La revolución se quedó en un sueño. Era el sueño de Pável, estudiante de Arquitectura y actor de teatro, pero también era el sueño de Juan Diego Mejía, estudiante de matemáticas y futuro escritor.
Es ahí donde se cruzan las vidas de estos dos personajes, en querer hacer la revolución. Una revolución que nunca se dio y que es retratada en la nueva novela de Juan Diego Mejía, Soñamos que vendrían por el mar.
Pero nunca llegaron. Las armas nunca llegaron y a Juan Diego le tocó devolverse para Medellín luego de haber estado ocho años entregado a una lucha, cinco de estos en zona bananera del Magdalena intentando hacer la revolución.
Todo comenzó hace más de 30 años cuando Mejía estudiaba en la Universidad Nacional y seducido por las ideas de luchar por la justicia, por la libertad y por la igualdad no dudó en ingresar a un grupo de izquierda cuando tuvo la oportunidad.
“Allá la idea era esperar que pasara el tiempo, que dejáramos de ser ciudadanos y nos volviéramos campesinos, que los campesinos fueran afines a las ideas revolucionarias, que llegaran las armas y que cuando llegaran pudiéramos regresar a la ciudad victoriosos a conquistar el poder”, rememoró Mejía.
Cuando volvió a Medellín, con la aceptación de la derrota, se encontró con un lugar diferente al que había dejado. Comenzaba la década de los ochenta, unos años difíciles para la ciudad. Ante esa situación solo hizo una cosa: le pidió a Manuel Mejía Vallejo que lo aceptara en su Taller de Escritores.
“Siéntese, y todos los miércoles a las cuatro vamos a estar en la Piloto”, dijo Manuel. Y Juan Diego estaba religiosamente cada miércoles escuchando a Mejía Vallejo.
“Yo lo que hacía era oírlo y esforzarme mucho, escribir mucho, todos los días escribía, todo el tiempo estaba escribiendo, todo el tiempo estaba soñando con que él leyera mis cosas”, recordó Juan Diego.
La carrera comenzó rápido. En 1982 publicó Rumor de muerte un libro con algunos de sus cuentos. También realizó otras publicaciones de este mismo género, eso hasta 1991, cuando publicó 'A cierto lado de la sangre'. Además, publicó 'El cine era mejor que la vida', 'Camila todoslosfuegos', 'El dedo índice de Mao' y 'Era lunes cuando cayó del cielo'.
'A cierto lado de la sangre' y 'El dedo índice de Mao' están inspiradas en la revolución que vivió. Tema que retoma en 'Soñamos que vendrían por el mar' y, dice, es el fin de ese ciclo porque llevaba 35 años pensando en esto.
Esta es la historia de Pável, un estudiante de arquitectura y actor de teatro que soñaba con hacer la revolución. Sin embargo, tiene una lucha interna durante toda la novela, en donde debate si hace teatro o hace la revolución.
“Sentía que tenía que tener una posición de independencia frente a las consignas políticas. Como hombre tenía compromisos con la sociedad, pero como artista debía ser independiente, eso era lo que él planteaba”, explicó el escritor.
Aunque la novela está inspirada por lo que vivió el escritor, no es una autobiografía. “En el libro no es un escritor, sino que es un actor de teatro. No quería que fuera yo, quería que fuera un personaje que había conocido en la ciudad. Pero es inevitable que muchas cosas de las que cuento ahí, son cosas de mi vida”, aseguró Mejía.
Esta novela tardó en escribirla unos 10 meses. La historia estaba incluida en un libro de cuentos, pero la desarrolló y se sentía contento con esta. Reconoce que fue en poco tiempo, pero eso no significa nada.
“Fue demasiado rápido y no quiere decir que fue fácil, simplemente habían pasado 35 años desde cuando empecé a pensar en el tema y ya era suficiente tiempo, entonces ya lo que necesitaba era sentarme a escribir, y lo hice”, comentó Mejía.
La revolución no acabó hace 35 años, cuando no llegaron las armas, tal vez la revolución termina con la novela, porque durante 35 años Mejía estuvo pensando en esto, pero ahora, gracias a la literatura, pudo aclarar muchas cosas. No se trata del acto de publicar, es cuestión de escribir, sostiene que “me gusta más escribir que ser escritor”.
MATEO GARCÍA
Para EL TIEMPO
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