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Del monte y la guerra a los ‘versos contentos’ de la paz
Gómer Ceballos

Gomer Ceballos, excombatiente y firmante de la paz.

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Archivo particular

Del monte y la guerra a los ‘versos contentos’ de la paz

Gomer Ceballos, excombatiente y firmante de la paz.

Al excombatiente Gómer Ceballos lo dieron por muerto durante años. Ahora le apuesta a la música.

A veces, durante los descansos del tableteo de los fusiles, cuando las ráfagas de lado y lado dormían y caía la noche, despertaba la magia de la música.

“Recuerdo muy bien que hicimos los muñecos y una caja con lo que teníamos para recrear una obra de títeres, por allá en un lejano paraje del Guaviare. Grandes y chicos reían a carcajadas y eso ayudaba a alegrar un poco la tristeza y la crueldad que se vivía en medio de la guerra. Varios de los compañeros no veían una función así desde niños, y al final me dijeron que nunca pensaron, y menos en el monte, poder revivir algo de sus infancias. Eso ayudaba a matizar en parte la crudeza con la cual se vivía”.

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Con esa entrada Gómer Ceballos, un hombre de 41 años (nacido en Cravo Norte, Arauca, el 22 de julio de 1980), quien hizo parte de las filas de las extintas Farc, y que desde muy niño se inclinó por el canto, la música y el folclor de los llanos orientales, describe y recuerda detalladamente hoy, en su condición de excombatiente y firmante de la paz, algunas de sus vivencias.

Desde que tomó en su momento la decisión de unirse al desaparecido grupo guerrillero, cuando apenas dejaba la adolescencia y comenzaba su juventud para huirle a las amenazas y a la muerte, pasaron muchos años en los cuales sus familiares cercanos, amigos y conocidos lo dieron por muerto.

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Su mamá, Lucy, perdió todo contacto y transcurrieron unos cinco años, más o menos entre finales de 1999 y 2005, sin tener razón alguna. Cada tiempo le llegaban rumores de la muerte de su hijo durante algún combate y ella, pues ya se había resignado, tenía dolor en su corazón, estaba afligida y no dejaba de rezar para que su hijo tuviera la paz en el reino de los muertos.

Gómer escribe y canta sus composiciones que tienen un alto sentido social.

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Archivo particular

“Fue un tiempo prolongado, más del que imaginaba, pero en las circunstancias de la guerra no se me permitía ese tipo de consideraciones. Además, en esa época las comunicaciones con los pueblos eran a través de las antiguas oficinas de Telecom, que lo hacía más complicado. Cuando finalmente pude volver a llamar a mi mamá, ella no creía que era yo. Me decía, ‘señor no me haga eso, no estoy para bromas’, y tuve que darle algunas señas particulares y detalles de mi infancia para finalmente convencerla de que yo era su hijo. Fue duro, pero eran los sacrificios que se debían afrontar”, cuenta Gómer con tono pausado y entrecortado, muy detallado y casi que  con la precisión de un resabiado cuentero.

Dice que desde muy niño se inclinó por el canto y por el amor al cuatro, uno de los instrumentos más representativos de la música llanera y que aprendió a tocar, también como herencia de su abuelo y su padre, fallecido cuando él se encontraba en extensas travesías y acampando donde lo cogiera la noche, sin dejar huellas para escaparle a los seguimientos que en ese momento les hacía el Ejército.

Gómer, en compañía de su padre, José Encarnación, a quien le heredó el amor por la música llanera.

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Archivo particular

“Desde que recuerdo siempre me gustó la música, el folclor y la cultura de la sabana. En el colegio hacía presentaciones y aprendí a tocar el cuatro desde niño”, evoca en la entrevista mientras camina por las calles de la capital del Meta con rumbo hacia su casa.

De hecho, a su corta edad ganó los Festivales Centauro de Oro y el Diablo Suelto en Arauca, en la categoría mejor Voz Infantil.

Gómer cuenta que ese instrumento, que casi siempre llevaba en el morral y era su compañero y confidente, se convirtió en un desahogo tanto para él como para sus compañeros.

Él hace parte de esas familias que han peregrinado de pueblo en pueblo en busca de estabilidad y de mejores oportunidades. Eso le ayudó a vivir y conocer los siete municipios que hacen parte del departamento, tras dejar su lugar de nacimiento, una población petrolera que limita con los departamentos de Casanare, Vichada y con Venezuela.

‘La guerra deja cicatrices que sanan con el tiempo’

Hoy se encuentra radicado en Villavicencio, vive con Diana, su esposa, a quien conoció hace cuatro años, y le apuesta con toda firmeza a esa nueva oportunidad en una tierra de la cual también se enamoró y en la que espera con esperanza poder salir adelante y, como él mismo dice, “terminar la etapa de la que vida que le queda en este hermoso departamento, si nos permiten las circunstancias, y salir adelante”.

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Hoy mis labores están centradas en mi continuidad en el mundo de la cultura y el tema artístico

“Estoy desarrollando mi proceso por el aspecto laboral, sin embargo, tengo comunicación con los compañeros que están en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Mariana Páez, en Mesetas (Meta), al cual pertenezco. Hoy mis labores están centradas en mi continuidad en el mundo de la cultura y el tema artístico. La confrontación deja cicatrices que sanan con el tiempo. Ahora, trato de sacar adelante el folclor y la composición de canciones a la par con la labor en el programa de seguridad en la Unidad Nacional de Protección, en este caso, en la protección de los firmantes de la paz”, explica el craveño, quien además aprovecha para reiterar su férreo compromiso con la paz.

‘A nadie le dije nada’

Gómer estaba por los 16 años, finalizaba el año 1996 y tras sortear momentos difíciles de seguimientos y amenazas hacia él y varios de sus amigos cercanos, incluso algunos de ellos desaparecieron, tuvo que tomar una decisión desesperada.

Su padre, José Encarnación, un líder cultural y militante de la Unión Patriótica, aparte de inculcarle el amor por la familia y el arte musical, también moldeó, en parte, su pensamiento político. En ese momento se vivía mucha tensión por lo que representaba ese movimiento político a tal punto que Gómer ya era señalado como un rebelde.

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“Desde muy joven conocí la Juventud Comunista y luego la UP. Eso me trajo problemas, sentía que estaba en permanente peligro de vida. Entonces, en medio de esa situación compleja de asesinatos y desapariciones y algunos amigos en el exilio, tomé la decisión de unirme a las filas de las Farc, como única carta de garantía para seguir vivo. A nadie le dije nada. Época difícil esa, fueron años y años en los que sacrifiqué el poder estar y compartir con la familia. Pero allá también tuve una experiencia en la cual conocí a compañeros que me ayudaron a crecer y a tener otro concepto de la vida”, relata el hombre que tras la firma de la paz entregó su arma y ahora empuña e interpreta su amado cuatro en señal de esperanza.

El arpa también es otro de los instrumentos que interpreta Gómer.

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“El muchacho se desapareció, no sabemos nada de él”, se escuchaba en los billares y el comercio de su pueblo, y la verdad, nadie sabía nada de Gómer. Solo una tía, muy querida, fue su confidente y era la única que sabía que él estaba con vida. Esporádicamente hacía una corta llamada para saludar y decir que estaba bien. Transcurrían hasta dos años para volver a escuchar la voz de su tía al otro lado del teléfono. Pero luego de un tiempo jamás se volvió a tener razón del joven.

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Los primeros tres años en su condición de guerrillero tuvo la oportunidad de estar en tierras de su departamento, pero luego, ya en el Gobierno de Andrés Pastrana, con los diálogos de paz y la creación de la zona de distensión, fue trasladado a cercanías de San Vicente de Caguán (Caquetá).

‘Tuvimos que salir volando’

Y desde ahí no se volvió a saberse nada, se perdió todo contacto. Cada vez eran más fuertes las voces que decían que el muchacho había muerto en algún combate o que sufrió una rara enfermedad de la cual no se recuperó y se quedó perdido en la maleza de la selva.

“Después de los malogrados diálogos de paz y cuando se levantó la zona de distensión, en apenas unas horas llegaron las tropas del Ejército para cumplir con la orden de Pastrana. Tuvimos que salir volando, había temor, miedo e incertidumbre. Al final, las cuerdas de cuatro llanero se convirtieron en una válvula de escape que siempre me acompañó por más de 20 años, salvo en algunas ocasiones cuando huía de algún enfrentamiento y quedaba abandonado en un cambuche en este dramático teatro de la vida y de la muerte”, prosigue el araucano, que como buen llanero siempre lleva su sombrero.

El amor por el llano, la música y el folclor de la sabana, una de las pasiones de Gómer.

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Volvió, entonces, un nuevo cara a cara con la guerra, con la confrontación, con el sobrevivir a diario de un lado y del otro para sortear la muerte.

Decir adiós sin poderlo expresar puede ser lo más duro. Eso lo sufrí en la guerra, despedir a seres queridos y no estar ahí, con ellos, en sus últimos momentos

A quien no pudo volver a ver fue a su papá. “La última vez que lo vi fue en una finca en 1999, con mi hermano. Después ya tampoco pude hablar con él. Intenté, pero en ese momento había una arremetida militar y fue imposible salir a los pueblos. Falleció en 2006. Cuando ya pude volver a llamarlo, luego de un cruento enfrentamiento, quien me contestó me dijo que había muerto hacía tres meses. Y sí, lo presentí, sabía que algo sucedía con mi viejo, tuve la corazonada y es quizás una de las cosas más tristes que viví en el monte, el no poderme despedir y sentir la ausencia de mi papá. Decir adiós sin poderlo expresar puede ser lo más duro. Eso lo sufrí en la guerra, despedir a seres queridos y no estar ahí, con ellos, en sus últimos momentos", lamentó.

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Con fuerza espiritual

Y en su relato Gómer también deja más espacios para los momentos de angustia e incertidumbre.

“Se presentaron circunstancias que uno pensaba que no podía salir vivo de esa situación, pero por fortuna también se dieron las cosas para poder sobrevivir y ahora, en esta nueva etapa que estamos atravesando, con tiempos complicados, pero en la que se abriga la esperanza de seguir en esta búsqueda por la paz”.

Gómer recuerda que también sufrió leves heridas, pero que contó con suerte, diferente a lo que sucedió con otros compañeros cuyos cuerpos quedaron regados en la espesura o en las trochas. El choque con la realidad lo ayudó a fortalecer su espiritualidad.

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“Perdí a muchos amigos en el monte, muchachos con un mundo por vivir, con ilusiones; a mujeres valientes, aguerridas, que quedaron a un lado en el tortuoso camino de la guerra. Hemos hablado con policías y soldados a quienes también les tocó pasar el sabor agrio de la conflagración; somos los que hemos estado con la adrenalina en una situación, ahora todos estamos apostándole a la paz”, reitera.

Gómer, con el cuatro y su amor en la vida cotidiana del llano.

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Hoy en día, en su nueva condición de trabajador, es optimista sobre su futuro y el de los demás firmantes de la paz, pese al alto número de asesinatos de excombatientes que se han reportado en este año.

“Mire, hay amigos de infancia con los que no tenía contacto hace más de 15, 20 o más años. Algunos, tras el reencuentro, me han dicho ‘Gomercito, a usted lo lloramos, le mandamos a pagar misas, le rezamos, lo creíamos muerto, pero qué bueno que la vida nos permitió volvernos a encontrar’”, agrega Gómer, quien además de sus numerosas composiciones ya ha sacado una buena cantidad de sencillos que se han convertido en éxitos musicales del folclor llanero.

El registro histórico de la música

“En las funciones no se cantaba exclusivamente a la guerra, como algunos piensan, casi todas la letras o composiciones siempre eran en honor a la paz. Los analistas o estudiosos de hoy destacan que todas esas manifestaciones contribuyen para el rescate de la memoria de quienes murieron en la guerra”, explica.

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Y agrega: “ya hemos aportado con el trabajo a varias investigaciones académicas con la Universidad del Rosario, en alianza con otra institución educativa de Alemania, donde se hizo un registro y reencuentro histórico sobre la música. Hemos participado en otras actividades donde se destaca la importancia cultural y artística para la memoria que necesariamente tiene que abordarse para el bien de las víctimas y de todos los que habitamos este país para saber qué fue lo que se vivió durante el conflicto”.

Ya en cuento a la música, Gómer alcanzó a sacar una producción discográfica antes de su partida al monte, sin embargo, nunca se apartó de la cultura y mantuvo intacto su talento para la composición. Dentro de su cosecha musical se destacan tres sencillos promocionales: ‘Alma de pescador’, que salió al mercado cuando vino el papa Francisco, ‘Versos contentos’, dedicada a su esposa y ‘Evocación’.

“Llegaste tú con tus pasos a mi vida
Mi alma, mi amor, mi negrita consentida
Me cautivaste con la luz de tu sonrisa
Enamoraste a un rebelde con tus caricias…” es el comienzo del tema en el que tuvo como musa a su esposa.

Versos contentos nació, como él mismo dice: “En esta nueva etapa de mi vida, de construir y consolidar la paz tan difícil, tan esquiva y con tantos inconvenientes”.

Gomer CeballosVersos contentos, una de las composiciones más exitosas de Gómer Ceballos.

Gómer Ceballos y uno de sus éxitos, Versos contentos 

Foto:

 Captura de pantalla

Su extensa estadía en las selvas colombianas, desde la clandestinidad, le permitió compenetrarse con la naturaleza y nunca dejó de componer.

“Todas las canciones contienen un elemento transversal de reencuentro con la familia y los amigos. Le canto a la paz, a la reconciliación y al amor como valor y principio del perdón. Casi todas son composiciones son propias y algunos temas hacen parte del repertorio de otros artistas”, especificó Ceballos.

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‘La música es vida’

La música es la vida, es como un bálsamo que alivia todas las penas y en esas circunstancias alegran la vida. ‘Versos contentos’ también está dedicado a mi esposa y tiene que ver con el reencuentro con la familia, los amigos y el amor que han cambiado sustancialmente mi vida y refleja la vivencia en la apuesta a la paz. Estoy agradecido con la vida y con Dios por permitirme superar, gracias a la música, muchos obstáculos que nos puso la guerra”, agregó.

El excombatiente enfatiza que mantiene su optimismo pese a la demostración latente de que las cosas no van bien, de acuerdo con su visión de la actualidad.

“Semanalmente se conoce del asesinato de compañeros, y eso preocupa. Sin embargo, mantenemos la fortaleza y el ánimo que se vive con los compañeros de las zonas veredales, de los espacios territoriales de reincorporación y los emprendimientos con productos propios. Tenemos la voluntad de paz y es férrea. Pero preocupa el entorno político, la misma situación económica y social que se vive; son las mismas preocupaciones de un colombiano cualquiera, pero con la particularidad de haber vivido la guerra en carne propia”, recalca.

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El firmante de la paz anhela que no sea repetitivo el ciclo de la violencia en el país “como está sucediendo, que no tengamos la desdicha de repetir las páginas negras de la historia y que todos podamos reconciliarnos como país, con un proceso de sanación y de perdón y que termine el estigma con los excombatientes, que no se ve, pero en el cual hay un trasfondo que es lesivo para el logro de la paz verdadera”.

El emotivo encuentro con un maestro del arpa

En plena pandemia sacó adelante dos trabajos musicales promocionales con canciones que incluyeron temas con ritmos muy llamativos de la sabana, con arpa, cuatro y maracas, con dos hechos muy significativos.

El primero, poder volver a grabar con el arpista, arreglista y productor musical venezolano Carlos Tapia, con quien Gómer hizo su primera grabación por allá en 1992.

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“El audio musical se grabó en Yopal, Casanare y la voz la hice en estudios de Villavicencio. Me dio mucha alegría poder volver a compartir con el maestro, fue un emotivo reencuentro y me hizo volver a revivir mi infancia y recordar a las personas muy queridas, como a mi papá y a todos los que pusieron su ayuda para que yo tomara el camino de la música. Destaco de ese trabajo musical el tema Re-existir, cuya letra, como casi todas mis composiciones tienen que ver con la realidad social y la necesidad de la paz completa que incluye necesidades básicas resueltas para los ciudadanos”.

La llegada de pequeño Manuel Alfonso

El segundo tema significativo y muy relevante fue la llegada de su hijo Manuel Alfonso, quien nació en Villavicencio, el pasado 29 de agosto. Le compuso el tema Perseidas, letra en la cual describe lo que significa la llegada de su heredero y los nuevos aires que afronta en esta época de su vida.

Gómer CeballosGómer Ceballlos en la interpretación de su más reciente composición, Perseidas, dedicada a pequeño hijo.

Gómer y su sentida interpretación de Perseidas.

Foto:

 Caprura de pantalla

En su sentida dedicatoria escrita en su canal de canal de YouTube escribe sobre esta composición: "Cuando la vida enternece las fibras. Cuando nos llegan regalos que revolucionan la existencia. Un homenaje a la vida, a la ternura, al amor: una canción de cuna. Gracias a Dios, a mi compañera de andar Diana Almonacid, a los maestros Nelson Acevedo Jr, Diego Hernández y Guillermo Galindo, por darle el toque de intimidad y magia que merece esta canción".

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Y sin dejar de lado la preocupación por el actual momento tan difícil que se vive debido al elevado número de asesinatos de excombatientes firmantes de la paz, Gómer no deja de ser un tanto optimista.

Gómer tiene varios planes musicales para el año entrante.

Foto:

Archivo particular

“Cada día se torna más preocupante por los hechos que se viven en el país, en el Meta hay complicaciones de seguridad y la zozobra es latente, pero seguimos adelante en la función que cumplimos, en nuestro propósito de fortalecer la paz”, puntualiza.

Y tiene razón en esa preocupación diaria. Precisamente esta semana fue asesinado Mario Alejandro Eslava Fuentes, quien era firmante del acuerdo de paz y se encontraba actualmente desarrollando su proceso de reincorporación en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Mariana Páez, en Mesetas, Meta, justamente del que hace parte Gómer.

El crimen se presentó en la vereda Monserrate, zona periférica del municipio de Arauca, donde la Defensoría del Pueblo advierte que en esa región se presenta el crecimiento de las acciones violentas. Allí delinquen grupos armados Post Farc-EP del frente 10 Martín Villa y movilidad del frente 28, al igual que el Eln.

Con la muerte de Eslava Fuentes, de acuerdo con el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz -Indepaz- serían a la fecha 44 los firmantes de acuerdo asesinados en el presente año y 293 desde la firma del acuerdo de paz.

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Sin embargo, el anhelo de paz sigue sólido en la cabeza de Gómer. Para el año entrante ya hay previstas unas colaboraciones con el Canal Institucional para un documental que ya se está elaborando. Y seguirá al tanto de las actividades que se generan para aportar también a la música y el folclor. “Ahí vamos, con dificultades, pero avanzamos”.

Gómer también espera terminar su carrera profesional en sociología, en la que se encuentra en cuarto semestre, para luego, en un futuro, acercarse a las comunidades campesinas e indígenas y seguir componiendo sus canciones.

Atrás dejó el fusil, lo entregó, ahora levanta con orgullo su pequeño cuatro, su fiel compañero de andanzas en el pasado, presente y futuro.

JAVIER ARANA
ELTIEMPO.COM
En Twitter: @arana_javier

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