En el sector de Santa Rita, una barriada popular de Cartagena acosada por la pobreza y la guerra de pandillas, se reunieron, sin escoltas y sin armas, Juan Pablo Escobar y Jorge Lara, para conversar sobre paz y reconciliación
Invitados por la comunidad jesuita, los dos hombres llegaron hasta las faldas del cerro de la Popa para contarles a decenas de jóvenes la otra cara del narcotráfico y la guerra en Colombia.Pero sobre todo, llegaron para narrar cómo hicieron la paz y cómo cultivan una amistad que quieren que sea un ejemplo para la reconciliación nacional.

Jorge Lara, hijo de Rodrigo Lara Bonilla y Juan Pablo Escobar hijo de Pablo Escobar.
Yomaira Grandett/EL TIEMPO
Dos hombres que estaban destinados a ser enemigos en una guerra que no iniciaron decidieron seguir el camino de la reconciliación. El primero, hijo del capo del narcotráfico Pablo Escobar dado de baja en 1993 por el Bloque de Búsqueda. El segundo, hijo del desaparecido Ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, asesinado por orden del narco en 1984.
Mientras las balas del narcotráfico al mando de Escobar apagaban la vida del exministro de Justicia Lara Bonilla, la tragedia de una vida dolorosa y en el exilio apenas comenzaba para los pequeños Juan Pablo Escobar y Jorge Lara.
“Entre los 10 y los 16 años, mi único anhelo era asesinar a este hombre y a toda su familia”, dice Jorge Lara mirando fijamente y con su mano izquierda sobre el hombro de su amigo, Juan Pablo Escobar, quien responde: “A mí me pasó igual: cuando el Bloque de Búsqueda mata a mi papá, esa tarde juré matar a toda la clase política colombiana, pero gracias a mi madre, a los 10 minutos decidí cambiar de opinión y hacer posible otra vida para mí”.
Muchas de estas series hacen apología al narcotráfico, pero no les muestran a los jóvenes el dolor que deja en las familias y que el fin ineludible es la muerte
Cada intervención de estos dos pacifistas convencidos fue respondida con sentidos aplausos por los asistentes, la mayoría jóvenes.
“Gracias por compartir esta experiencia. Lo único que yo sabía del narcotráfico es lo que muestran las novelas por televisión: los lujos, los carros, la plata, las mujeres operadas y las armas… pero no sabía estos dramas familiares”, dijo una de las jóvenes invitadas del barrio Santa Rita.
Escobar y Lara contaron por ejemplo que hace nueve años, cuando los hijos del desaparecido líder liberal Luis Carlos Galán –asesinado también por orden de Escobar– y los hermanos Lara se reunieron con Juan Pablo, Jorge no quiso estar.“En mi interior aún había una batalla moral. La primera paz que hay que encontrar está dentro de cada uno de nosotros”, dijo Lara mirando al rostro de algunos jóvenes.
Juan Pablo, quien ahora se llama Sebastián Marroquín y es ciudadano argentino, contó que pudo contraer matrimonio en Buenos Aires gracias al apoyo del sacerdote Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco.
“Hoy puedo decir que Jorge y yo no solamente sanamos las heridas de un pasado que no pedimos, sino que somos amigos. Él, por ejemplo, ha cocinado en su casa para mí. Conoce mi familia”, dice Juan Pablo, reconciliado con la vida.
Para ellos, las series de televisión y películas que han hecho del narcotráfico son una apuesta lucrativa para el entretenimiento que está haciendo daño.
“Muchas de estas series hacen apología al narcotráfico mostrando los lujos que deja este delito, pero no les muestran a los jóvenes el dolor que deja en las familias y que el fin ineludible es la muerte”, explicó Escobar.
JOHN MONTAÑO
Redactor de EL TIEMPO
CARTAGENA
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