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La resurrección de Popayán, 35 años después del terremoto

La ‘ciudad blanca’ resurge 35 años después del terremoto del 1983.

La ‘ciudad blanca’ resurge 35 años después del terremoto del 1983.

Foto:Cortesía Michel François Romoleroux

La Alcaldía busca darle una nueva orientación al desarrollo de la ciudad, con 14 obras viales.

Ese Jueves Santo, un torrencial aguacero había refrescado los primeros días de la Semana Mayor que se vivía en Popayán. El agua se precipitó dos horas antes de que la tierra rugiera como si una fuerza la hubiera desgarrado desde las entrañas, jalándola de arriba a abajo y luego la meció de un lado a otro durante 18 segundos que parecían un interminable fin del mundo. El terremoto del 31 de marzo de 1983 alcanzó los 5,5 grados de Richter y fue como si hubieran estallado 500 toneladas de TNT.
A esa hora, las 8:12 de la mañana, las edificaciones del centro histórico, con los emblemáticos templo de San Francisco y el teatro municipal Guillermo Valencia, se vinieron abajo como si fueran construcciones de papel, sin importar que llevaban en pie más de cuatro siglos desde la fundación de la capital caucana. En los alrededores se levantaron espesas nubes de polvareda, mientras cientos de personas gritaban pidiendo auxilio para lograr sacar los cuerpos de quienes quedaron sepultados entre las ruinas. El terremoto desplomó un total de 6.800 viviendas y edificios, ubicados en su mayoría en la zona histórica de Popayán, y dejó un saldo de 267 personas muertas y 7.500 heridos.
Esas escenas de desesperación, pánico, angustia, desespero y zozobra quedaron en la memoria de quienes lograron sobrevivir hace 35 años, tiempo en el que Popayán empezó a levantarse de entre los escombros. Han sido, pues tres décadas de renacimiento y en las que la ‘Ciudad blanca’ resucitó para crecer, pero sin perder su esencia como joya arquitectónica de los tiempos de La Colonia. Es la Popayán, cuya Alcaldía de hoy busca darle forma a la brújula para modificar el Plan de Ordenamiento Territorial que le dé un rumbo de progreso, pero sin perder su identidad histórica. La ciudad ha logrado conservar su escala urbana y la armonía de su carácter colonial durante más de cuatro siglos, atractivo que seduce a numerosos visitantes nacionales y extranjeros. Según la Alcaldía, las calles empedradas fueron asfaltadas casi en su totalidad en 1937. Sin embargo, se encuentran en curso proyectos tendientes a recuperar este aspecto encantador de la ciudad original y devolver a la zona antigua de Popayán un carácter más peatonal.
El jefe de la Oficina Asesora de Planeación de Popayán, Francisco León Zúñiga, señala la importancia de comprender lo que significa la ciudad para la gente, tanto que al pensar en su expansión, no se puede pretender cambiar su esencia.
“En estos momentos nos encontramos en la modificación del POT, en el cual estamos discutiendo cómo vamos a tratar de mantener el crecimiento de la ciudad de una forma más compacta. Nuestra intención es mantener esa característica que a la gente tanto le gusta de Popayán, como que es una ciudad intermedia, manejable, con distancias fáciles de llegar, donde la gente puede encontrarse sin problemas”, dice.
Anota que la ciudad en este momento se encuentra en un momento importante de expansión. Los payaneses se caracterizan por mirar hacia adelante y levantarse cuantas veces sea necesario, siempre mirando hacia el futuro.
“Ahora tenemos un plan de 14 obras que van a ser financiadas por Valorización y Endeudamiento, básicamente enfocadas en temas de infraestructura vial, debido a que hace mucho no se hacen este tipo de obras en la ciudad. Desde hace muchísimos años contamos con las mismas vías y es necesario que la ciudad crezca hacia los lugares que necesitamos que crezca, pendientes siempre de respetar los recursos naturales y estando alerta ante cualquier emergencia natural que se pueda presentar nuevamente”, añade el funcionario.

Ahora tenemos un plan de 14 obras que van a ser financiadas por Valorización y Endeudamiento, enfocadas en temas de infraestructura vial, debido a que hace mucho no se hacen este tipo de obras

Dijo que esa brújula por el desarrollo de la capital del Cauca está orientada a obras viales, de las cuales, cinco son nuevas, además del mejoramiento de otras nueve calles. Todo con una inversión de 85.910 millones de pesos.
Recalca que Popayán nunca ha perdido la fe para seguir siendo uno de los destinos preferidos de los feligreses en cada Semana Santa y para crecer a lo ancho y largo en esos 512 kilómetros cuadrados. Por cada kilómetro hay 8.000 habitantes, que como lo destaca el jefe de la Oficina Asesora de Planeación, puso su empuje payanés para salir adelante y ser una de las ciudades más densas en el continente, por encima de Tokio, en Japón, donde hay 4.600 ciudadanos por cada kilómetro cuadrado.
Hacia el norte, la ciudad creció, siguiendo la dirección de la vía Panamericana y los rieles del ferrocarril dando como resultado lo que se conoce como Bello Horizonte, La Paz y Alto Cauca, que se abastecía de un tanque construido dentro de la red del acueducto municipal. La expansión en los años 40 hacia el occidente dio como origen los barrios Las América, El Valencia, La Esmeralda, La María, Pandiguando y Camilo Torres. Pero también aparecieron los primeros asentamientos, de cara al cerro tutelar Las Tres Cruces.
El arzobispo de Popayán, monseñor Iván Antonio Marín López, quien en 1983 era director nacional de la Pastoral Social, se reunió en ese entonces con el arzobispo y monseñor Samuel Silverio Buitrago y las fuerzas vivas de Popayán, para diseñar programas de rehabilitación y de ayuda humanitaria. El objetivo era ayudar a los damnificados.
“Efectivamente vimos a Popayán sumido en el dolor, la tristeza y la destrucción, fue un colapso total”, cuenta el clérigo.
“Popayán resurgió y en la actualidad es casi irreconocible. Se ha ampliado en vías, el servicio de acueducto ha cambiado notablemente. La comunidad universitaria también ha tenido un incremento muy notable, en estos momentos tenemos en Popayán cerca de 50 mil estudiantes universitarios. El valor espiritual de este pueblo también aumentó, se han duplicado las parroquias, en estos momentos tenemos 18. Todo esto ha sido posible gracias al valor, el entusiasmo, el optimismo de la gente, es un pueblo que tiene fe, que tiene esperanza y que tiene valor para seguir adelante y vencer las adversidades”, agrega.

Popayán resurgió y en la actualidad es casi irreconocible. Se ha ampliado en vías, el servicio de acueducto ha cambiado notablemente

Como el Arzobispo y el jefe de Planeación municipal, el hoy escritor y docente Marco Antonio Valencia, dice que después del terremoto, la ciudad se sobrepuso a la adversidad. Cuenta que en ese 1983, tenía 15 años y vivía en el barrio El Cadillal, uno de los sectores más antiguos.
“Mi barrio fue una de los más afectados. Mi casa quedó destruida por completo. Tuvimos que vivir de la ayuda de familiares durante años”, dice el docente.
Este barrio no fue el único que sufrió daños considerables, también el Pandiguando, La Esmeralda y bloques de Pubenza, en los cuales perecieron decenas de personas.
El colegio Inem Francisco José de Caldas, el colegio más grande del Cauca de la época, también recibió fuertes daños en su planta física. El rector en ese entonces, Jairo Narváez, gestionó unas guaduas en la finca de un padre de familia, las cuales cubrieron con unos plásticos para que de esa forma los jóvenes pudieran seguir con sus clases.
“Recuerdo cómo se vio afectado el Inem, tanto que prácticamente nos quedamos sin colegio y tuvimos que estudiar en esas carpas improvisadas. La ciudad tuvo muchas pérdidas, de edificaciones, de casas, de instituciones, muchas de estas simbólicas con grandes patios, hechas de materiales que tenían 150, 200 años de existencia, grandes casonas que guardaban la historia de Popayán”, agrega.
Fernando Hurtado, de 59 años, visitaba ese día la capital del Cauca junto a sus padres. Este caleño recuerda muy bien esa fecha, pues además en ese 31 de marzo celebraba su cumpleaños.
“Estábamos en la Catedral, pero estaba muy llena y hacía un calor tremendo. Decidimos retirarnos antes de que finalizara la misa. Cuando íbamos llegando al Puente del Humilladero, el suelo comenzó a moverse estrepitosamente. Pasado el terremoto, regresamos a la iglesia y vimos cómo esta estaba repleta de muertos y heridos”, cuenta.
La cúpula de la Catedral se vino abajo y 90 personas perdieron la vida. Hurtado confiesa que es devoto de la Virgen, dice que ella fue quien lo salvó de haber muerto ese día. De hecho, es fiel de Nuestra Señora de la Asunción, patrona de Popayán, como también lo es el Santo Eccehomo.
“Ese día mientras cerraba los ojos para orar, mis ojos pudieron haberse cerrado para siempre y no haber visto la luz nuevamente, pero Dios y la Virgen me protegieron”, agrega.
En la Catedral también perdió la vida el abuelo del jefe de la Oficina Asesora de Planeación de Popayán, cuenta cómo vivió el sismo.

Ese día mientras cerraba los ojos para orar, mis ojos pudieron haberse cerrado para siempre y no haber visto la luz nuevamente, pero Dios y la Virgen me protegieron

“Yo tenía entre 7 u 8 años, estaba en mi casa, cuando sentimos el terremoto. Recuerdo como rugía la tierra, el caos. Mi padre salió corriendo a casa de mis abuelos a ver si estaban bien. Al salir de mi casa, vi como la ciudad cambió de un momento a otro, era un paisaje diferente al que uno estaba acostumbrado a ver, era otra ciudad. Luego mi padre, llegó con la noticia de que mi abuelo había muerto en la Catedral, ese hecho marcó mucho mi vida, el perder a mi abuelo de esa manera”, relata.
Sin embargo esa no fue la primera vez que un terremoto casi acaba con la ‘Ciudad Blanca’. La directora del Archivo Histórico de Popayán, Beatriz Quintero, cuenta que en 1736, según los informes de los documentos históricos a los que ella tiene acceso, sucedió un sismo que casi arrasó con todo.
“Popayán por la zona geológica donde se encuentra ha sufrido muchos movimientos telúricos a lo largo de la historia. En nuestra memoria tenemos solamente el terremoto del 83, pero hemos tenido varios sismos, unos más drásticos que otros. El de 1736, el cual lastimosamente no podemos medir en la escala de Ritter, fue devastador para la ciudad, todo quedó en el piso y prácticamente hubo que levantar la ciudad nuevamente”, cuenta la directora del Archivo Histórico.
Aquel terremoto de 1736, del que no hay registros para haberlo medido en la escala de Richter, acabó con casi todo. Los principales templos religiosos se desplomaron, a excepción de la iglesia La Ermita de Jesús de Nazareno, el templo más antiguo de Popayán, construido en 1537, que fue la única Iglesia que quedó en pie. “La Catedral basílica de Nuestra Señora de la Asunción de Popayán, se cayó. El Convento de la Encarnación tuvo que volverse a reconstruir prácticamente. El convento de Santo Domingo quedó en ruinas. La iglesia de San Francisco fue destruida y tuvieron que volverla hacer”, agrega la funcionaria.
Pero la Torre del Reloj, el Seminario de la Compañía y algunos monasterios soportaron esa vez la inclemencia de la tierra. Sin embargo, en el terremoto del 83, estas construcciones no contaron con la misma suerte, pues la Torre del Reloj se desencajó de su base y la iglesia La Ermita se deterioró severamente.
La Presidencia de la República con Belisario Betancur, expidió los decretos 1918, 2028 y 2029, que constaban en asignar unos “recursos especiales por valor de $ 1.847 millones”, con el fin de ayudar a la ciudad para su restauración.
“Los auxilios y donaciones recibidos en los primeros meses de emergencia, fueron manejados con pulcritud, eficiencia y esmero", se relata en el libro "Popayán, tres años después” de la Corporación para la Reconstrucción y el Desarrollo del Departamento del Cauca.
En ese mismo libro, se explica que “la Junta Monetaria, mediante resolución 32 del 4 de abril de 1983, asignó un cupo especial de redescuento por 5.000 millones de pesos para atender el sector de la Vivienda y al Comercio. Su manejo fue autorizado al Banco Central Hipotecario en la suma de 3.500 millones para vivienda urbana, a la Caja de Crédito Agrario 1.000 millones para vivienda rural y a los Bancos Comerciales 500 millones para el comercio en general”.
En la reconstrucción de la ciudad, tras el sismo de 198, arrancó la normatividad que regula el diseño sismorresistente en el país. La ciudad se levantó más fuerte con mejores cimientos, pero este proceso no fue fácil ni perfecto, además que duró años, trajo también algunos cambios que afectó la visión colonial que se tenía de la ciudad.
“A pesar de que hoy aún se conservan muchas edificaciones propias de la colonia, también es cierto que se hicieron muchas remodelaciones. Se tumbaron algunas casonas y los espacios pasaron a tener otro uso, como por ejemplo el Parque Caldas, que antes era la plaza de mercado pasó a ser un punto de encuentro entre las personas”, dice la directora Quintero.
Comenta que fue una reconstrucción que generó mucha polémica porque se había tratado de pintar algunas paredes de las casas de la zona histórica de colores. Esto se debe a una razón, pues la hoy conocida así como ‘Ciudad Blanca’, originalmente era de colores, según explica la directora del Archivo Histórico de Popayán.
“El cambio viene a darse más o menos en las décadas de los 20 y los 30 del siglo XX, época en el cual el blanco se comienza asociar con la asepsia. Se empieza entonces a creer que la cal viva o sea la cal blanca va poner a personas a salvo de epidemias como el cólera, entre otras. El Gobierno manda a las personas a pintar a sus casas con cal viva para supuestamente evitar enfermedades, también disparan cañonazos de pólvora porque pensaban que el humo de la pólvora mezclado con la cal en las casas, eso iba hacer que la epidemia no tocara a la gente”, explica.
La directora del Archivo Histórico agrega que hace unos años, la Universidad del Cauca pensó en devolverle su color original a varias casonas, entre ellas la Casa Mosquera, pero la gente “metió el grito en el cielo”.
“Eso fue toda una polémica en redes sociales. Decían cosas como ‘le están quitando identidad a la ciudad’, ‘ahí están pintados estos gobernantes de turno’, y lo que realmente queríamos era mostrar los verdaderos colores de las casas”, señala.
El profesor de historia, Alexánder Díaz cuenta que luego del movimiento telúrico del 83, Popayán empezó a presentar una nueva cara, más que a nivel arquitectónico, a nivel social, pues entre varias cosas se produjo un crecimiento desordenado de habitantes provenientes de otras ciudades.
“La ciudad se expande y el número de habitantes se incrementa de forma importante. En gran medida ese aumento se da por la llegada de inmigrantes atraídos por los planes de vivienda que ofreció el gobierno. Socialmente aparece una nueva ciudad casi opuesta al imaginario de la ciudad blanca”, dice.
Se produjo entonces, la llegada de un gran número de familias provenientes de otros municipios del Cauca y de Nariño principalmente, fenómeno que produjo un crecimiento desproporcional de la población en la sociedad payanesa.
“Este aumento de la población casi que genera un crecimiento urbanístico forzado, haciendo que la economía también deba crecer para poder mantener a esos nuevos habitantes”, explica el historiador.
El escritor Valencia afirma que esa llegada de foráneos, provocó además un deterioro en la ciudad, en varios aspectos.
“Hay deterioro a nivel arquitectónico ya que a estas personas no les interesa mucho conservar la ciudad antigua, la historia de la ciudad, las tradiciones, sencillamente porque no nacieron acá, porque no aman la ciudad”, anota. “A nivel social hay grandes conflictos también, debido a que muchas empresas e Instituciones llegadas de otras partes, quieren tumbar los caserones viejos para vivir o tener sus oficinas en el sector histórico de Popayán, desvirtuando así la importancia de este sector como parte fundamental de la historia y cultura de nuestra ciudad”, dice el escritor.
Popayán es una reliquia histórica que hace parte del patrimonio de la humanidad; tomando en cuenta esta particularidad y de manera ejemplar la ciudad fue reconstruida en su mayoría conservando el estilo y en la actualidad ha recuperado su extraordinario atractivo.
“Muchos lugares del mundo cuando su Centro Histórico se cae, se pierde, por lo general construyen edificaciones nuevas, contemporáneas, pero en nuestro caso no fue así, el sector histórico se reconstruyó tal como estaba, hicimos la mejor versión que pudimos. Esto demuestra el nivel de pertenencia que tiene el payanés por este centro, eso es un tema de identidad, de apropiación del patrimonio muy importante”, explican en la Alcaldía.
“Es tanto su sentido de pertenencia por sus tradiciones, por su ciudad, que ese mismo año, entre los escombros, con la ciudad caída, la gente salió a su procesión tradicional de Semana Santa”.
La ciudad sigue siendo un epicentro turístico para los visitantes, quienes encuentran en este un lugar maravilloso, único, lleno de tradiciones como las de la Semana Santa, que es un poema entre sahumerios y flores que celebran no solo el sacrificio de Jesucristo, sino que es además un homenaje entre oraciones y plegarias, para aquellos que perdieron la vida ese fatídico Jueves Santo, hace ya 35 años.
MICHAEL FRANCOIS ROMOLEROUX 
Especial para PARA EL TIEMPO
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