“¿Dónde estás?”. Esa fue la pregunta que le hizo Luz Marina Muñoz a su hija Nayeli Drisdell Hurtado Muñoz. La colombiana, que hoy tendría 19 años, salió de su casa en la colonia (barrio) Santo Domingo, en el Distrito Federal de México. Se dirigía a colonia Roma, a una entrevista de trabajo, a las 11 de la mañana del primero de abril del 2014.
(Además: Cruzada para esclarecer crímenes de colombianos en México)
La joven solo balbuceó. “Yo no le entendí lo que dijo”, comenta sobre ese día Muñoz, comerciante radicada en México desde el 2000. Desde entonces comenzó su calvario, porque no volvió a saber nada de su hija.
Casi cinco meses después, el 25 de agosto del 2014, desapareció Jackeline López Patiño. Y tampoco hay información de lo que le pasó a Camilo McAllister Maldonado, desaparecido en Ciudad de México.
La antioqueña Alia Vanessa Uribe Calderón se perdió en Morelia, en Michoacán. La madre dice que su hija, de 32 años, viajó en septiembre a Cancún a negociar ropa y que el 29 de noviembre del 2013 le dijo por una red social que estaba en Morelia, por un negocio. El dueño del hotel, Alfonso Rangel, dice que Alia salió a las 9 de la noche del 30 de noviembre al bar La Cantinita; regresó a las 11:30 p. m., y a las 2 a. m. “se fue con una persona y nadie supo más”.
Estos casos hacen parte de una lista de 150 colombianos desaparecidos, entre 11.000 migrantes de diferentes países, según la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, aunque la Embajada de México en Colombia reporta 63.
El Sistema Nacional de Seguridad Pública de México, reporta 7.092 mujeres desapariciones en la última década, la mayoría mexicanas.
En solo nueve años, tiempo que coincide con las acciones más cruentas de los carteles de México, han desaparecido 25.634 personas. En los últimos 62 años, hubo 22.121 en el territorio colombiano.
Desde septiembre del 2014, en el estado Guerrero no hay rastro de 43 estudiantes mexicanos.
En Michoacán desaparecieron, el 31 de diciembre del 2013, los huilenses Jimmy Alejandro Rojas y Arnoldo Celis. Sus familias recibieron una llamada cinco días después y pagaron 10.000 pesos mexicanos por su liberación, pero no aparecieron.
La familia de Helio Rodrigo Toro tampoco sabe de este quindiano, de 30 años. Desapareció en Poza Rica de Hidalgo, en Veracruz. Juliana Toro dice que, según testigos, a su hermano lo habría arrestado la Policía por no tener documentos.
(Vea: En México, el Estado no busca a los desaparecidos)
En algunos casos, las autoridades hablan de retaliaciones. En esa lista se mencionan muertes de mexicanos con decapitaciones en el centro del Valle y el Eje Cafetero, en los últimos diez años. Una de las víctimas, Carlos Alberto Alvarado, desapareció en Pereira y lo hallaron encostalado en Santa Rosa de Cabal (Risaralda).
El 17 de noviembre del 2015, cinco días después de su desaparición, aparecieron los cadáveres de cinco colombianos, de Antioquia y el Eje Cafetero, cerca de la finca El Langostillo, en Veracruz, México. Estaban semidesnudos, maniatados, con el rostro vendado y con señales de tortura. Ellos serían cobradores de préstamos ‘gota a gota’. En mayo, en Loretto, Zacatecas, desapareció Paulo Valbuena, quien viajó desde Huila.
La familia del bogotano, Deyvi Orlando Quiroga, tampoco sabe del joven de 22 años, que viajó el año pasado a México y desapareció en Morelos el 11 de abril del 2016. Su madre, Myriam Vera, dice que la última vez que supo de él fue en esa madrugada. Le grabó un video con el celular desde una discoteca.
El pasado 20 de agosto desapareció el ingeniero de sistemas Javier Guillermo Vargas, de 37 años, con familia en el barrio Kennedy, Bogotá, y residenciado hace cuatro años en Nuevo León, México. Sheila Rincón, su esposa, dijo: “Pusimos denuncia a la Procuraduría de México y nos comunicamos con el consulado colombiano, pero dicen que no me pueden apoyar, que no tienen la potestad de hacer ese tipo de operaciones”.
CAROLINA BOHÓRQUEZ
Con información de ‘El Universal’ de México.