Pocas cosas han cambiado tanto en los últimos años en el Vaupés como la manera como coexiste el saber ancestral de chamanes y autoridades indígenas con la medicina occidental.
Al menos así lo percibe Alfonso Martínez Arango, un líder comunitario perteneciente al Gran Resguardo Indígena del Vaupés. “Nuestra gente respeta mucho los saberes tradicionales, pero ahora sabe que si los remedios naturales no funcionan, porque la enfermedad es muy grave, hay que acudir al médico y hay que hacerlo rápido”, cuenta Alfonso.
Nuestra gente respeta mucho los saberes tradicionales, pero ahora sabe que si los remedios naturales no funcionan, porque la enfermedad es muy grave, hay que acudir al médico
En 2012, este hombre de 63 años se convirtió en uno de los cinco agentes de salud comunitarios que la Organización Sinergias formó en 18 comunidades indígenas de ese departamento.
El propósito de esta organización que enfoca sus acciones en garantizar el acceso a la salud a la población menos favorecida era llegar a esas zonas rurales y selváticas olvidadas por el Estado y donde viven pueblos nativos, algunos de ellos en peligro extinción y cuyo aislamiento territorial ha incidido en que la región tenga uno de los más altos índices de muerte materno infantil y presencia de enfermedades infecciosas desatendidas.
Su objetivo era adaptar su intervención a las diferentes lenguas, creencias culturales y rituales de la región. Para ello, en 2012, Sinergias empezó a realizar reuniones de concertación con las comunidades indígenas para definir con ellas las prioridades de trabajo y seleccionar las personas que serían formadas como promotores de salud.
“Debía ser gente que tuviera el reconocimiento de su pueblo, que fueran líderes, hablaran las lenguas nativas locales y tuvieran experiencia en atención en salud”, cuenta Pablo Montoya, director general de Sinergias.
A su vez, con la participación de los pueblos indígenas, se identificaron las enfermedades e infecciones tropicales que los aquejaban.
De allí salieron los problemas de parásitos intestinales, la prevalencia de piojos y de niguas, la escabiosis o sarna, las infecciones respiratorias y la alta prevalencia de tracoma ocular, una infección que puede generar ceguera y afecta a casi una quinta parte de la población en el Vaupés.
También se comprobó que la mortalidad infantil por diarrea era 20 veces mayor en esa región respecto al promedio nacional, mientras que la tasa de mortalidad materna era siete veces mayor que en el resto del país.
Así las cosas, los cinco promotores indígenas de salud elegidos por las comunidades recibieron formación en prevención, control y atención de diversas condiciones clínicas.
“A mí, por ejemplo, me capacitaron en temas de bienestar maternoinfantil; me enseñaron a reconocer síntomas y signos de alarma de las enfermedades e infecciones; me formaron en administración de medicamentos y me enseñaron a combinar la medicina tradicional con los saberes ancestrales –cuenta Alfonso–. Hoy por hoy trabajamos en estrecha colaboración con los sabedores indígenas. Ellos saben que si tienen un paciente al que los rituales, rezos y remedios no le hicieron efecto, lo deben remitir con nosotros para que podamos atenderlo o trasladarlo al hospital”, explica el hombre.
Por su parte, Luis Hernando Rodríguez, otro de los promotores indígenas de salud capacitados en este proceso, cuenta que a menudo trabaja con los chamanes. “Nos hemos puesto de acuerdo para trabajar. El payé examina al paciente y entre él y yo decidimos si su condición se puede tratar con prácticas ancestrales o si requiere medicamentos. Muchos malestares menores pueden ser tratados con plantas y rituales, pero otros requieren atención especializada”, cuenta Luis Hernando.
En ese sentido y para facilitar su labor y la de sus compañeros, Sinergias les montó cinco puestos de salud en puntos estratégicos de la zona y en jurisdicción de los resguardos indígenas, todos dotados con medicamentos, equipos para realizar cirugías ambulatorias, herramientas para hacer control de signos vitales y dispositivos para examinar ojos y oídos, entre otros órganos.
“También contamos con una planta eléctrica, un purificador de agua para la preparación de sueros de hidratación y un radio de comunicaciones que nos conecta con el hospital San Antonio de Mitú y nos permite hacer interconsulta con un especialista si tenemos alguna duda, o remitir al paciente si este lo requiere”, añade Alfonso.
Pero sacar a una persona cuyo estado de salud es delicado desde la profundidad de la selva hasta la cabecera municipal de Mitú puede llegar a ser toda una odisea en un departamento que solo cuenta con unos 40 kilómetros de carreteras y cuya mayoría de la población vive en la ladera de ríos que atraviesan densas porciones selváticas.
Por eso, los agentes de salud indígenas aplican lo que para ellos es un principio esencial: “Prevenir es mejor que curar”. De ahí que no se queden en sus puestos de atención esperando situaciones críticas, sino que se desplazan hasta los resguardos durante días con el fin de hacer visitas domiciliarias e identificar factores de riesgo con las familias.
Por generar una respuesta sanitaria eficiente y aprovechar el conocimiento ancestral de comunidades indígenas extremadamente aisladas, la organización Sinergias ganó este año el Healthcare Innovation Award otorgado por GlaxoSmithKline (GSK) y Save the Children y recibió un monto de 250.000 dólares que serán invertidos próximamente en una nueva fase del programa.
Este reconocimiento también fue otorgado a otras tres iniciativas de Pakistán, India y Nigeria que fueron seleccionadas entre más de 170 propuestas que se postularon en todo el mundo.
HUELLA SOCIAL
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