Posconflicto. La palabra inunda los medios desde que se empezó a ver cercano el fin de la confrontación armada entre el Estado y la guerrilla de las Farc, pero no ha sido una idea fácil de aterrizar.
Esta puede ser la tarea de la cultura, “que el pasado no sea un pasivo de la nostalgia, sino un activo para construir futuros en positivo”. La frase es de Fernando Vicario Leal, periodista español con magíster en Estudios Iberoamericanos. (También: Víctimas y victimarios de Eta, en una misma mesa gracias al teatro).
Según él, uno de los panelistas invitados al primer Congreso Nacional de Gestores Culturales Colombianos que empieza el próximo jueves en la sede Manizales de la Universidad Nacional, la cultura tiene dos “encargos”: administrar la memoria e imaginar un nuevo país.
Para el coordinador de la especialización en Gestión Cultural de la Nacional en Manizales, Winston Licona Calpe, “el pasado permite fortalecer las identidades culturales y colectivas, porque sin memoria no seríamos nada, pero en la gestión cultural tenemos que hablar en presente”.
Licona considera que la cultura es una herramienta para construir ciudadanía en las regiones donde el conflicto ha hecho de las suyas por la ausencia del Estado y que constituyen el reto más grande de esta nueva etapa en la historia del país. “No se trata de hacer eventos”, dice. Su labor es acompañar procesos.
“En El Tigre nunca se había hecho teatro”, asegura Luis Antonio Santacruz, un ingeniero forestal que se dedicó a enseñar ecología en el único colegio de la inspección, en Valle del Guamuez (Putumayo), y dio con el arte dramático como una forma de alejar a los jóvenes de los grupos armados de la zona. (Además: Terminó el Festival Internacional de Teatro de Manizales).
La semana pasada, su grupo Tierra Fértil se presentó en el Festival Internacional de Teatro de Manizales, en funciones compartidas con Talento y Futuro, de Turbo (Antioquia). El director de este, Ramón García Gutiérrez, afirma que “nosotros nos adelantamos al posconflicto en nuestro territorio”.
Ambas fundaciones han llegado a eventos como este y el Iberoamericano de Bogotá –que inauguraron en marzo pasado en colaboración con una compañía española profesional– con el apoyo de la Unidad de Víctimas, como ejemplos de transformación por medio del arte.
“Hemos intentado cambiar vidas. Suena muy prepotente decir que lo hemos logrado”, dice Santacruz. Sin embargo, su labor ha despertado el interés internacional y en los próximos meses viajarían a Washington, con el apoyo de la Agencia Internacional de Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid).
La relación entre la cultura y el posconflicto fue también el tema de un seminario en la agenda académica del Festival de Manizales. La fundadora y directora del Teatro Justo Rufino Garay de Nicaragua, Lucero Millán, fue una de las ponentes. (Fotos: Emociones encontradas del Festival de Teatro de Manizales).
Asegura que “la función del artista es tener una posición crítica, para jugar con esta realidad y soñar con otra posible” y que, para adelantarse al futuro, es necesario innovar también en las formas de narración. “No basta con tener ideas supuestamente revolucionarias”, sentencia.
En el festival se expresó todo eso. No solo en las obras de los jóvenes de Urabá y Putumayo, sino también en piezas de compañías nacionales y extranjeras con trayectoria.
El homenajeado Teatro La Candelaria presentó ‘Camilo’, inspirada en el sacerdote Camilo Torres Restrepo, uno de los padres de la sociología en Colombia, pero más recordado por su adhesión al Eln y su muerte en el primer combate. (Imágenes: Así fue el primer fin de semana del Festival de Teatro de Manizales).
El grupo M Teatro, de la Universidad de Caldas, montó ‘Guadalupe años sin cuenta’, también creación original de La Candelaria, sobre la guerrilla llanera de mediados de siglo. En una función especial de abrebocas, el Teatro Petra presentó la pieza inaugural del año pasado, ‘Labio de liebre’, una reflexión sobre la justicia, la verdad y el perdón.
Los españoles del proyecto 43-2 trajeron ‘La mirada del otro’, una obra documental sobre el encuentro entre un exintegrante preso del grupo separatista vasco Eta y la hija de una de sus víctimas. El Justo Rufino presentó ‘La ciudad vacía’, sobre Managua (Nicaragua) en los años ochenta, tras el triunfo sandinista.
¿Sí o No?Pero, ¿puede el arte tomar partido frente a la coyuntura del país, por ejemplo, de cara al plebiscito del próximo 2 de octubre, en el que los colombianos decidirán si apoyan o no el acuerdo final entre el Gobierno y las Farc?
Vicario considera que el problema trasciende la política. “Lo que está en juego no es el futuro de los dos políticos que defienden ambas posturas, sino el de los jóvenes. Lo que está enfrentando Colombia es cómo quiere vivir los próximos 60 años. Eso es un modelo cultural”.
Coincide con él Licona. “Yo sí creo que puede y debe tomar partido”, asegura. Deja a la libertad de cada artista o gestor la opción a elegir, pero reconoce que él va por el ‘Sí’. “Las expresiones artísticas son eso: muestra viva de los sentires nacionales”, agrega.
Por su parte, Millán va más allá: “Ante una circunstancia tan histórica, yo diría que es momento de ponerse del lado del ‘Sí’, porque no hay cosa más terrible que la violencia”.
Los profesores de Turbo y Guamuez están convencidos de que así debe ser y las obras que presentaron en Manizales van en ese sentido. La primera, un ‘performance’ sobre reconciliación que trasciende incluso el conflicto armado y se refiere también a otras formas de violencia. La segunda, un recorrido por la historia del Putumayo.
“En el teatro es muy difícil medir hasta dónde llegas tú en la conciencia del espectador”, reconoce Millán. Pero también señala que, “si logramos tocar la fibra y la reflexión de una sola persona, ya valió la pena”.
En El Tigre llevan seis meses sin que les rompan los tubos del agua dos veces por semana o les tumben las torres de energía eléctrica. “¿Intentar estar así por mucho tiempo y, sobre eso, construir algo mucho más duradero? Pues claro que sí”, se responde Santacruz a sí mismo.
Por eso el grupo cierra su presentación con un deseo sincero: “Ojalá a todos los que hacen la guerra los pique la machaca”. Cuenta la leyenda que el antídoto para el veneno de ese insecto es que la víctima haga el amor antes de que pasen 24 horas.
MANIZALES
Comentar