Rubén Vélez siempre ha escrito sobre el vacío. Para él, es el tema inevitable, aunque considera que quien tanto ama el vacío debería dejar la página en blanco. Pero él no ha sido consecuente con ese amor, ha sido traicionero, lo cual es digno de una telenovela de las ocho de la noche.
Todo era azar en el Hotel Zahara es una obra que, según el autor, es una monstruosa tormenta de arena, porque nunca se sabe qué va a pasar, como en el desierto, todo es un azar. Aquí no se narran historias como tal, o por lo menos no de una manera convencional. Vélez comenta que el libro es un espejismo y ante este el lector no debería frotarse los ojos, porque podría quedar en las mismas.
El libro fue editado por Sílaba Editores.
Foto:
Cortesía del autor
Una vez un beduino (árabe nómada que vive en los desiertos del norte de África y Oriente medio), le dijo al autor que si escribía sus experiencias en el desierto, le llovería un maná. “Ese libro son unas nuevas noches árabes que tienen que ver con el personaje de la carátula que es un príncipe hindú que conoció una tía-abuela mía. Yo me apropié de algunas de esas historias”, cuenta el escritor.
Aquí habla de un tal Nebur, un viajero que no se halla en ninguna parte, y el lector tiene que inventar las aventuras, pues el libro solamente las sugiere. No se saben si son situaciones reales o sufridas por el personaje. Hay una confusión entre su situación y entre su malestar a medida que avanza por el desierto, o son figuraciones de él o es algo que sí está pasando.
“Cada lector tendrá qué hacerse una idea sobre la aventura que le sugiere un capítulo, porque es lo que va pasando en el desierto, son como espejismos, como alucinaciones de alguien que avanza por el desierto. No hay una aventura cierta o categórica como las de los libros de los best seller”, explica Vélez.
En conclusión, Todo era azar en el Hotel Zahara es un enigma, como los enigmas que plantean las historias del desierto.