Cartagena se derrumba y los esclavos felices ¡de rumba!
Sé que me lloverán rayos y centellas... La que para muchos representa la manifestación cultural más importante de la ciudad –las llamadas Fiestas de la Independencia– me parece a mí una pérdida de tiempo, de dinero y de energía... ¿Reinado popular? ...patético remedo de reinado de mulatas del patético reinado de mestizas de don Raimundo Angulo... ¿Bandos? ... patético remedo del Carnaval de Barranquilla... etc.,etc. ¿Ciudad?... patético remedo de ciudad... ¡eso tenemos...! ¡Eso somos!
Una ciudad acéfala como Cartagena, sumida en la postración de la corrupción y de la desidia, no tiene derecho a festejar:
¡A trabajar! ¡A trabajar! ¡A trabajar! (pero no en clave uribista: ¡muy al contrario!).
Una ciudad en serio... eso nos merecemos. Apaguemos y silenciemos los violentos e invasivos picós durante un año al menos, a ver si ¡por fin! dejamos el aturdimiento y nos percatamos del desastre en que vivimos... ¡No más ron ni guachafita!... ¡No más fabricar hijos como si fuéramos machos-conejos-sin-control...! ¡No más hacernos los locos frente a la ignominia, la infamia y el cinismo...! La Ciudad-avestruz-de-Indias: la que se ofende y se indigna cuando los cachacos, como Mauricio Gómez o Pirry, le sacan los trapitos sucios al sol y los exhiben ante la opinión pública nacional y mundial.
No lo hacen para humillarnos u ofendernos... ¡sino para que reaccionemos!
¡Esclavos felices!, eso somos en Cartagena... esclavos de la inercia, la impotencia... la inconsciencia...
¿Será que algún día podremos inventarnos y celebrar más bien las Fiestas de la Interdependencia? ¿Llegará el día en que celebremos el fin del egoísmo y que nos demos cuenta de que nadie puede ni debe estar bien en esta ciudad (en este país, en este mundo) mientras la gran mayoría se esté debatiendo en la miseria, la ignorancia, la anomia y la anemia espiritual y material, la desesperanza.
¡el no-futuro!?
El cuerpo humano como metáfora de la sociedad: en eso creo.
Si la cabeza goza de salud pero el estómago está invadido de cáncer de poco y nada le sirve la salud a la cabeza... Somos un cuerpo social enfermo, con órganos interdependientes, que morirán ¡o sobrevivirán juntos!
Me preguntaba una periodista cartagenera el otro día en Cali: “... ¿Según su opinión, qué le pasa y qué le falta a Cartagena?... ¿de qué adolece esta ciudad tan sufrida?... ¿cómo superar la postración y la agonía?”. Y yo respondí con amargura: “Nos falta amor, amor por nuestra gente, amor por nuestra gente de todos los colores, por su historia, su presente y su futuro, ¡por su naturaleza!”.
Este diagnóstico –un tanto ‘hippie’ y pesimista– fue el único que atiné a emitir. Pero como Gramsci: soy pesimista en el pensamiento y optimista en la acción.
Y ya que estamos de fiestas, jolgorios y rondas callejeras, recitemos este pregón popular con indignada y rítmica sorna:
“¡Ay Cartagena tierra pindonga! ¡No hay quien te guise ni te componga!”.
ÁLVARO RESTREPO
Director y fundador de El Colegio del Cuerpo