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La abnegada lucha contra el covid de los vacunadores

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Las historias de dos enfermeras ilustran el esfuerzo de trabajadores para mitigar la pandemia.

Redacción EL TIEMPO*
Mabel García Chacón y Anatilde Hernández Salcedo cuentan que en sus largos años de atender enfermos en pueblos alejados nunca habían caminado tanto en su vida y mucho menos habían pasado tantas horas en canoas, camperos, motos y mulas.
Los últimos 10 meses de estas dos mujeres han sido los más difíciles pero gratificantes de su profesión, pues aunque no se conocen, ambas tenían en sus manos la misión de llevarles las vacunas contra el covid-19 a las comunidades dispersas en la Sierra Nevada de Santa Marta y la región de La Mojana sucreña, sin importar las distancias ni los obstáculos.
Las enfermeras hicieron parte de un ejército de más de 100.000 mujeres y hombres de la salud que han tenido contacto más de 59,7 millones de veces con los hombros de los colombianos este año, aplicando vacunas para frenar una pandemia que deja más de 129.000 muertos en todo el territorio nacional. En otras palabras: gracias a su labor, más de 36,8 millones de personas han recibido al menos una dosis.
Ellas fueron el alma de la gran operación de vacunación que comenzó el 17 de febrero, en el hospital Universitario de Sincelejo, cuando la enfermera Verónica Machado recibió una dosis de Pfizer, la primera vacuna contra el covid-19 de las 71’278.864 que han llegaron durante estos meses al país.

Me daba mucho susto cuando iba en la mula por los precipicios, pensando que un error del animal podía costarme la vida

Desde entonces el Gobierno Nacional, con gobernaciones, alcaldías, EPS, hospitales y sector privado, desplegó en medio del Plan Nacional de Vacunación una inédita operación que no solo usó hospitales, clínicas, coliseos y centros comerciales en las capitales, sino que se extendió por selvas, desiertos y montañas, en los que pequeños equipos de personal de la salud se internaron, con las vacunas al hombro, en busca de miles de colombianos para inmunizarlos.

El viaje por la Sierra Nevada de Santa Marta para vacunar

La travesía de Mabel por la Sierra Nevada de Santa Marta comenzó en marzo, cuando asumió ser la coordinadora del plan de vacunación en la ESE Paz del Río, de Fundación, Magdalena, donde vive con su pareja y tres hijos.
“Siempre había querido conocer la Sierra Nevada de Santa Marta, pero no pensé hacerlo en estas circunstancias”, cuenta.
Su rutina y la de sus tres compañeras de vacunación era madrugar a las 5 de la mañana, en compañía de dos hombres, y sumergirse en esa desconocida cadena montañosa, de 17.000 kilómetros cuadrados y picos de hasta 5.700 metros sobre el nivel del mar, en busca de campesinos para aplicarles el biológico.
Recuerda que en la primera incursión no llevaron las provisiones suficientes y a mitad de camino se les acabó el agua y tuvieron que pasar la noche muriéndose de frío con una sábana delgada. “Bebimos el agua del río y regresamos demasiado estropeados al día siguiente, apenas terminamos nuestra tarea”, recuerda.
Mabel asegura que cada recorrido traía su propia dificultad. “Había días en que el campero no nos podía llevar hasta las zonas altas y nos tocaba caminar tres y cuatro horas, pero cuando llovía mucho debíamos irnos en mula hasta cierto punto y luego continuar otro tramo a pie”, relata.
Mabel García Chacón comenzó con su labor de vacunación en la Sierra Nevada en marzo del 2021.

Mabel García Chacón comenzó con su labor de vacunación en la Sierra Nevada en marzo del 2021.

Foto:Cortesía

En sus viajes le tocó correr, saltar, mojarse, atravesar lodazales y hasta aprender a montar en mula. Todo esto, siempre, cuidando como a su propia vida las vacunas que no podía dejar caer, humedecerse o que perdieran la cadena de frío.
“Un día mientras intentaba subirme en una bestia me fui al suelo y con tal de proteger las vacunas puse todo el peso en mi cadera y me la golpeé fuerte, pero no tuve otra alternativa que levantarme y seguir el camino”, cuenta la enfermera, quien agrega que por fortuna a las dosis no les pasó nada.
Esta enfermera se considera una mujer fuerte y valiente, pero confiesa que por momentos tuvo miedo de morir en esos viajes.
“Me daba mucho susto cuando iba en la mula por los precipicios, pensando que un error del animal podía costarme la vida”, relata.
Luego de las travesías arribaban a pequeños caseríos a los que no llega la luz ni la señal de celular. Había pocas tiendas y algunas quedaban hasta a media hora de camino.
Pese a que los líderes de la zona anunciaban su llegada, mucha gente no acudía a los puntos señalados y tocaba ir a buscarlos de casa en casa, de finca en finca, por lo que los recorridos se alargaban. Y, cuando por fin llegaban a un lugar, muchas veces les decían que no se querían vacunar.
“Unos piensan que son inmunes al covid, otros no creen en el virus o prefieren la medicina natural. Todavía incluso existen personas que dicen que en la vacuna hay un chip para monitorearlos y se niegan hasta lo último”, comenta.
Mabel García Chacón comenzó con su labor de vacunación en la Sierra Nevada en marzo del 2021.

Mabel García Chacón comenzó con su labor de vacunación en la Sierra Nevada en marzo del 2021.

Foto:Cortesía

Trataban de convencerlos con charlas y videos, unas veces lo lograban, pero otras, no. En muchas ocasiones regresaron con más de la mitad de las vacunas.
En una zona iban a vacunar a 300, pero solo aceptaron 80. “Es desmotivante cuando eso sucede, ya que el sacrificio que hacemos para llegar es enorme”, sostiene.
A pesar de esa resistencia de la comunidad rural, Mabel dice que el balance de la vacunación en la Sierra Nevada es positivo y ya han inmunizado más de tres mil personas en su zona.

Nos tocaba ir a casas construidas sobre tambos, porque no había un solo lugar seco, toda una odisea

“En cada nuevo viaje encontramos a la gente un poco más dispuesta y con un poco más de confianza al ver que quienes ya están vacunados no han presentado ninguna dificultad de salud”, agrega.
Mabel dice que aprendió mucho de los viajes a la Sierra, donde viven sin tecnología ni acceso a servicios básicos, pero siempre se las ingenian para sobrevivir y ser felices. “Uno, que prácticamenteen la zona urbana lo tiene todo, permanece inconforme”, comenta.

En canoa por La Mojana, una región inundada

A Anatilde, una auxiliar de enfermería de 42 años de edad y 16 de experiencia, le tocó vivir estos meses entre el agua, en sus jornadas de vacunación por toda la zona rural de Sucre, un pequeño municipio del departamento que lleva el mismo nombre, famoso porque fue despensa agrícola de Colombia y porque allí pasó su adolescencia el nobel Gabriel García Márquez.
El pueblo, en el corazón de la subregión de La Mojana, permanece inundado gran parte del año, por caños y ríos.
Anatilde cuenta que les pasó de todo y hasta casi la matan por las vacunas. En el corregimiento de Chaparral, distante 40 minutos de la cabecera municipal, en mayo, unos cuatro jóvenes en dos motos les apuntaron con armas de fuego a la cabeza y las obligaron a entregarles 45 vacunas.
Casi no se repone del susto, pero siguió y agrega que eso no fue lo peor, que llegaron a zonas donde el barro les llegaba hasta la cabeza.
“Nos tocaba ir a casas construidas sobre tambos, porque no había un solo lugar seco, toda una odisea”, agrega la mujer que trabaja desde los 13 años, fue empleada doméstica para pagarse sus estudios y logró que su hija se graduara de arquitecta.
Cuenta que su trabajo era tan duro que el estrés la estaba acabando. Sufrió infecciones urinarias y migrañas.
Anatilde Hernández Salcedo es una auxiliar de enfermería de 42 años, y 16 de experiencia, que trabaja en zona rural de Sucre, en Sucre. Foto: Cortesía

Anatilde Hernández Salcedo es una auxiliar de enfermería de 42 años, y 16 de experiencia, que trabaja en zona rural de Sucre, en Sucre. Foto: Cortesía

Foto:Cortesía Martín Acuña

“Una cosa es decirlo y otra vivirlo. En el corregimiento de Bajo Pureza nos bajamos de una lancha y nos subimos a una moto que se quedó sin frenos y nos fuimos contra una cerca de alambre que estaba electrificada, y casi nos electrocutamos porque me tocó meter la mano para que al termo de las vacunas no le pasara nada”, dice todavía con susto, pero con satisfacción de haber salvado las dosis.
Cuenta que ellas se sienten felices por haber logrado vacunar a tanta gente que vivía lejos, pero agrega que es triste que a muchas de las enfermeras, pese a su esfuerzo, les demoren sus sueldos. A Anatilde le deben todavía cuatro meses, y a sus compañeras, hasta seis.
Esto la llevó a cambiar de trabajo, pero sigue en lo mismo; en octubre se unió a una comisión de la Organización Panamericana de la Salud que acompaña la vacunación en canoas por La Mojana.

Ayudando a salvar vidas

Once meses después de que se aplicó la primera dosis de vacuna contra el covid-19 en Colombia, el Gobierno, que ha enfrentado problemas por la escasez mundial de biológicos, reporta que en el país el 72,2 por ciento de la población tiene primeras o únicas dosis, y un 50,8 por ciento, segundas y únicas dosis.
“Tenemos que seguir adelante y avanzar significativamente en lograr la mayor inmunidad en nuestros territorios”, aseguró Gerson Bermont, director de Promoción y Prevención del Ministerio de Salud.
El funcionario destaca que 534 municipios están por encima del 72 por ciento de la meta; 89 municipios, entre el 68 por ciento y el 72 por ciento, y 498 están por debajo del 68 por ciento.
La vacunación ha avanzado principalmente en grandes centros urbanos, donde se destacan por encima del 70 por ciento ciudades como Bogotá, Barranquilla, San Andrés y Cartagena, y regiones alejadas como Mitú, Inírida y Florencia están rezagadas.
Aunque todavía hay mucha gente que no se quiere vacunar en las zonas apartadas de la Sierra Nevada y La Mojana, Mabel y Anatilde se sienten orgullosas porque han ayudado a salvar más vidas en estos meses que durante todo el ejercicio de su profesión, y seguirán, junto con los más de 100.000 vacunadores, comprometidas en la búsqueda de al menos 9,7 millones de colombianos que aún no tienen completos sus esquemas.
En cada vacunadora del país hay una Mabel García y una Anatilde Hernández, mujeres con fortaleza que hacen todo por honrar su trabajo, en cualquier rincón del país.

Fernando Ruiz, el ministro de la pandemia

Ruiz dijo que cerca de 15 millones de personas en condición de riesgo serán los primeros en recibir la vacuna.

Ruiz dijo que cerca de 15 millones de personas en condición de riesgo serán los primeros en recibir la vacuna.

Foto:Ministerio de Salud

A la cabeza de este plan de vacunación ha estado el ministro de Salud, Fernando Ruiz Gómez, quien ha ejercido este cargo desde el mismo inicio de la pandemia, al punto que todo su conocimiento como salubrista, investigador y docente lo ha dejado plasmado en este ejercicio que ha sido reconocido dentro y fuera del país.
Pegado al rigor académico y abierto a poner en práctica y sin demora la evidencia que dejan los estudios que se realizan a nivel mundial, Ruiz Gómez ha sido un funcionario cercano a las comunidades a las que llega desprendido de presunciones y siempre con el ánimo de aportar soluciones.
Es un trabajador infatigable, que reconoce a cada paso y con nobleza la responsabilidad que tiene al velar por la vida y el bienestar de toda la población colombiana, condiciones que comparte con un equipo técnico de primera línea y que en conjunto toman decisiones sobre la marcha; por sus resultados, han logrado que la comunidad esté literalmente tranquila al interpretar que está en buenas manos.
Su capacidad de liderazgo y su claridad conceptual le han granjeado un puesto relevante en el actual gobierno, tanto que sobre sus hombros descansa uno de los planes bandera de esta administración: sacar adelante un plan de vacunación amplio, digno, equitativo y gratuito para todos.
Quienes lo conocen de cerca saben que su amabilidad no riñe con la firmeza y determinación cuando de tomar decisiones estrictas se trata.
Por todo eso, y por ser la persona que a juicio de muchos era la indicada para manejar la pandemia, Fernando Ruiz Gómez es también uno de los personajes de este 2021 que termina.
ROGER URIELES Y FRANCISCO BARRIOS*
Para EL TIEMPO
SANTA MARTA Y SINCELEJO
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ*
Editor de la Unidad de Salud
EL TIEMPO
Redacción EL TIEMPO*
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