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El acueducto de La Mesa y Anapoima, otra obra que nunca han terminado

En los dos municipios se deben realizar constantes racionamientos para proveer el líquido vital.

En los dos municipios se deben realizar constantes racionamientos para proveer el líquido vital.

Foto:Federico Ríos / Archivo EL TIEMPO

Esta construcción que nunca llega a su fin se suma a los incontables elefantes blancos del país.

Juan Gossain
Pido perdón a los lectores.
Les ruego que me excusen por seguir con la cantaleta, ya que hace apenas quince días salió en estas mismas páginas una crónica mía sobre lo que dura la construcción y lo que termina costando una obra pública en Colombia, si es que alguna vez la terminan. Eso parece una locura imaginaria pero es la triste realidad.
De inmediato, y como era lógico esperarlo, se me vino encima una avalancha montañosa de mensajes escritos y verbales, llamadas telefónicas y peticiones electrónicas para que escriba sobre el mismo problema que padece cada ciudad y cada pueblo del país: el hospital sin camas, la carretera que nunca terminaron, la escuela inconclusa, solo media calle pavimentada.
Entre toda esa cantidad de correspondencia, hay un caso que me llama la atención, ya que varias cartas coinciden en el mismo tema: el acueducto de La Mesa, una población situada en el departamento de Cundinamarca.
La Mesa, que tiene 35.000 habitantes, es famosa porque se trata de una tierra cuya temperatura oscila entre 24 y 26 grados centígrados, cálida pero no caliente, lo cual la ha convertido en un destino turístico de fin de semana para los habitantes de Bogotá, que están muriéndose de frío a una distancia tan solo de 54 kilómetros.
Pues bien, el acueducto de La Mesa se ha convertido en una verdadera tragedia. Para empezar, y para que ustedes vayan viendo, les digo que su construcción se inició en el 2004. Hace ya diecisiete años, nada menos.
Su costo inicial fue contratado en 20.000 millones de pesos y ya va por 170.000 millones. Es decir, ocho veces más de lo acordado. Y ni así lo terminan. Son 17 años de promesas incumplidas, de penurias y angustias.
La triste realidad, en este momento, consiste en que aquella población grande, acogedora y apetecida, solo tiene agua dos días a la semana. Se la mandan de unos arroyos cercanos. Según lo que pude investigar, hay días en que ese servicio de acueducto solo dura cuatro horas. Es decir, ocho horas, en total, a la semana.
Hagamos una cosa: mejor es que yo les cuente la historia completa para que ustedes conozcan lo que está pasando en La Mesa.

El ingeniero diputado

La CAR le informó al diputado Flórez que los contratistas de la tubería no han cumplido las normas para protección del medio ambiente

Buscando y rebuscando información fidedigna, me encuentro con un caso absolutamente atípico en la Colombia de nuestros días. Es un ingeniero llamado Wilson Flórez Vanegas.
Nació, precisamente, en La Mesa.Su padre murió cuando él tenía apenas dos años. Con el tiempo tuvo que abandonar la escuela y se empleó en una panadería para ayudar al sustento de la casa.
“La verdad”, me dice él, “es que busqué trabajo para poder comprarle un regalo de Navidad a mi mamá”. Pero, a los 12 años, ella misma lo hizo volver al colegio.
Al terminar la secundaria, Wilson fue uno de los estudiantes mejor calificados en el concurso nacional del Icfes, por lo cual ganó una beca en la prestigiosa Universidad de los Andes. Ingresó a la facultad de ingeniería industrial. Fue el mejor de la carrera y por ello lo escogieron para hacer una maestría en la Universidad de Tulane, en los Estados Unidos.
Después de todos esos ajetreos, Flórez regresó a Colombia y hoy es profesor precisamente en los Andes. Allí estaba cuando le propusieron ser diputado a la Asamblea de Cundinamarca.
–Acepté la propuesta –me dice el ingeniero–, porque entendí que ese es un servicio social y político obligatorio. Lo que persigo es que le terminen de construir, por fin, el acueducto a mi pueblo.
Y lo eligieron.

Tiene acueducto, agua no

La Mesa está a solo quince minutos de distancia de otro municipio turístico, también de mucho renombre, llamado Anapoima.
La poquita agua que La Mesa recibe dos veces por semana, aunque sea por unas horas, se le agradece a una quebrada cercana, que se llama La Honda. De manera que en La Mesa hay una tubería de acueducto, pero el problema es que no hay agua.
Mejor dicho: es muy poca y se roban la mitad. O se pierde en el camino porque la tubería es tan antigua que está llena de fugas.
Paradójicamente, La Mesa es un pueblo rodeado de fuentes acuáticas, como el río Apulo y la quebrada que acabo de mencionar. “Además”, prosigue el diputado Flórez, “La Mesa está situada al lado de otro pueblo, llamado Tena, que tiene manantiales y agua de sobra para venderles a sus vecinos”.
Entonces se planeó y se contrató la solución: comprarle el agua a Bogotá y llevarla por tubería hasta La Mesa y Anapoima.

Plata sí, tubos no

–De la zona bogotana de Fontibón hasta llegar a La Mesa –sigue diciendo Flórez– hay 42 kilómetros. De ahí partió la tubería, desde una estación llamada Casablanca, y llegó a un municipio intermedio, llamado Madrid.
Y, entonces, en el año 2004, como dijimos al comienzo de esta crónica, se inició la obra de instalación de tuberías entre Madrid y La Mesa. Hasta el sol de hoy. En esas andan todavía. El diputado Flórez agrega:
–El anterior gobernador de Cundinamarca, el doctor Rey, pocas semanas antes de terminar su mandato, dijo públicamente que el acueducto de La Mesa ya estaba terminado.
Sin embargo, los actuales contratistas de la obra dijeron que no la podían terminar “porque faltaban 5.000 millones de pesos, pero una semana después informaron que se necesitaban entre 12.000 y 14.000 millones; a los quince días dijeron que, en realidad, eran 30.000 millones. Y hace unos cuantos días afirmaron que son 40.000 millones”.
De manera que han pasado 17 años desde que empezaron los trabajos, pero la tubería instalada desde Bogotá no llegó nunca a La Mesa. Y, hasta el día de hoy, dice el ingeniero y diputado Flórez, “los costos de esa obra inconclusa superan ya los 170.000 millones de pesos. Pero no hemos visto ni una gota”.

La dimensión de la tragedia

En el 2004 se comprometieron a cumplir con todos esos requisitos y hasta ahora no lo han hecho

Miren ustedes hasta dónde han llegado la indolencia, la manipulación y el festín del dinero en esta obra. Pónganle cuidado a lo que viene.
Cómo será de grande y extensa la tragedia del acueducto de La Mesa que han tenido que cambiar tubos que nunca se han usado. Que lo diga el diputado Wilson Flórez en sus propias palabras:
–Como ya dije, la instalación de la tubería hacia La Mesa se inició en el año 2004. Llevan 17 años en eso y no han pasado del municipio de Madrid. Imagínese usted que buena parte de esa tubería ya se dañó, sin que la hubieran usado, y han tenido que sacarla y cambiarla por una nueva. Es decir, que volvieron a empezar. Y a gastar más dinero.
Guarda un poco de silencio, se queda pensativo y al final agrega:
–Y hubo contratistas que no pusieron los tubos nuevos, pero se quedaron con el dinero.
La situación ha llegado a tales extremos, que los vecinos de La Mesa –cuyo gentilicio es mesuno– resolvieron por fin organizarse en un movimiento cívico.
Y es entonces cuando toman la decisión de informar minuciosamente a las autoridades de control.

Interviene la Contraloría

El diputado Wilson Flórez y los dirigentes cívicos radicaron una denuncia en el despacho del contralor general de la República, Carlos Felipe Córdoba, y le pidieron que actúe “en relación con el carrusel de la contratación que ha tenido que ver con la construcción del acueducto La Mesa-Anapoima y para que nos ayude a evitar que esa obra se convierta en el elefante blanco más largo del país”.
Hace dos meses, el 19 de agosto, el diputado Flórez le envió una minuciosa carta al contralor Córdoba. En ella le detalla, paso a paso, lo que ha ocurrido a lo largo de estos 17 años con la obra del acueducto.
Uno la lee y, al terminar, parece que hubiera leído una de aquellas tragedias de la antigua Grecia: llena de angustias, frustraciones, esperanzas fallidas, fracasos, desilusiones, traiciones.
Además, y como si fuera poco, apareció la flor que le faltaba al ramo: la Corporación Autónoma Regional (CAR), a través de su despacho en Cundinamarca, le informó al diputado Flórez que los contratistas de la tubería no han cumplido las normas que exige la ley, para protección del medio ambiente. “En el 2004 se comprometieron a cumplir con todos esos requisitos y hasta ahora no lo han hecho”.

El pueblo se une

Ahora, por fin, los habitantes de La Mesa se han unido en un movimiento comunitario, sin distingos políticos, culturales, raciales. Son los integrantes del Movimiento Cívico Pro-La Mesa, que está liderando la lucha a ver si algún día tienen acueducto.
Han emitido proclamas y mensajes públicos en los que se dirigen a las más altas autoridades nacionales pidiéndoles que intervengan en el trágico drama, de la siguiente manera:
–Al contralor general “para que actúe y le dé resultados a la comunidad sobre una investigación a este carrusel de la contratación y evitar que el acueducto La Mesa-Anapoima se convierta en el elefante blanco más largo del país”.
–Al fiscal general, “para que impute a los responsables de desfalcos y otros delitos y no quede en la impunidad el daño cometido contra el dinero público en los contratos del acueducto”.
–Y el movimiento cívico también pide al presidente de la República, al ministro de Vivienda, al gobernador de Cundinamarca y a los alcaldes de La Mesa y Anapoima “que se comprometan con la comunidad a traer agua potable a La Mesa antes de que acaben sus periodos”.

Epílogo

He investigado, rastreado y descrito la terrible historia del acueducto de La Mesa y Anapoima porque sé muy bien que este es apenas un ejemplo, pero muy elocuente, de lo que está pasando con las obras públicas en todo el país, de norte a sur, en la montaña y en la playa, en pueblos y ciudades, como dije al principio.
Mi deber, como periodista, consiste en denunciar estos atropellos contra los colombianos, donde quiera que sucedan, y no solo en la costa Caribe, que es donde yo vivo.
Y sobre todo ahora, cuando se acerca la época electoral y los políticos invaden de nuevo las regiones con sus promesas y manifestaciones.
Esta vez, por fortuna, ha sido menos intensa esa invasión. Algo bueno le quedamos debiendo a la pandemia…
JUAN GOSSAIN

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