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Colrosario educa con suavidad en el modo y firmeza en los objetivos
Colegio Nuestra Señora del Rosario de Manizales

La institución está implantando una clase de robótica con su propio laboratorio. Las estudiantes destacan el manejo de las tecnologías para el aprendizaje.

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Jonh Jairo Bonilla

Colrosario educa con suavidad en el modo y firmeza en los objetivos

Por 69 años, el plantel manizaleño ha formado niñas en valores cristianos y buenas bases académicas.

Tres estudiantes y dos egresadas del Colegio Nuestra Señora del Rosario coinciden en que allí han sentido que las “consienten” pero, al mismo tiempo, les exigen en todas las dimensiones.

Dice su rectora, sor Inés de Jesús Torres Duarte, que esto se debe a la pedagogía propia de las Dominicas de Santa Catalina de Sena, primera orden religiosa femenina del país. Esta fue fundada el 18 de febrero de 1880, en Villa de Leyva (Boyacá), por fray Saturnino Gutiérrez y la madre Gabriela de San Martín.

Citando al Espíritu Santo, la religiosa resumía entonces su método como ser “suaves en el modo, firmes en el objeto”. Es decir, “tratar, dirigir y enseñar a las niñas con dulzura y caridad”. Así, la congregación se ha dedicado a educar niñas y jóvenes y llegó, en 1948, a Manizales.

“Los profesores y hasta las personas de servicios generales son como papás. Hay mucha confianza. Tienen la calidad humana que nos exigen y nos guían más de lo que nos enseñan”, dice la personera del plantel, Alejandra Sepúlveda. Ella estudia en el Rosario desde tercero de primaria y ahora, con 16 años, espera su grado para estudiar administración de empresas.

La secunda Tatiana Varela Toro, egresada en 2015 y hoy estudiante de ingeniería electrónica en la Universidad Nacional sede Manizales. “El colegio es muy afectivo. Uno extraña eso cuando sale”, reconoce.

La representante estudiantil destaca también la apertura de la institución a escuchar a sus 765 alumnas para mejorar. “Casi que los directivos son como nuestra mano derecha y no al contrario”, destaca la joven, mientras sus compañeras asienten.

Los padres, por supuesto, tienen sus propias instancias de participación para la toma de decisiones. La coordinadora académica de Colrosario, Adriana Toro López, explica que allí “no se matriculan niñas, sino familias”.

Por eso, asisten a actividades que van desde conversatorios sobre el futuro del colegio hasta talleres inspirados en la encíclica ‘Sobre el amor en la familia’ del papa Francisco. Incluso, algunas parejas deciden casarse en las instalaciones del colegio.

Este acompañamiento, que interviene y ayuda a resolver conflictos de los hogares, es una de las cosas que más valora de la institución Laura Sofía Serrato, de 13 años. “Tienen muy en cuenta a la familia en todas las actividades”, señala la estudiante de octavo grado.

El colegio es muy imaginativo a la hora de enseñar.

Todo esto contribuye a la calidad académica. “Le despiertan a uno el amor por aprender. Uno estudia para eso y no solo por pasar”, dice Valentina Vargas Patiño, compañera de Tatiana tanto en el colegio como en la Nacional.

La joven de 18 años añade que “el nivel académico y la disciplina que cogí acá me han servido muchísimo en la universidad”. Cuenta que solo estudió dos años en el Rosario, pero fueron suficientes para volverse “muy juiciosa”.

Es que la enseñanza de las materias es, además, “dinámica”, según Alejandra. Por su parte, Laura considera que “el colegio es muy imaginativo a la hora de enseñar las cosas”. Casi todo lo aprenden con base en prácticas de laboratorio, incluso están incursionando en la robótica con un aula nueva para ese efecto.

Luego, el conocimiento de las diferentes áreas converge en proyectos grupales de síntesis que se exponen a final de año. Todos los grupos, de acuerdo con su nivel, desarrollan iniciativas en torno a un tema. En 2017, preparan una cumbre climática sobre los problemas del medio ambiente en la ciudad.

El cierre del proceso es con los seminarios de grado 11, en los que cada una escoge y asiste a clases bajo su propia autonomía y responsabilidad. “Es una súperexperiencia”, asegura María Camila Orozco Muñoz, de 16 años. Es el paso final para ser estudiantes que se destacan en la universidad por su calidad académica y, sobre todo, humana.

Desarrollo es con artes y deportes
Colegio Nuestra Señora del Rosario de Manizales

Las artes, como la música, son un componente fundamental de la pedagogía del Rosario desde el preescolar.

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Jonh Jairo Bonilla

Por aburridora que pueda parecer la sigla DPA, esta identifica una de las partes favoritas de las estudiantes del Colegio Nuestra Señora del Rosario de Manizales en su proceso de formación.

Las tres letras se refieren al Desarrollo de Potencialidades de Aprendizaje. Aunque sigue sonando acartonado, se refiere a actividades artísticas, culturales y deportivas que aportan al crecimiento de las niñas y jóvenes aspectos diferentes a las clases tradicionales.

En el menú están las danzas, la música instrumental o en coros y las artes plásticas. Los idiomas tienen su espacio, aunque cambian según la demanda, pero hay inglés, francés y portugués.

Estas áreas extracurriculares también aportan al final de los procesos anuales en las presentaciones de los proyectos de síntesis, que muchas veces se socializan por medio de obras de teatro, por ejemplo.

Hasta la culinaria aparece entre las opciones. Así, también entra el programa de infancia misionera, dedicado a la proyección social de las niñas como “anunciadoras del evangelio”, según explica la rectora del plantel, sor Inés Torres, con base en el legado de san Juan Pablo II.

Hay muchas estudiantes que se destacan a nivel nacional.

Pero, como suele suceder, la lista más grande de posibilidades está en el campo deportivo. Patinaje, natación, voleibol, baloncesto y fútbol son algunas.

Las estudiantes lo ven como una oportunidad de representar a la institución en otros escenarios, con ese “sello” que dicen tener como rosaristas y que identifican con el liderazgo y la calidad humana. “Hay muchas compañeras que se destacan a nivel nacional”, señala orgullosa María Camila Orozco, de grado 11.

El ejemplo más célebre entre ellas es el de Valentina Villegas Castaño. Cuando no está con ellas en clase, recorre las pistas de BMX a nivel nacional e internacional. “Le ha tocado competir hasta con Mariana Pajón. ¡Imagínese eso!”, comentan las jóvenes en el colegio. Sí, al lado de la única colombiana que ha obtenido dos medallas olímpicas de oro.

Las estudiantes tienen la libertad de participar en las actividades que más les gusten. Hay que hacer la salvedad de que algunas tienen costos adicionales a los de la matrícula, porque se practican en instalaciones que no hacen parte del colegio y es necesario cubrir, por ejemplo, el transporte.

No obstante, Torres destaca que el arte y la música también están presentes en las primeras etapas de formación como una especie de “aprestamiento” para el aprendizaje a partir de primaria. “En el preescolar tenemos una dinámica pedagógica lúdica, basada en el movimiento para desarrollar el pensamiento y las habilidades psicomotrices”, explica.

La directora señala que esta fue una metodología que se cambió en el colegio, que antes tenía unos cursos más tradicionales para las niñas de jardín (leer, sumar, etcétera). Pero destacó que la implementación de estas nuevas formas, inspiradas por la pedagoga María Montessori, entre otros pensadores de este campo, “ha dado muy buenos resultados”.

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