Cuando el administrador de la cooperativa de cafeteros le dijo que su café era muy bueno y que se iba a ganar el concurso de calidad del departamento este año, Marnelly Salgado solo le respondió “Dios lo oiga” y se olvidó del asunto.
Con o sin ayuda divina, fue ella quien obtuvo, meses después, la mejor calificación del jurado en la historia de los 13 certámenes que se han realizado en Caldas. Fueron 88,22 puntos para la muestra de su finca, Las Brisas, que se impuso a otras 650 participantes.
“No sé qué tendrá de diferente (mi café). Lo que sí es que hay que dedicarle mucho y cultivarlo con mucho amor y sacrificio”, resaltó la caficultora que habita estos terrenos en la vereda Pueblo Rico de Neira (Caldas) desde que se casó, hace 47 años.

La calificación que recibió su muestra ha sido la más alta en los 13 años que lleva realizándose este certamen.
John Jairo Bonilla
Nacida y criada en el mismo municipio, su vida entera ha estado entregada al trabajo con el grano típico de la región.
Su colega María Amparo Jaramillo, que es representante suplente de Neira y Manizales ante el Comité de Cafeteros de Caldas, la define como “una mujer constante y dedicada, que ama lo que hace”. Por esta razón, para la líder caficultura, este reconocimiento a Marnelly “es el premio a hacer lo mejor en la vida”.
Por supuesto que el sacrificio y la entrega de Salgado no son el único factor determinante para ganar el concurso y recibir los 4,1 millones de pesos en fertilizantes que le van a entregar como recompensa.
Su finca está en un lugar privilegiado. En el Comité lo consideran una especie de “veta” cafetera a que se debe apoyar mucho más para que la comunidad se beneficie de esa riqueza. Sus vecinos pueden dar fe de eso. Uno obtuvo el cuarto lugar de este año; otra, el segundo de 2016; un tercero, subastó el mejor precio de un café caldense en una feria reciente en Huila.El café de Pueblo Rico, en la cara occidental de la cordillera Central, tiene la acidez propia de los cultivados a 1.700 metros de altitud y recibe los nutrientes minerales del suelo alimentado por las cenizas que caen del volcán nevado del Ruiz.

El café de Pueblo Rico tiene la acidez propia de los cultivados a 1.700 metros de altitud.
John Jairo Bonilla
Pero Marnelly le da a su cultivo de 6.000 plantas –la mitad en la variedad Castilla, con la que ganó, y el resto entre Caturro y Tabi– los cuidados adicionales que conoce una madre. “Lo cuido como si fuera mi hijo o parte de mi familia”, decía el 3 de marzo, día de la premiación en Manizales.
Ella lidera el trabajo de la finca y recibe la ayuda de sus dos hijas y su yerno. Su esposo ya no puede trabajar porque una enfermedad que le trajeron los años se lo impide. Es una mujer de esas que protagonizan y construyen a diario el Paisaje Cultural Cafetero, patrimonio de la humanidad que Neira integra.
De hecho, Marnelly hace parte de Alma Verde, una asociación de mujeres cafeteras que ya cubre nueve municipios de Caldas. Allí trabajan para apoyarse en su trabajo cotidiano en el campo, pero también para reforestar microcuencas hídricas y recibir ingresos a cambio de cuidar esas fuentes de agua.
“Ellas están empoderadas. Conocen, saben y son capaces de tomar muchas decisiones”, destaca Jaramillo sobre esa iniciativa, en la que también participa de forma activa. Es un proyecto que busca resaltar el valor del género femenino para el trabajo en el campo, que todavía está cargado de machismo.
El triunfo de Marnelly en este concurso se convierte así en un reconocimiento también para todas las caficultoras del departamento. Algunas que, como ella, trabajan con las uñas y esperan una oportunidad como estas para conseguir un secador. No para el pelo, sino para el café que hoy exponen al sol en el suelo.
Neira, Caldas