Puerto Valdivia es un corregimiento ubicado en el municipio Valdivia, al norte de Antioquia.

Así vive Puerto Valdivia, tras un año de la avalancha por Hidroituango

Cerca de 2.600 personas fueron evacuadas en mayo. De esas, aproximadamente 1.500 ya pueden retornar.
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La creciente del río se llevó la cultura ribereña de 2.700 familias

La comunidad no se ha recuperado de las pérdidas económicas, ambientales y sociales ocasionadas por el destaponamiento del túnel de Hidroituango. EPM continúa con las acciones de reparación.

La vida tranquila y feliz al lado del río Cauca, en el corregimiento Puerto Valdivia (Antioquia) es nada más que un recuerdo para los pobladores. Un año después de que la avalancha causada por el destaponamiento de uno de los túneles de Hidroituango arrasara con parte del lugar, queda un pueblo en ruinas, silencioso y desolado, a orillas del afluente que baja sereno por el sitio donde antes causó destrucción.

El lodo permanece dentro de las viviendas que más sufrieron por la inundación, algunas de puertas abiertas o rotas dejan ver ropa, libros, muros caídos, maleza y objetos deteriorados. Una que otra persona transita a caballo o a pie: algunos de paso hacia otros lugares, otros para darle una mirada a sus casas o fumigarlas porque aún tienen la esperanza de que puedan regresar.

La imagen actual del puerto, el sitio ribereño más cercano al proyecto hidroeléctrico aguas abajo, no significa para la comunidad solo pérdidas económicas, que aseguran son de al menos el 80 por ciento. Es también el símbolo de los daños sociales y culturales de los que nunca se recuperarán. Al menos así lo considera Jader Gómez, quien a sus 38 años está empezando la vida de nuevo.

“Se acabó la cultura de convivir a la orilla del río, de compartir con los amigos, porque aunque el puerto forma parte del municipio Valdivia, ambos tienen estilos de vida diferentes. En lo económico se perdió el buen comercio que se movía por la pesca, las areneras, la minera artesanal. Se ha perdido el arraigo del lugar, casi todas las familias se fueron para el casco urbano o municipios como Yarumal, Santa Rosa de Osos, Donmatías y Medellín”, expresa.

Mientras mira la neblina que al llegar la tarde cubre casi por completo Valdivia, su nuevo hogar, ubicado a media hora de su añorado puerto, recuerda que ese 12 de mayo de 2018 vivió la tragedia desde dos lados diferentes. Al tiempo que las feroces aguas del Cauca invadían su casa y dañaban lo que había conseguido con tantos años de esfuerzo, él estaba ayudando a otras personas del corregimiento, donde había vivido por 20 años. Se aseguró de que su esposa y sus dos hijos salieran de la vivienda y, en su labor como comandante del Cuerpo de Bomberos, corrió a socorrer a los vecinos y amigos que veían con dolor cómo la creciente los dejaba sin nada, un hecho sin precedentes en el lugar.

La única fortuna, recuerda, fue que nadie perdió la vida, si bien, unas 230 familias resultaron damnificadas. La suya fue una de ellas. Ese 12 de mayo el Cuerpo de Bomberos recién cumplía un año de haberse conformado. A la 1 p. m., los 11 integrantes acordaron ir a sus casas para celebrar el Día de la Madre al día siguiente. Hicieron un balance de las acciones que cumplieron desde el 28 de abril anterior, cuando en el puerto el río disminuyó considerablemente el caudal, producto del taponamiento de un túnel en el proyecto hidroeléctrico, el mismo que luego se destaponó y ocasionó la avalancha.

“Esos días, los bomberos estuvimos pendientes de cualquier eventualidad. Para nadie es un secreto que la información no llegó de manera oportuna ni eficiente, siempre la dieron gota a gota, en la marcha de lo que iba sucediendo”, recuerda Gómez. Por eso, la emergencia los cogió por sorpresa ese sábado, a eso de las 3 p. m., y tuvieron que volver a trabajar. Aunque recibieron una llamada del sistema departamental de gestión del riesgo para informarles que iba a ocurrir una creciente, no les avisaron cuál sería la magnitud. Solo cuando vieron que el agua bajaba a altos niveles y arrastrando palos y piedras, como nunca lo habían visto, hicieron sonar las alarmas.

Sin embargo, casi ningún poblador pudo reaccionar más allá de salir corriendo para salvar su vida. Las noches posteriores las pasaron en casas de familiares y amigos y en albergues. Pero, el 16 de mayo, ordenaron la evacuación preventiva de 2.700 familias, que salieron rumbo a Valdivia para quedarse principalmente en albergues. Todo era caos. Desde entonces, la cotidianidad cambió radicalmente para todos, incluso, para los que no fueron afectados por la inundación.

En el corregimiento, las puertas de las viviendas ubicadas más lejos del río lucen pequeños adhesivos de color azul claro con la palabra Retorno. Solo estas estructuras están habitadas de nuevo, luego de que las autoridades así lo determinaran. En total, informó EPM, empresa que lidera el proyecto Hidroituango, 1.547 familias han sido acompañadas para regresar a sus hogares, pues se encuentran por fuera de las zonas de riesgo.

En sus viviendas, se adelantan evaluaciones con el fin determinar los daños causados por el desuso o actos de vandalismo, para reconocerles un monto económico con el que puedan ejecutarse las reparaciones. Ya se han hecho visitas a 60 familias, según Ana Milena Joya, gerente social y ambiental de la compañía.

En otra gran parte de las puertas el adhesivo es rojo y dice No retorno. Son en total 975 familias que aún no hay podido regresar a sus hogares y que siguen recibiendo el subsidio económico de parte de la empresa para el pago de arrendamientos temporales, alimentación, transporte y otras necesidades. Hasta el 23 de abril de este año, informó la entidad, se han efectuado 17.484 transacciones equivalentes a 21.288 millones de pesos.

Con 48 de estas familias, la compañía también concertó un apoyo económico para que compren casa nueva en un sector que esté fuera de cualquier nivel de riesgo. Gómez es una de las personas que aceptó la propuesta y en este momento está buscando un nuevo hogar en Valdivia, donde la población se aumentó casi en un 30 por ciento después de la emergencia. En esta modalidad, EPM no solo entrega el dinero para adquirir la casa, sino también para sacar adelante un proyecto productivo que permita recuperar la calidad de vida, tras perder las opciones económicas que solo el río les daba.

Todavía, algunas pocas lanchas se ven a orillas del afluente, ocupadas por personas que buscan opciones de trabajo. Pero nada volverá a ser lo mismo, al menos así lo creen varios de los afectados, pues muchos ya empezaron nuevos proyectos en municipios vecinos y otros no podrían dormir con tranquilidad jamás por miedo a que algo falle en Hidroituango. Mientras tanto, el río sigue dividiendo las dos partes del corregimiento, que antes estaban unidos por el puente que construyeron hace años y que, aunque creían inalcanzable por el agua, la creciente se llevó.

En uno de los costados están las ruinas del centro de salud y la escuela, dos de las estructuras más afectadas. Al lado, la iglesia sigue en pie y aunque aún no tiene autorización total de retorno, de vez en cuando el sacerdote hace una misa o algunos creyentes la visitan, contaron varios pobladores. En este sector la cotidianidad se mantiene casi intacta solamente en la institución educativa rural Marco A. Rojo, ubicada decenas de escalones arriba de la parroquia y donde hoy comparten sede en dos jornadas los niños de primaria y los de bachillerato.

Heidi y Natalia, dos estudiantes del grado séptimo, contaron que muchos de sus compañeros partieron tras la emergencia y que en el colegio se nota la disminución de alumnos. El rector Fernelis Palacio, quien llegó desde Chocó a esta institución hace 15 años, explicó que en efecto el número de matriculados pasó de 1.300 antes de la contingencia a 980, aproximadamente.

“Esto implica también que debamos hacer una reducción en la planta de docentes. En este momento, tenemos seis profesores que deben ser reubicados, un proceso complejo y serio del que ya hemos hablado con la secretaría de Educación”, manifestó el directivo. También dijo que la fusión de la primaria y la secundaria en la misma sede ha cambiado mucho el ritmo de los menores de edad, pero que no ha sido traumático.

EPM, contó el rector, les ha brindado apoyo para mejorar la estructura en lo que tiene que ver con el arreglo de algunas tejas, la pintura y la adecuación de los baños, pues esta sede sufrió deterioro luego de ser albergue para algunos afectados durante al menos cinco meses. Los estudiantes también terminaron el año escolar pasado en albergues y, al final, en la institución educativa de Valdivia. En enero pasado pudieron regresar a su colegio. En la sede de la primaria, el río también se llevó material lúdico y didáctico, la biblioteca y algunos computadores y televisores. Palacio dijo que están a la espera de que EPM les apoye con estas dotaciones para poder tener un ambiente adecuado para dictar las clases.

Un año después del doloroso suceso, los habitantes siguen con la esperanza de recuperar sus vidas y que no ocurran más hechos que los afecten, como la fuerte sequía que se presentó en febrero pasado, luego de que en Hidroituango cerraran las dos compuertas de casa de máquinas. Entonces, los daños que sufrieron fueron opuestos a los del 12 de mayo: la falta de agua dejó más de 12.000 peces muertos y otras afectaciones a los ecosistemas en los que trabajan para ir recuperando.

Hoy, el río está tan tranquilo que parece que nada más podría pasar. Pero Gómez y otros habitantes mantienen la incertidumbre. “Confiemos en que con el transcurrir del tiempo todo vuelva a la normalidad y el proyecto se estabilice por el bien de las comunidades que siempre han vivido en el puerto”, puntualizó.

HEIDI TAMAYO ORTIZ
Enviada especial a Valdivia

Algunas historias de Puerto Valdivia, en 12 meses de contingencia