Los habitantes del barrio El Carmen, de Mocoa, están multiplicando el bosque que los salvó de la avalancha ocurrida el 31 de marzo del año pasado, que dejó 336 personas muertas y unas 100 desaparecidas en esta capital.
La avalancha chocó contra los árboles que habían preservado por años y esto evitó que el sector se contabilizara entre los 17 barrios afectados. Por eso, como parte de la reconstrucción de la ciudad, se creó la propuesta Bosques de Paz, la cual busca desarrollar 1,5 hectáreas más de este ecosistema y fomentar la educación ambiental.
Sorayda Ledesma Díaz aún recuerda con tristeza aquel evento. La noche del 31 de marzo, el barrio se encontraba inundado por el barro que corría por sus calles.
“Ese día llegué de un viaje como a las 8 de la noche –recuerda Sorayda–; a eso de las 10 la lluvia era demasiado fuerte, así que me vestí, me puse unas botas y empecé a salir con mi hijo, que en ese entonces tenía cinco años, cuando iba caminando hacia el segundo piso me resbalé, pero logré sostenerlo a él arriba para que no se ensuciara. Quedé un poco embarrada, pero nada malo nos pasó”.
La fuerza de aquella avalancha arrasó con su cocina de leña, pero su vivienda no sufrió daños materiales y su hijo y un sobrino resultaron ilesos durante aquella noche.

Comunidad de El Carmen y Condominio Norte, en el norte de Mocoa, trabaja en esta iniciativa.
Rodrigo Sepúlveda / ELTIEMPO
Una prima y su hija no corrieron la misma suerte, la mujer de 47 años y su hija de 5 fueron arrastradas por el lodo y las rocas junto con la vivienda que estaba diagonal a la casa de Sorayda.
“El pequeño arroyo que pasa por el barrio se convirtió en un río como de 50 metros –asegura Sorayda–. La avalancha no afectó las casas, pero sí se llevó la de mi prima, lo que fue algo realmente muy duro para nosotros”.
Al amanecer del sábado, los vecinos de El Carmen salieron a evaluar lo que había pasado en la ciudad. Cuando se dirigieron al bosque pudieron notar como una gran pared de rocas, lodo y troncos de árboles se apiló en la parte de atrás de la zona. La pared alcanzaba los cuatro metros de altura. En ese momento supieron que ese espacio de unas cuatro hectáreas que habían cuidado por tanto tiempo los salvó de morir durante la emergencia.
Actualmente, en la zona se trabaja en una nueva reserva de árboles, con la reforestación de más de 500 plántulas, para darle soporte y estabilidad al suelo.
La idea es que siga creciendo el bosque, por lo que ya se empezaron los trabajos en Condominio Norte, el otro barrio que se salvó de la emergencia del 2017 gracias a ese bosque. Estos árboles han sido cuidados desde hace 30 años por los primeros ocupantes de este sector.

Luego de la avalancha, algunos barrios como el San Miguel se encuentran abandonados. La comunidad espera que con estas iniciativas se pueda regresar.
Rodrigo Sepúlveda / ELTIEMPO
Luego de la tragedia, el exministro de Ambiente Luis Gilberto Murillo se mostró fascinado con la historia de esta comunidad y por eso se planeó fortalecer y replicar esta misma dinámica ambiental en otros lugares de Mocoa.
Grupo ecológicoHace 30 años, los primeros ocupantes de este sector empezaron a llegar. Muchas familias conformaron su hogar y empezaron a notar las cuatro hectáreas que atrás de las viviendas se podían observar: un espeso bosque por el que se veían algunos animales y un suave arroyo que lo atravesaba.“Hubo un tiempo en el que el dueño quiso vender eso para construir más casas –cuenta la habitante Sorayda Ledesma Díaz–, pero nosotros buscamos apoyo por toda parte hasta que conseguimos que nos ayudaran a conservar la zona como bosque. Entonces creamos un grupo de trabajo que llamamos Grupo Ecológico Hojas Verdes, con el que empezamos a organizar brigadas de atención para cuidarlo”.
Cada 15 días, los habitantes de la zona organizaban senderos, evaluaban los árboles y sembraban flores. Un antiguo censo de árboles que realizaron en aquel entonces da cuenta de 54 especies, entre los que se destacan el granadillo, la ceiba y las guaduas.
Poco a poco el sueño de ser el primer barrio de Mocoa con una reserva natural propia se consolidó.
Otro de los usos que le dieron al bosque fue el de educar a los más pequeños con una conciencia de cuidado por la naturaleza.
De ese propósito se encargó la profesora Marianita Ortiz, docente de ciencias naturales en el municipio, quien toda su etapa como educadora la empeñó en este lugar.
“Yo me venía con los niños para acá –resalta Marianita–; acá traíamos almuerzo y nos poníamos a estudiar cada rama, cada especie. Los niños eran muy felices sentados sobre estas grandes piedras, aprendiendo de la naturaleza y cuidándola. Todo lo que pasó fue muy doloroso, pero loque pasó con el bosque nos permite soñar con hacer algo más grande por el cuidado del medio ambiente”.

Los senderos se han creado gracias al trabajo de la comunidad en el bosque.
Rodrigo Sepúlveda / ELTIEMPO
María Daniela Silva Cuellar, de 57 años, recuerda como si fuera ayer el empeño que la comunidad puso en el cuidado del bosque. Recuerda las veces que personas quisieron talar árboles y ellos se opusieron, u otras veces en que ellos mismos organizaban almuerzos comunitarios para atender a los árboles enfermos.
“Es un orgullo para la comunidad –señala María Daniela–; siempre lo hemos cuidado y por eso el bosque nos salvó de aquella tragedia. Todo ha sido muy triste, pero nos reconforta saber que el bosque atendió al cuidado que siempre le hemos dado”.
Hoy María Daniela continúa en la zona con su esposo y sus dos hijos. Luego de la tragedia se propuso continuar con mayor pasión por el cuidado de este bosque, pues lo que ya habían logrado les salvó la vida, por eso quiere seguir obteniendo beneficios de la naturaleza.
La brigada, que desde hace más de 20 años viene atendiendo el bosque, hoy ha crecido con 187 familias en medio de las secuelas que dejó aquella tragedia y se ha fortalecido para que su enseñanza se replique en otros lugares de Mocoa y el país. El mensaje, según la comunidad, es el de cuidar la naturaleza, pues se desconoce el día que sea ella la que pueda salvarnos la vida.
Bosques de PazLa Fundación Solidaridad por Colombia, con Corpoamazonia, trabaja en la iniciativa Bosques de Paz, que lidera capacitaciones con los habitantes de El Carmen y Condominio Norte como Guardianes del Bosque para motivar el cuidado de la zona. Se incluyó formar a jóvenes y comunidades líderes que trabajen por un cambio social. El proyecto tiene una inversión de 920 millones de pesos.
MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA BORRERO
Enviado especial de EL TIEMPO
MOCOA
En Twitter: @Leugim40