“Yo sé que mi hijo es un héroe, pero no volverá a estar conmigo. Nunca más, nunca más. Y sí, yo le doy gracias a mi hijo porque fue una persona muy buena, que siempre tuvo una sonrisa para ayudar a la gente”.
Sandra Rojas, la madre del médico Carlos Fabián Nieto, no para de llorar. Habla de su hijo mientras llora. Su hijo, de 33 años: el primer médico que murió en Colombia por cuenta del covid-19. Su muerte se conoció el pasado 11 de abril en horas de la mañana. Ocurrió en la Clínica Colombia, donde trabajaba hace un año.
“La gente que no se cuida, y que sale de sus casas, debe entender cómo perjudica a personas buenas, que le sirven a la humanidad, que dan la vida por todos, como la dio mi hijo. Les digo a los médicos que se cuiden para que sus familias no pasen por las que estamos pasando”, dice la mujer, minutos después de que el cuerpo de su hijo entrara en el crematorio del cementerio Jardines de la Paz, en Bogotá. Un funeral sencillo, con muy pocas personas, sin velación, sin rituales. Como debe ser en estas épocas por razones sanitarias.
“El país debe entender esto: cómo despedimos a un hijo. Ya no tenemos a quien abrazar para que nos dé fortaleza. Toca vencer esto entre todos”, dice el padre, Carlos Nieto.
A Carlos Fabián Nieto lo recordarán como un amante de la adrenalina que proporcionaban las salas de urgencias y las unidades de cuidados intensivos. También disfrutaba de la fiesta y de los paisajes del Llano, su tierra.
En su familia lo conocían como Pepito, un apodo en referencia a Peppa pig, el programa de televisión favorito de su hija Samantha. Nieto no le tenía miedo ni a las urgencias ni mucho menos al dolor. Pero sí al trabajo de sus padres en los Llanos: fumigar cultivos en avionetas. Sentía que la profesión de su familia era riesgosa.
Carlos, nacido en Ibagué, Tolima, pero llanero desde los tres meses, comenzó a estudiar desde su primer año en el Osito Pachala, un jardín infantil de Villavicencio. Toda su primaria y parte del bachillerato transcurrieron en el colegio La Santísima Trinidad, también en la capital del Meta.
Gracias a una prueba psicológico-vocacional logró descubrir su don de servicio. Eso ocurrió en el Colegio Departamental de la Esperanza, donde cursó décimo y grado once. En ese momento supo que quería ser médico.

Carlos Fabián Nieto, médico general, quien no tenía comorbilidades (enfermedades de base o crónicas) salvo hipertiroidismo.
Archivo particular
Tras graduarse como bachiller, se inscribió en la Universidad Cooperativa de Colombia para estudiar Medicina. Allí, recuerdan sus allegados, se enfrentó a la monotonía de algunas clases y reprobó unas cuantas materias.
“Como profesional era brillante, un hombre muy inteligente. Las aulas y las clases monótonas no eran lo suyo: le aburrían. Prefería devorar artículos médicos por su cuenta”, aseguró Katherin Silva, una de sus grandes amigas.
Al llegar a octavo semestre descubrió lo que más lo apasionaba: salvar vidas en situaciones de emergencia. Eso ocurrió en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Cooperativa, donde hizo sus prácticas.Allí aprendió que cualquier decisión urgente puede ser crucial. “Él empezó a notar que eso era lo de él, lo que a él le gustaba”, cuenta su padre.
Le gustaba la carne a la llanera y no salía de Los Capachos, la discoteca más famosa de Villavicencio. De hecho, su padre asegura que en varias ocasiones tuvo que ir a sacarlo de ese lugar. Con sus amigos de la cuadra, el colegio y la universidad —que lo llamaban Chulito— organizaba paseos de finca. Los caballos y la buena mesa eran esenciales.
Su año rural lo hizo en San José del Guaviare, donde conoció a Paola, su esposa, quien trabajaba como bacterióloga. Allí laboró como médico general y ayudante en la UCI hasta que tuvo que retornar a Villavicencio, donde nació su hija Samantha, ahora de tres años. Dos años más tarde nació Nicolás, su segundo hijo.
Su sueño siempre fue hacer una especialización en medicina interna. Por eso cambió de rumbo y decidió irse a vivir a Bogotá junto con su esposa. Consiguió trabajó en el Hospital Universitario Méderi y luego se trasladó a la Clínica Colombia, donde pudo empezar a hacer los exámenes y demás requisitos para especializarse.
Su padre recuerda la que quizás fue la última vez que tuvo contacto con él: el día en el que salió a trabajar, sintiéndose indispuesto por el virus que ya tenía en su cuerpo. El carro en el que Nieto llegó a la Clínica Colombia aún está en el mismo lugar, parqueado.
La muerte lo alcanzó el sábado 11 de abril, cuando se convirtió en el primer médico fallecido por covid-19 en el país, luego de permanecer 12 días luchando por su vida en la unidad de cuidados intensivos de la Clínica Colombia. El mismo lugar donde trabajaba hace apenas un año.
En horas de la tarde de ese sábado, el cuerpo de Carlos Fabián salió de la clínica en un coche fúnebre y en medio de una calle de honor. Fue despedido entre aplausos y lágrimas por sus amigos y compañeros de trabajo. Fue despedido como un héroe.
MARÍA PAULA GARZÓN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
@PAUGARZONO