Cada vez que las lluvias arrecian en el municipio de Garzón (Huila), los estudiantes de la Institución Educativa Luis Calixto Leiva llegan cargados de escobas, baldes y traperos para sacar el agua que inunda salones, graderías y corredores de esta edificación que con alborozo y fiesta estrenaron en enero pasado.
Si la lluvia cae, a los profesores no les queda otra alternativa que suspender clases y en las aulas todos mueven pupitres de un lado a otro para no terminar empapados, ya que el agua penetra a través de las ventanas y techos.
El megacolegio se levantó en un lote de tres hectáreas, gracias a un convenio del año 2009 firmado entre el Ministerio de Educación, la Gobernación del Huila y la Federación Nacional de Cafeteros, que actuó como contratista. Según datos de la Secretaría de Educación del Huila, la obra alcanzó un valor de 7.000 millones de pesos. Otros 1.500 millones fueron utilizados en la construcción de un puente vehicular y el cerramiento.
María del Carmen Jiménez, secretaria de Educación departamental, explicó que el problema del agua se presenta debido a que el diseño del Ministerio de Educación no consideró construir alerones en las ventanas. Agregó que se revisan los términos contractuales para establecer responsabilidades.
Sus 1.800 alumnos de estratos 1, 2 y 3 también se quejan a diario por las deficiencias en el sistema eléctrico, y como los 30 salones carecen de ventiladores, todos soportan temperaturas hasta de 32 grados centígrados.
“Cuando llueve, no duermo de pensar que al otro día encontraré mi colegio inundado”, afirmó Fabián Sanguino, personero estudiantil que ha encabezado protestas pacíficas en busca de soluciones.
“El Ministerio entregó el megacolegio en diciembre del año pasado, y le damos muchas gracias por su gran aporte pero pedimos que nos terminen los trabajos, pues existen deficiencias visibles en la infraestructura que terminan por afectar la normalidad académica”, señaló el personero estudiantil. Agregó que todo esto ha originado que los estudiantes busquen otros colegios.
“Hay días en que llueve más adentro que afuera”, denunciaron estudiantes.
Rodrigo Perdomo, profesor de educación física, considera que la “construcción quedó a medias”, ya que los dos polideportivos carecen de cubiertas. Denunció que para poner en uso esos escenarios, “nos tocó colocar los arcos de microfútbol y tableros de baloncesto viejos que quitamos de otras canchas”.
Además, los laboratorios de biología, física y química carecen de la dotación y los elementos necesarios para las prácticas diarias de los estudiantes.
“Los laboratorios están vacíos, son aulas sin ningún elemento de trabajo”, aseguró José Ramírez, miembro del consejo directivo y quien agregó que otra problemática son las vías de acceso a la institución, por lo que los estudiantes aseguran que en “verano hay mucho polvo, y en invierno, barro”.
Otra falla es un puente de 50 metros construido para el acceso, pero termina en una propiedad privada y no llega directamente a la institución, causando conflictos entre las partes. Esto sucede, dicen, porque no se hizo una negociación plena de los predios vecinos.
A todo lo anterior se suma que el edificio solo cuenta con una persona para el aseo de dos pisos con 30 aulas y que la vigilancia no es permanente, por lo cual a veces la institución se queda hasta 20 días sin seguridad; incluso, la biblioteca carece de libros y los profesores y directivos no tienen mobiliario adecuado. Para rematar, las chapas de las puertas se cayeron.
“Estamos contentos de contar con una planta física nueva, ya que venimos de una sede antigua y obsoleta, pero pese a la millonaria inversión, tenemos muchas incomodidades”, señaló al unísono la comunidad estudiantil.
El alcalde de Garzón, Édgar Bonilla, aclaró que la institución está funcionando y sus estudiantes reciben clases diariamente, “pero la verdad es que existen algunas dificultades en obras complementarias”.
“Ya fueron aprobados recursos para la construcción de cubiertas en los dos polideportivos”, sostuvo el mandatario.
NEIVA
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