“El movimiento comunal de Colombia se debe refundar”, dice enfático el cartagenero Bernardo Rafael Romero Parra, exdirector de la Escuela de Gobierno de la ciudad y un convencido de que la democracia y él ejercicio ciudadano comienzan en el barrio.
“Las junta de acción comunal en Colombia tienen que cambiar y buscar un nuevo rumbo, una nueva forma de trabajo de acuerdo al contexto que hoy estamos viviendo”, manifiesta este líder afro.
“Las prioridades de las juntas de acción comunal deben cambiar. Antes lo primero eran las necesidades básicas, hoy las prioridades básicas deben conjugarse en 5 dimensiones: política, economía, social, medio ambiente y cultura”, suma Romero Parra, para quien a partir de ahí se deben implementar planes y acciones hacia cada uno de estos frentes.
De hecho, sus reflexiones, resultado de más de 20 años de servicio comunitario, están consignadas en su nuevo libro Innovación organizacional en las juntas de acción comunal en Colombia.
“La invitación que les hago a las comunidades del Caribe es que cada habitante, cada vecino, sueñe cómo quiere que sea su barrio, es lo primero y a partir de allí comenzar a trabajar”, agrega.
“Si la gente no sabe para dónde va, lo que se produce es una involución de su barrio, y sectores que por su ubicación geográfica, sus riquezas ambientales o sus escenarios culturales, podrían tener un futuro promisorio y desarrollo colapsan y la gente termina marchándose o la localidad entra en involución”, explica el líder, que pone como ejemplos al barrio Getsemaní en Cartagena, hoy escenario de un proceso de comercialización en el cual las familias tradicionales se están marchando mientras el barrio se llena de hostales, restaurantes y comercio, en su mayoría nocturno. También pone como ejemplo al barrio Santa Fe de Bogotá, otrora símbolo de la capital de la República, hoy convertido en zona de tolerancia.
Juntas para posconflicto
De 59 páginas, este texto constituye una guía para la formación de juntas de acción comunal sólidas.
Pero Bernardo Rafael va más allá y ve que las juntas comunales deben transformarse con miras al posconflicto y a una búsqueda de la paz.
“Con estatutos actualizados y con jóvenes involucrados en los procesos comunales se dinamizaría el trabajo social en todo el país, pues si hay juntas de acción comunal fortalecidas serán inmediatamente aliadas del Gobierno en la implementación de los diálogos con miras al posconflicto”, agrega.
Según él, en general en todo el país el movimiento comunal es débil y no hay respaldo de los afiliados y hay distanciamiento entre directivas y comunidad, lo que se ve reflejado en que luego de cuatro años de trabajo no hay resultados efectivos. En su libro es crítico al decir que no hay planeación, no hay trabajo en equipo, planes de acción concretos y pensados a largo plazo; el liderazgo comunal no puede caer en el cacicazgo, politiquero, tiene que ser un liderazgo transformador, que permita a la gente trabajar de acuerdo a sus potenciales.
“El liderazgo en las juntas debe estar repartido, el gran error hoy es que el presidente asume todas las funciones: es secretario, tesorero, representante legal, pero finalmente no puede cumplir con todo y pierde credibilidad”, concluye.
John Montaño
Redactor de EL TIEMPO
Cartagena
