A pesar de que el patrullero Mario Gutiérrez Gutiérrez trabajaba en Casanare, un departamento con presencia de grupos armados ilegales, su familia esperaba que estar vinculado a Tránsito le evitaría ser víctima de una tragedia. (También: Gobierno cuestiona voluntad de paz del Eln, tras asesinato de policías).
Pero hacia el mediodía del domingo pasado, él y su compañero Jhon Velásquez Parra fueron asesinados por lo que las autoridades consideran un posible ‘plan pistola’ (pago de recompensas por cada policía muerto) en El Charte, cerca de Yopal, capital de Casanare.
Según la institución, la responsable de esta acción sería la guerrilla del Eln, con la que se ha venido aplazando el inicio de la fase pública de conversaciones para un eventual acuerdo de paz desde marzo pasado, cuando se anunció de forma oficial que se había logrado pactar una agenda que guiara esos diálogos.
La demora de la organización subversiva para entregar a los secuestrados que tiene en su poder ha sido la principal traba para que el Gobierno nacional acepte dar inicio a la mesa de conversaciones, que tendría a Quito, capital de Ecuador, como su primera sede.
Sin esa demora, la muerte de Mario se habría podido evitar. Esa era la otra esperanza que tenía su padre, Javier Gutiérrez. “Con el proceso de paz, (estaba) muy contento porque, al tenerlo a él en la Policía, me parecía que podía ser una salvación”, dijo el hombre de 73 años ayer en la funeraria La Fe, en Manizales, donde velaba el cuerpo de su hijo.
Fue Javier, como jubilado de la Policía desde 1987, quien inspiró a Mario para entrar en la institución cuando tenía 20 años. Una década después, esta lo despedirá con honores en sus exequias, que serán a las 11:00 a.m. de este miércoles en la parroquia del barrio Cervantes, donde siempre han vivido sus papás.
“Desde muy niño quería ser policía y gracias a Dios lo logró”, relató su padre con serenidad, mientras mantenía la mirada en un punto fijo en la pared.
Acto seguido, destacó sus virtudes como persona, su responsabilidad y su autocontrol en el consumo de licor. “En las reuniones familiares apenas y se tomaba por ahí dos o tres aguardienticos”, contó.
Mario también deja a su madre, Adelia Cristina Gutiérrez, de 57 años; a su esposa, con la que compartió un tercio de sus tres décadas de vida, y a dos hijas, de 1 y 6 años.
Todos viven en Manizales, la ciudad donde el fallecido patrullero nació, creció y entró a la Policía, antes de ser nombrado en los Llanos Orientales y hacer el curso de oficial de tránsito en Villavicencio (Meta). Lo vieron por última vez hace dos meses, cuando viajaron a visitarlo y, antes de eso, cuando él estuvo en la capital de Caldas para celebrar el Día de la Madre.
El padre enlutado solo agrega que “hay que perdonar y la paz se hace por eso mismo”. Espera, sin embargo, que los procesos con las guerrillas –el Gobierno acaba de alcanzar un acuerdo definitivo con las Farc– se manejen “un poco mejor” que hasta ahora.
MANIZALES
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