El Diablo entró el sábado a un pueblo atestado por unas 250.000 personas y su inmensa figura apenas cupo por algunas calles.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
No hubo espacio suficiente para que diera la vuelta a la plaza de San Sebastián. Apenas pasó por un lado y entre tanto se precenciaron varios desfiles.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
El Diablo reposa en una esquina del parque de La Candelaria, donde fue recibido con el saludo y los honores protocolarios, comida trago y la inconfundible voz caribe colombiana de Totó la Momposina.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
Aunque el gigante Satanás de esta edición mueve los ojos y una mano, ellos extrañaron los efectos especiales de algunos de sus antecesores.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
Dicen los carnavaleros más veteranos que, igual, cada Diablo ha tenido promotores y detractores. En la historia de Riosucio, solo uno puso de acuerdo a todo el pueblo.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
La cuota histórica de este año, ha corrido por cuenta del clima. Un aguacero retrasó el descubrimiento al público de Su Majestad y después, una segunda tanda de agua lavó a todos los presentes.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
Pero, ya fuera refugiados en los aleros de las casas, con ponchos plásticos o mojados hasta la ropa interior, riosuceños y visitantes bailaron hasta las tres de la mañana.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
La lluvia no pudo con el evento central, demoró la programación, pero las 24 cuadrillas locales y colonias llegadas de diferentes partes del país salieron a tomarse las calles del municipio.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
En los disfraces, hubo alusiones a la cultura de otros países, animales e incluso trajes inspirados en platos gastronómicos.
Alexis Múnera / EL TIEMPO
Los participantes fueron desde niños hasta adultos mayores, la mayoría riosuceños. Algunos residen en otras ciudade pero asisten siempre a su carnaval.
Conseguir hospedaje para el pasado fin de semana en el municipio caldense era casi imposible desde hace semanas, porque sus habitantes y turistas se estaban preparando desde julio, y algunos, antes, para darle la bienvenida a su más ilustre huésped.