Las tajadas de guineo (banano) verde salado que Inés Lacouture le enviaba hace más de una década, en latas de galleta, desde Santa Marta a su nieto Enrique Vives Caballero, cuando estudiaba Ingeniería Electrónica en Bogotá, se convirtieron en un producto de exportación.
La empresa Bananitas S.A.S., propiedad de los samarios Enrique Vives Caballero y Sergio Carrillo Santos, despachó el pasado 6 de julio el primer contenedor con 996 cajas, que contenían 24.900 unidades de tajadas de guineo verde, con destino a JAB Enterprise Marketing Group, un distribuidor en Miami, Estados Unidos, con el que hicieron contacto por medio de las ruedas de negocios y ferias apoyadas por Proexport (hoy ProColombia).
La historia de esta empresa empezó en septiembre de 2007. Enrique estaba recién egresado de la Universidad del Bosque y en la fiesta de cumpleaños de Carolina Vives, su hermana menor, le propuso a su primo Carlos Gutiérrez asociarse para crear una empresa de pasabocas, con las tajadas de guineo verde que ya eran un éxito en las reuniones y fiestas con sus amigos de Santa Marta y el interior del país.
“Él me dijo yo te pongo la plata, nosotros nos imaginamos que el proyecto podía costar en ese entonces 10 o 20 millones de pesos. Desde hacía un año tenía la idea del negocio, yo sabía que gustaba, pero no sabía cómo hacerlo llegar a la gente. La idea era hacer más cantidad y empacarlo en una bolsa que durara”, recuerda Enrique, de 36 años, sentado detrás del escritorio en su oficina.
El 17 de septiembre de 2007 registraron Bananitas en la Cámara de Comercio de Santa Marta, con un capital de 15 millones de pesos, y en un lote ubicado en la carrera 1C con calle 23, propiedad de la mamá de Carlos Gutiérrez, construyeron una cocina, de cinco por cuatro metros, y una pequeña oficina.
Compraron un freidor, una selladora de pedal, una codificadora y mandaron a hacer los empaques. Llamaron a varios proveedores y ninguno hacía menos de 180.000 bolsas, pero encontraron uno que les hizo 20.000. “Eran horribles, con mal olor, todavía tenían el pegante, igual arrancamos a trabajar así”, dice Vives.
La producción empezó con dos cajas de guineo verde, que compraron en el mercado público, y una cocinera que fue entrenada por doña Inés. El proceso era muy artesanal. En esa época producían 200 unidades diarias.
La idea de Enrique era exportar, pero al darse cuenta que con su incipiente producción necesitaba 250 días para llenar un contenedor con capacidad para 50.000 unidades y que el producto se dañaba a los cuatro meses, comenzó a venderle a las tiendas de barrio.
A los dos años, su primo Carlos Gutiérrez decidió abandonar la empresa y vender su participación porque consideró que el negocio no era tan rentable. Enrique no perdió la fe y le pidió a su amigo de infancia Sergio Carrillo que lo acompañara. Él aceptó, compró la mitad de la parte de Gutiérrez y Enrique la otra mitad.
Sergio, de 34 años, había regresado de vivir en el exterior y llevaba seis meses administrando desde su casa en Santa Marta las cuentas comerciales de una empresa de Barranquilla. Aún recuerda lo que le dijo su papá cuando le contó que iba a entrar al negocio de los pasabocas: "Te pagué Universidad, hiciste especialización y ¿vas a venir a fritar tajaditas?". Su respuesta fue: “Si el presidente de Frito Lay es el que frita las tajaditas, yo me retiro de esto y no hago nada. Lo dejé medio callado y aquí estamos”.
Sacar adelante Bananitas les ha costado tiempo y esfuerzo. “Hemos tenido muchos inconvenientes de plata, como todas las empresas que no tienen capital ni propiedades. Empezamos a tocar las puertas de los bancos y nos prestaron”, dice Enrique.
Cuando ingresó Sergio tenían un auxiliar contable de medio tiempo, un vendedor y tres mujeres en la planta de producción, todas madres cabeza de familia porque consideran que son más responsables. Y empezaron a crecer poco a poco.
Mandaron a arreglar y pintar una buseta Chevrolet Super Carry vieja, que era del papá de Enrique, para distribuir en las tiendas su producto estrella: las tajadas de guineo verde natural, que registraron con el nombre de Moneditas.
Posteriormente diversificaron su portafolio de servicios incluyendo otros sabores: limón, BBQ y pollo. También sacaron el Ricomix, una combinación de moneditas natural, chicharrón y tocinetas. “Todos estos productos los fuimos inventando para fortalecer nuestro canal de distribución”, dice Enrique.
En 2009, decidieron tocarles las puertas al sector institucional (hoteles, mineras, casinos) y lograron hacer negocio con una empresa que manejaba el casino de la mina de la multinacional Drummond. La jefe de compras les pidió 4.000 unidades mensuales.
Para cumplir con ese pedido hicieron un crédito bancario, contrataron más personal, compraron una máquina empacadora y se mudaron a su actual sede en la calle 12 con carrera 16E, en el barrio Riascos. Además, se sumó como socia Carolina Vives, la hermana de Enrique.
A esa empresa le vendían 19 millones de pesos al año, en promedio. “Ese fue el cliente que nos mantuvo (…) - dice Enrique - Nos hicieron crecer y cambiamos el empaque”.
Inicialmente la meta era adueñarse de toda la cadena, es decir, producir, comercializar y llegar al consumidor final, por lo que incursionaron sin éxito en las cadenas de supermercados de Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, donde se lo 'tragó' la competencia. Pero hace tres años decidieron enfocarse en solo producir.
“Lo primero que hicimos fue salirnos de los supermercados porque estábamos haciendo la gestión de manera errada y nos dedicamos a la producción para tratar de ser los mejores. Y eso es lo que estamos trabajando hoy en día”, afirma Sergio.
En noviembre de 2016 compraron una máquina de producción, que apenas hace tres meses lograron poner a punto, y crearon una nueva unidad de negocio: ofrecen desayunos, almuerzos y refrigerios a nivel empresarial. Además, aprovecharon su cercanía con el Puerto de Santa Marta para atraer compradores internacionales. “Somos los únicos 'snackeros' que tenemos un puerto a cinco minutos en el país y ese es nuestro valor agregado”, expresa Sergio.
Actualmente, Bananitas tiene 45 empleados directos y produce 80.000 unidades al mes. Cerca del 80 por ciento de la planta de producción es automatizada y cuentan con un cliente internacional y 40 nacionales a nivel empresarial.
Por estos días están concentrados en la producción para exportar el segundo contenedor, con 53.950 unidades, a los Estados Unidos. El comprador ya les mandó el anticipo para hacer los empaques porque lo que exportan no es su marca (Moneditas), sino el producto. Esperan cerrar este año con seis contenedores y seguir conquistando mercados con las tajadas de guineo cultivado en el Magdalena.
PAOLA BENJUMEA BRITO
Redactora de EL TIEMPO
SANTA MARTA
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