Afuera, en el comedor la gente va de un lado a otro, entre las mesas, en medio de una danza de la cotidianidad.
De pie, al lado de la barra del bar Víctor observa con ojo acucioso la escena que para él es muda.
Dentro de su cabeza todo es silencio…un silencio ensordecedor.
“Nací enfermo, mi madre tuvo problemas durante el embarazo. Muy pequeño tenía problemas con mis pies y caí, eso afectó mi oído, pero seguía creciendo bajo el cariño de mi familia”, comunica Víctor Augusto Díaz, técnico en mesa, bar y cocina del Sena, quien se expresa a través del movimiento de sus manos y una expresión facial que raya en lo teatral.
A través de Karina Mercado su intérprete del Sena, Víctor cuenta lo que ha sido su lucha diaria en un mundo donde hay pocas oportunidades para las personas sordas y en general para las comunidades de discapacitados.
Víctor es el primer mesero con discapacidad auditiva que es aceptado en un hotel de La Heroica y que el próximo 26 de octubre, después de un periodo de prueba de 6 meses firmará un contrato laboral a término indefinido y con todas las garantías de ley con el Hotel Almirante Cartagena de Bocagrande.
“Me preparé en el Sena pero fue muy difícil conseguir la práctica. Busqué mucho, toqué muchas puertas y siempre me rechazaban me decían ‘cómo te vas a comunicar’”, señala Víctor que ante todo se declara un hombre fuerte, positivo y ganador.
Sobre su pecho, descansando en sui camisa blanca, la escarapela que lo identifica como funcionario del hotel con discapacidad auditiva, en su rostro la sonrisa y el empuje de un hombre que está cumpliendo sus sueños.
“Con ese ímpetu, esas ganas de trabajar, su responsabilidad y compromiso no tengo dudas que en uno o dos años, Víctor puede llegar a ser capitán de los meseros”, señala Juan Andrés Lozano Espitia, gerente del hotel Almirante, quien junto al equipo administrativo y compañeros de mesa y bar de Víctor ahora se están capacitando en lenguaje de señas para apoyar en el día a día al recién llegado.
Siendo aún bebé, la madre abandonó a Víctor a su suerte, pero gracias al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar halló pronto una familia que le dio amor y lo acompañó en su lucha silenciosa por salir adelante.
“Lo primero que le digo a las personas con alguna discapacidad es que tienen que estudiar y prepararse y adquirir capacidades, luego tejer las oportunidades. No se queden en la casa sin hacer nada…salgan y luchen. Todos pasamos por situaciones difíciles”, agrega Víctor que con señas y sonidos guturales.
¿Qué le ofrece usted al hotel para el cual trabaja ahora diferente a una persona con su cinco sentidos?, le pregunto.
“Gracias a mi condición de sordera he tenido que desarrollar el sentido de la observación, y un sexto sentido, por ejemplo, si analizo que una persona viene triste le puedo ofrecer una bebida para subir el ánimo. Si alguien llega estresado le ofrezco algo que lo relaje, puedo ver más allá”, responde Víctor con sonidos agudos y guturales que salen de su garganta acompañados de movimientos y expresiones teatrales. Siempre, poniendo como punto final una emotiva sonrisa africana.
El Sena Cartagena cuenta con 45 estudiantes en condición de sordera en los programas de panificación, construcción liviana, técnico en mesa y bar, y técnico en cocina.
“A los empresarios y gerentes del país les digo que no piensen que va a ser difícil, hay muchas personas discapacitadas que se han preparado duro ellas van a ofrecer un buen trabajo somos personas habilidosas, conozcan, abran sus puerta. No rechacen pueden perder gente valiosa que les van a ayudar a crecer a sus empresas”, expresa Víctor habitante del barrio Paraguay y quien se mueve por las como un cosmopolita más. Los fines de semana es un consumado futbolista.
Maura García la supervisora del bar y jefe directa de Víctor recuerda el primer día de trabajo de su nuevo y particular mesero.
“Pensé que iba a ser difícil, nunca había tenido un aprendiz sordo”, dice ella que pronto descubrió a un joven dinámico, responsable, con ganas de aprender y extremadamente puntual, cuya primera responsabilidad fue brillar copas de cristal, hoy ese carisma y empuje caribeño lo usa a diario para atender a decenas de comensales.
“Cuando no me confundo o por algún motivo se rompe la comunicación con el cliente, le hago señas a maura con los ojos y ella me apoya de inmediato”, cuenta el renovado Víctor.
Roberto Carlos tiene sazón
El proceso de integración laboral de Víctor ha sido tan exitoso en el hotel que ya tiene aprendiz.
Se trata de Roberto Carlos Arnedo Vargas, un joven de 21 años, que sufre de un 95 por ciento de sordera, pero aun así es un apasionado técnico en cocina del SENA. A él, el hotel también le abrió las puertas del mundo laboral este mes.
A las 11 de la mañana la cocina gigante del restaurante del hotel Almirante es un hervidero humano.
Hoy hay 150 almuerzos ya vendidos gracias a dos congresos que se realizan en la zona de Bocagrande con centenares de invitados que colman la atención de la ciudad.
Adentro, una mujer camina rápido con dos pollos en la mano, un cocinero mezcla en una olla gigante lo que parece ser una sopa.
Y en una esquina está Roberto Carlos picando un pepino sobre un mesón de aluminio. El corte es fino y el joven cocinero no despega los ojos del filoso cuchillo.
“Antes de que yo naciera mi mamá murió. Tengo sordera desde pequeño. Mi papa se juntó con una buena mujer que medio su amor”, cuenta Roberto Carlos quien ha educado su lenguaje y pronuncia varias palabras del castellano.
A la inclusión laboral para discapacitados con sordera del Hotel Almirante se sumaron el hotel La Américas, Bastión y Casa San Agustín, todos afiliados a Cotelco.
Liliana Padilla, gerente de gestión humana del hotel Almirante cree que el proyecto es además un estímulo para el crecimiento de la organización.
“A veces nos andamos quejando por problemas efímeros, pero Víctor y Roberto nos han enseñado que todo tiene solución; hemos aprendido las bases del lenguaje no verbal; cuando los clientes descubren la sordera de Víctor nos felicitan por ser una empresa incluyente”, concluye Liliana Padilla. T
Tanto Víctor como Roberto Carlos estudiaron su bachillerato en el colegio Soledad Román donde hay estudiantes normales y niños con diferentes tipos de discapacidad, para el caso de la sordera cuentan con intérpretes.
“Estudiar allí fue el comienzo de mi inclusión, a veces era difícil pero luego superé la situación”, narra Roberto Carlos, experto en cocina caribeña, y quien sueña con tener su propio restaurante.
John Montaño
Redactor de EL TIEMPO
Cartagena
@PilotodeCometas
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