más fríos. En general, aquellas zonas de la geografía global que experimentaron periodos de pluviosidad muy por encima de lo normal los verán desaparecer, como ha sido el caso en buena parte del territorio colombiano.
En lo que no hay acuerdo todavía es en el movimiento del péndulo de vuelta. De acuerdo con el pronóstico ENSO que da a conocer el Instituto de Investigación Internacional para Clima y Sociedad de la Universidad de Columbia en Nueva York, todo apunta a cierta normalidad hasta julio próximo.
No obstante, la posibilidad del retorno del Niño se eleva al rango de 60 al 67 por ciento a partir de agosto, de acuerdo con los modelos meteorológicos. Lo que es indudable hasta la fecha es lo que marcan los termómetros en las superficies marinas: por primera vez en los más de 40 años de estadísticas disponibles, la temperatura promedio —excluyendo el área de los polos— acaba de ascender a 21 grados centígrados.
Si bien los conocedores insisten en que todavía es muy temprano para saltar a conclusiones definitivas, la evidencia disponible por lo menos debería elevar el nivel de las alarmas. De confirmarse una nueva realidad en la zona de convergencia intertropical del Pacífico, lo que se conoce como el cinturón de lluvias se vería alterado y ello se traduciría en un tiempo predominantemente seco en Colombia, con énfasis en los departamentos de las regiones Andina y Caribe.
Nadie sabe todavía qué tan vigoroso puede resultar este Niño, cuyo nombre viene de los pescadores del norte del Perú que en cierta épocas de Navidad veían desaparecer los cardúmenes a los que estaban acostumbrados, por cuenta de las corrientes de aire caliente procedentes del golfo de Guayaquil. Pero dados los antecedentes, es mejor mantener la guardia arriba, a sabiendas de que el periodo de mayor intensidad ocurre entre octubre y febrero.
El fenómeno del niño ya golpea a la región Caribe y autoridades preparan medidas.

El fenómeno del niño ya golpea a la región Caribe y autoridades preparan medidas.

Foto:John Montaño- EL TIEMPO

Soldado avisado…

Seis meses largos pueden parecer un tiempo suficiente para adoptar medidas preventivas. Lamentablemente, las experiencias anteriores muestran que eso de adelantarse al peor escenario no es algo que pase con frecuencia en Colombia, como se observó entre 2014 y 2016, un periodo muy seco en la parte norte de Suramérica.
En aquel momento, las pérdidas para la agricultura y la ganadería acabaron siendo cuantiosas. Además, los incendios forestales hicieron de las suyas, obligando al despliegue de recursos como aviones y helicópteros para ayudar a apagar los puntos de conflagración.
Sin embargo, el peligro más grande fue el de un apagón. Aparte de la disminución en el caudal de las fuentes hídricas que alimentan los embalses, un daño en la central hidroeléctrica de Guatapé debido a la quemadura de un cable, tuvo al país en vilo durante varias semanas. Al final los cortes de luz se pudieron evitar, algo en lo cual sirvieron mucho las campañas de ahorro voluntario que limitaron la demanda.
Lo sucedido en aquellos meses de tensión, al igual que en Niños anteriores, ha dejado valiosas lecciones sobre lo que se debe hacer para minimizar el chance de escenarios catastróficos. Eso lo aprendieron de la manera más descarnada los que se vieron obligados a anunciar el racionamiento de hace 30 años, durante la presidencia de César Gaviria, el cual incluyó la suspensión de hasta siete horas diarias del servicio de electricidad.
A partir de ahí se hicieron correctivos que probaron su valía y sobre los cuales vale la pena apoyarse. El criterio principal fue el de asegurar la confiabilidad del sistema, combinando plantas hídricas y térmicas. En épocas más recientes se incorporaron tecnologías limpias no convencionales, aunque la promesa todavía no se concreta del todo.
Varios de los que estuvieron al frente de esa y otras emergencias insisten en la necesidad de planear con mucha antelación y asumir que los escenarios más extremos son factibles. Al mismo tiempo hay que crear equipos de varias disciplinas que involucren no solo a autoridades nacionales sino departamentales y municipales.
Los alcaldes, para citar un caso, son clave a la hora de invitar a la población a cuidar el agua y, en lo posible, almacenarla para bien de quienes se dedican a las actividades del campo. Dada la coyuntura política, por cuenta de las elecciones regionales de octubre muchos van a tener su cabeza en otro lado.
Es ahí donde el liderazgo del Gobierno central resulta definitivo, tanto para aconductar a los funcionarios que se van como a los que llegan. Las campañas entre la ciudadanía son igualmente fundamentales porque el esfuerzo colectivo usualmente rinde sus frutos.
Nada de eso se ha activado aún. Una de las razones es que solo hasta un nuevo repaso a la evidencia, que usualmente se hace en mayo, habrá mayor certidumbre sobre lo que viene. De tal manera, para junio, cuando se publiquen los resultados, estaría clara la magnitud de la respuesta requerida. El problema es que esa fecha puede acabar siendo tardía en algunos frentes.
El fenómeno del Niño del 2015-2016 obligó a abastecer a varios municipios de Colombia, muchos de ellos en el Caribe, a través de carrotanques.

El fenómeno del Niño del 2015-2016 obligó a abastecer a varios municipios de Colombia, muchos de ellos en el Caribe, a través de carrotanques.

Foto:Oswaldo Rocha

Luces y sombras

Sin lugar a duda, las mayores alarmas se ciernen sobre el sector eléctrico. Tal como se ha explicado de manera reiterada, este depende en forma mayoritaria de las turbinas movidas por agua y en épocas de abundancia llega a cubrir hasta el 80 por ciento de la demanda.
Todo cambia cuando el líquido escasea. Es en ese momento que las plantas movidas por gas, carbón o combustibles líquidos entran en escena, motivo por el cual a los operadores se les paga por estar listos cuando se necesite, algo que se conoce como el cargo por confiabilidad.
Dentro del esquema ideal, eso permite que las hidroeléctricas superen el bache sin grandes dificultades, mientras vuelve la temporada de lluvias. Por eso es mejor tener los embalses lo más llenos posible, lo que equivale a contar con monedas abundantes en la alcancía para gastarlas en el futuro cercano.
Sobre el papel, no hay mucho de que preocuparse. Según datos de XM, la entidad que administra el mercado mayorista de energía, estos cerraron febrero en niveles cercanos al 60 por ciento.
Durante la comparecencia que tuvo en el Congreso durante la semana que termina, la ministra Irene Vélez aseguró no solo que Colombia no está bajo la amenaza de un apagón, sino que los embalses se encuentran por encima del promedio de las últimas dos décadas. “No entendemos con qué interés algunas personas quieren generar pánico”, señaló la funcionaria.
Si bien es cierto que en el corto plazo no hay nada de qué preocuparse, ojalá la encargada del tema en el Ejecutivo haya escuchado con atención las intervenciones que hicieron los parlamentarios de la oposición, dentro de los debates propios de la moción de censura en su contra que se votará este martes. Aunque la iniciativa apunta a naufragar dada la fortaleza de la coalición que respalda al Gobierno, hubo argumentos bien fundamentados, y en especial los del senador David Luna.
Así, el legislador señaló varios puntos que no deberían ser ignorados, sino examinarse de manera constructiva. Estos incluyen el comportamiento de una demanda que ha superado las proyecciones y la dificultad para que entren al sistema interconectado varios proyectos críticos.
Para citar un caso conocido, la línea de transmisión Colectora que debía haber estado lista en 2022 y sacará la energía de los parques eólicos de La Guajira no podrá terminarse antes de 2026, debido a las dificultades relacionadas con el proceso de consultas entre las comunidades que hay en la zona.
Más allá de que los problemas vengan de antes y se esté buscando la manera de superarlos, el margen de tolerancia en los meses y años que vienen se vuelve crítico. Por ejemplo, un daño sorpresivo que afecte a una planta importante, en medio de un Niño intenso, haría posible lo que hoy la administración Petro considera impensable.

Pasos siguientes

Ante esa eventualidad se debe actuar con responsabilidad. El consultor independiente Christian Jaramillo, subraya que “hay que sentarse ya con las térmicas para mirar disponibilidades futuras, algo que pasa por anticipar o posponer mantenimientos para garantizar que todas operen como es debido durante las semanas más difíciles de finales de este año o comienzos del que viene”.
Para el experto, no queda otra que convocar el Consejo Nacional de Operación que involucra a los generadores y otros actores de la actividad, con el de hacer un repaso de todos los puntos que ameritan atención. Ello incluye, verificar el estado de la red de transmisión.
Dentro de lo que sería aconsejable, está la opción de activar más térmicas a partir de mayo con el propósito de preservar o fortalecer el nivel de los embalses. Cualquier conocedor del asunto sabe que cuando llega la sequía, el agua es un patrimonio preciado que se debe administrar con mucho cuidado.
Optar por uno u otro camino traerá repercusiones múltiples. Por ejemplo, mayor uso de las plantas movidas por gas o combustibles líquidos ocasionaría cuellos de botella en el abastecimiento de usuarios como los industriales o los vehículos de servicio público que han hecho la conversión para moverse no solo a punta de gasolina.
Y aquí entra en juego el asunto de la disponibilidad de gas y la capacidad de la red de distribución. Aunque la planta de regasificación de Cartagena aligera un poco las cargas, vuelve a sonar la eventual aparición de Venezuela como proveedor. Eso requiere no solo acuerdos binacionales, sino una revisión a la infraestructura existente, cuya viabilidad está en veremos.
Tampoco se puede olvidar un punto particularmente sensible: el costo. Utilizar el agua para generar electricidad vale mucho menos que cualquier hidrocarburo, con lo cual las tarifas para los usuarios acabarán subiendo.
Y no menos complicado es que los eslabones más débiles de la cadena se arriesgan a entrar en problemas serios, sobre todo si el precio del kilovatio se dispara en la bolsa de energía. Hoy, las electrificadoras del Huila, Quindío, Nariño y Caquetá se surten en gran proporción por esta vía, pues no logran firmar contratos de abastecimiento de largo plazo que evitan las variaciones súbitas.
Hay varias aristas adicionales, pero el mensaje de fondo es que el tema es complejo, requiere manejo profesional y claridad conceptual. Además, se necesitan buenas relaciones con las compañías que están en el negocio y señales confiables sobre estabilidad en las reglas de juego.
Sin embargo, la realidad muestra un panorama muy diferente. Los peligros potenciales son enormes y no se curan con partes de tranquilidad que amenazan con ser efímeros. Si este Niño que se asoma termina siendo aún más travieso que los anteriores los colombianos acabarán pagando consecuencias que habrían podido evitarse con una reacción oportuna que todavía no se ve.
Como lo dice el exministro Tomás González, es obligatorio adoptar una actitud diferente. “Este no es el momento de hacer política con las tarifas, es el momento de la técnica y de trabajar de cerca con las empresas”, concluye.
RICARDO ÁVILA
ANALISTA SÉNIOR
Especial para EL TIEMPO

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