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La verdad de lo que está pasando con el coronavirus en Cartagena

Cartagena tiene un 60 por ciento de trabajadores informales que necesitan salir para buscar su sustento.

Cartagena tiene un 60 por ciento de trabajadores informales que necesitan salir para buscar su sustento.

Foto:Ricardo Maldonado. EFE

La ciudad tiene una de las tasas de contagio por covid-19 más altas del país. Aquí algunas razones.

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Al amanecer del sábado 23 de mayo prendí el computador para buscar las noticias. Entonces vi que este periódico abría su edición electrónica, en todo lo alto y ancho de su primera página, con un llamativo titular de letras blancas sobre fondo rojo: ‘¿Cómo y cuándo se disparó el coronavirus en Cartagena?’.
Confieso que en ese momento sentí que me estaban haciendo un desafío para encontrarle respuesta a esa pregunta. Desafío doble, además, en mi condición de periodista y de residente en Cartagena.
Seguí adelante, revisando las noticias, y encontré que la prensa de todo el país, con una alarma ampliamente justificada, se preguntaba por qué Cartagena, teniendo en cuenta la cantidad de habitantes, es la ciudad colombiana con un mayor número de contagios a causa de la peste que nos tiene acorralados.
Entonces sentí que el desafío se me estaba creciendo y resolví ponerme a averiguar cuáles son las causas reales y auténticas de esa tragedia, sin artimañas politiqueras para esconder la verdad ni para disimularla.

De indisciplina al rebusque

Por estos días abundan, no solo en los periódicos y la televisión locales de Cartagena, sino en los de todo el país, las fotografías del gentío en tumultos y aglomeraciones en las calles de la ciudad, en el mercado público, jugando dominó en las esquinas, a pesar de tantas advertencias para que las familias permanezcan en sus casas.
Me duele mucho tener que admitirlo, pero esa indisciplina social existe en Cartagena y en buena parte es culpable de la situación. Pero no es solo eso. Hay una causa peor. La pobreza en esta ciudad es agobiante. Con decirles que el 60 por ciento de los trabajadores cartageneros son informales, no tienen un contrato, viven de lo que puedan conseguir en la calle. Es lo que ellos mismos llaman “el rebusque”.
Con virus o sin virus, por desgracia, tienen que salir cada día a ganarse el almuerzo para sus hijos, a ver dónde cargan un bulto o a qué turista le llevan la maleta. “Si no salgo a rebuscarme, mis hijos no comen”. Es a ellos a quienes agarra el virus en la mitad de la calle.
Como dicen los campesinos del Caribe, “el hambre del pobre no es de un solo día”. Y no es por amargarles la vida a ustedes, los lectores, sino por hablar de la cruda realidad que nos espera: si antes de la peste esas personas no tenían empleo, imagínense cómo será después de la peste.

Quiero hacerles mi propio desafío al Gobierno, a los empresarios de la salud, al sistema político que nos gobierna, a la prensa y a todo el mundo: que nos digan la verdad completa

¿Y las pruebas del virus?

Mezclando esos dos motivos, el desorden social por un lado y las asechanzas del hambre por el otro, apenas empezó la pandemia se crecieron en Cartagena las cifras de contagiados. Cada día son mayores. Y la cantidad de muertos es aterradora.
Por eso fue que, el 8 de abril, la alcaldía firmó un contrato con una empresa barranquillera, por 725 millones de pesos, para que hicieran pruebas rápidas a diez mil cartageneros en un plazo de treinta días.
Hubo protestas y escándalo porque los expertos consideraron que el sobrecosto era descomunal. Pero eso no fue lo peor. Lo peor es que pasaron los treinta días de plazo. Pasaron cuarenta. Han pasado ya 50 días –mientras escribo estas líneas– y las pruebas médicas no aparecen por ninguna parte. La plata tampoco.
Ante esa intolerable situación, el procurador provincial de Cartagena, Guidobaldo Flórez Restrepo, le envió un oficio urgente al alcalde pidiéndole explicaciones de lo que estaba pasando. La Oficina Jurídica de la alcaldía le respondió y, entonces, el procurador general de la Nación, Fernando Carrillo, publicó en las redes sociales un mensaje que dice: “En respuesta a los requerimientos de la Procuraduría General, Alcaldía de Cartagena informa que inició proceso administrativo por el presunto incumplimiento en el contrato de las pruebas rápidas”. ¿Presunto?

Clínicas y hospitales

Seguí avanzando en la búsqueda de la verdad, sacándoles el cuerpo a los caminos torcidos, las falsedades y las emboscadas. Me metí en la interminable tarea de averiguar qué es lo que pasa en clínicas y hospitales. En términos concretos: me metí en ese laberinto sombrío del sistema de salud.
El país entero recuerda lo que pasó el 8 de marzo. Era domingo, para ser exactos, y ese día se dio la primera hospitalización de un paciente al que se le diagnosticó covid-19 en Colombia, en la clínica Medihelp de Cartagena. Era una viajera británica de 84 años que había llegado a la ciudad navegando en un crucero.
Veintitrés días después, recuperada por completo gracias al servicio médico, la señora pudo regresar a su tierra. El país entero, y buena parte del mundo, vieron las imágenes de su salida de la clínica, en una silla de ruedas, en medio de sonrisas felices y aplausos a los médicos, a las enfermeras, a sus ayudantes, a todos los empleados.
No hubo el más mínimo inconveniente financiero porque la señora pagó todos sus gastos hospitalarios con un seguro de salud inglés, que se hizo efectivo en el acto. Que si hubiera sido con el seguro de una compañía colombiana…

Estamos afrontando la peor crisis de nuestra historia por cuenta de una cartera asfixiada de deudas que no pagan las empresas de salud ni el Gobierno

‘De héroes a víctimas’

Ahora me pongo a conversar con el doctor Roberto Carlos Galván, director administrativo y comercial de la misma Medihelp, que es médico pero también se graduó de abogado y, además, de administrador en salud. Ni siquiera han pasado dos meses desde el caso de la dama inglesa y ya se apagaron los vítores, las aclamaciones, el júbilo.
–Es que pasamos de héroes a víctimas –dice él, adolorido–. Hoy estamos enfrentados, otra vez, a un mal peor que el coronavirus. Ese mal nació gemelo con el sistema de salud colombiano creado por la Ley 100, hace treinta años. Ese mal es la corrupción, la inoperancia y la desidia gubernamental.
El doctor Galván me explica que, en este momento, y en el caso concreto de Medihelp, “estamos afrontando la peor crisis de nuestra historia por cuenta de una cartera asfixiada de deudas que no pagan las empresas de salud ni el Gobierno. Esas deudas eternas superan ya la tercera parte de nuestro ingreso anual”.
Miren esta cifra, pero mírenla con cuidado: en el solo caso de Medihelp, “nuestras pérdidas superan ya las utilidades de los años 2018 y 2019 juntos”.

Los sobrecostos

Y, como si fuera poco, a los hospitales se les vino encima la especulación con precios y sobrecostos.
–Apenas se presentó la pandemia –agrega el doctor Galván–, empezaron los abusos con los precios no solo de víveres y elementos hospitalarios de aseo, sino también con los protectores que necesita el personal que está en contacto con los pacientes. Empresas sin escrúpulos acapararon esos elementos, les subieron los precios y, como si fuera poco, nos exigieron pagos anticipados.
Le pido a Galván que, para ilustrar a los lectores, me ponga algunos ejemplos de lo que está diciendo. En seguida lo hace:
Un tapabocas del tipo N95, que el año pasado costaba entre 6.000 y 8.000 pesos, pasó a costar 23.000 pesos. Subió el 300 por ciento en dos meses. Y solo lo vendían a quien comprara más de dos mil unidades y las pagara por adelantado. Eso sigue ocurriendo sin que el Gobierno Nacional haya sido capaz de controlar semejantes abusos.
Llegó, como era natural, el momento en que tuve que hacerme esta pregunta: si eso es con una sola clínica, ¿cómo será la situación de todos los centros hospitalarios? ¿Cuánto les estarán debiendo? ¿Desde cuándo?

Las deudas infinitas

Con la ayuda de varios especialistas, a quienes les quedaré agradecido de por vida, logré reconstruir una lista horrenda, inconcebible, increíble. Los invito a este paseo por el infierno.
En un balance de cuentas hasta el 30 de abril pasado, aparecen 128 deudores que les deben a los hospitales y clínicas de Cartagena la suma exacta de $334.065’390.744. Tal como lo ven: más de 334.000 millones de pesos.
¿Cómo puede sobrevivir así un hospital? ¿Cómo hace para comprar tapabocas y antibióticos? ¿Y para pagarles a médicos y empleados?
En esa lista de deudores, la mayoría de los cuales ha incumplido ya sus fechas de pago, volviéndose largamente morosos, hay de todo lo que usted quiera: empresas de salud, gobernaciones y alcaldías, municipios y departamentos, secretarías de Salud, compañías de seguros. La sola gobernación del propio Bolívar, cuya capital es Cartagena, les debe 17.500 millones.

Mayor y menor

El deudor más grande que aparece en esa lista interminable es Coomeva, que debe a clínicas cartageneras nada menos que 41.300 millones de pesos. Y, como hecho bien curioso, no resisto las ganas de incluir al último de todos: es la Secretaría de Salud Departamental de Arauca, con una deuda de 3.362 pesos. Tres mil pesos, Virgen Santísima, por cuenta de Arauca, que queda al otro costado del país.
¿Cuándo van a pagar? Nadie lo sabe.
–Aunque parezca increíble –anota el médico Galván–, lo más insólito de esta situación no es la deuda en sí; lo más grave es que nadie sabe con exactitud, ni siquiera el Gobierno Nacional, cuánto es la suma exacta que le deben al sistema hospitalario en todo el país.
Una investigación que acaba de terminar la Asociación Nacional de Empresarios (Andi) revela que a sus clínicas afiliadas en Colombia entera les deben 2,4 billones de pesos. Billones. Pero por fuera de esa cifra quedan los hospitales públicos y los que, siendo privados, no están afiliados a la Andi. De modo que ni siquiera se conoce una cifra con exactitud.

Epílogo

Bueno, ya vimos que los números no mienten. ¿Qué es lo que más nos contagia, el virus o la corrupción?
Antes de ponerle punto final a esta crónica, y así como yo me sentí desafiado a averiguar qué es lo que está pasando, a nombre no solo de todo el pueblo cartagenero, sino de todo el pueblo colombiano, yo quiero hacerles mi propio desafío al Gobierno, a los empresarios de la salud, al sistema político que nos gobierna, a la prensa y a todo el mundo: que nos digan la verdad completa.
No más mentiras, por Dios. No más engaños al país. Queremos la verdad absoluta y entera. Tenemos derecho a ella.
JUAN GOSSAIN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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