Jaqueline Duque llegó con la mejor pinta a la que sería su primera clase como maestra de croché: blazer negro, camisa fucsia, medias tipo malla, cabello rubio cepillado y, las que no pueden faltar en una mujer de su edad, las gafas.
Ni un minuto se quedó quieta en el salón de La Pascasia, la casona que reúne a músicos y artistas semanalmente pero que, en esta ocasión, sirvió de espacio para que un grupo de trabajadoras sexuales del centro de Medellín fueran escuchadas, recibieran clases de costura y se tomaran un café.
“Yo me pego de esto y se me olvidan todos los problemas”, afirmó entre risas Jaqueline, al preguntarle por su amor al ganchillo. Ella lleva un año sin ejercer la prostitución, pues decidió alejarse de las calles que la atraparon desde que tenía 25 años de edad, luego de que su esposo falleciera y tuviera dos niños pequeños a quienes alimentar.
A‘Tejiendo historias’ llegaron mujeres y hombres de todas las edades, desde amas de casa hasta estudiantes universitarios, ansiosos no solo por aprender croché, sino también por escuchar las anécdotas que cargan las ocho ‘guerreras del Centro’, algunas de ellas, de edad avanzada.
“Ya estoy haciendo algo por mí y mi futuro”, aclaró Jaqueline con orgullo. A sus 51 años y con dos hijos ‘hechos y derechos’, dejó El Raudal y La Veracruz, las desgastantes horas en las que tuvo que pasar de pie a la espera de algún cliente que le pagara uno o dos ratos.
El ambiente fue tan familiar, sencillo y de camaradería, que simulaba un convite de tías y abuelitas. En este espacio la palabra exclusión no existió. Entre todas se ayudaban, se hablaban, se mezclaban, se abrazaban y se agradecían.
“Traiga más amigas porque con esto nosotras nos sustentamos... y mi Dios le pague”, fueron las palabras de Jaqueline al despedirse de una de las mujeres que participó de su primer taller de bordado.

La iniciativa espera romper el tabú de la prostitución, un oficio ejercido por la falta de oportunidades y de educación.
Cortesía Pablo Ángel
Sin embargo, no todas las trabajadoras sexuales se arriesgaron a contar sus historias más íntimas.
Ese fue el caso, al principio de la actividad, de María, una mujer de avanzada edad quien prefirió ubicarse en una silla sola a tejer, al lado de la tarima de La Pascasia. Al finalizar la actividad y, observando el coraje de más de una de sus compañeras, relató de forma jocosa, una de sus noches en las heladerías del centro de la ciudad.
A Melissa Toro, una joven diseñadora de vestuario, le revolcó el corazón y la vida el cabaret performance de la artista Nadia Granados, realizado en el Museo de Antioquia: ‘Nadie sabe quién soy yo’, que hizo con las ‘guerreras del Centro’.
Ocho días después de verlo, acudió donde ellas y quiso aportar su granito de arena, con vestuarios para las mujeres en ejercicio de prostitución.
Sin embargo, el show terminó su etapa artística y Melissa, inquieta por seguir colaborando, se ideó la manera de que ellas pudieran laborar, al menos una vez a la semana, en algo diferente y más digno.
“Yo estoy cansada de que me toquen”, fueron las palabras que le dijo Jaqueline a Melissa y que le calaron en el alma.
“Necesito que empiecen en un programa que sea circular (...) y en el que ellas mismas generen los talleres, desde sus vivencias”, fue su pensamiento al escuchar a la extrabajadora sexual, quien meses atrás le había comentado que cosía unos bolsos y vestidos de baño en croché muy bonitos.
El primer taller se realizó con un costo por persona de 50.000 pesos. El valor incluía tres tambores de hilos, una aguja para tejer ganchillo, la primera clase, café, aromática, panecillos y tostadas.
Necesito que empiecen en un programa que sea circular (...) y en el que ellas mismas generen los talleres, desde sus vivencias
Con el dinero que recogen se les paga a las ‘guerreras del Centro’, las dos horas que dedican a compartir sus experiencias y a participar del taller que dicta Jaqueline.
El espacio sirve como terapia catártica según detalló Melissa, quien espera que el empoderamiento de sus mujeres, a quienes trata como hermanas, sea reconocido en varios lugares de la ciudad.
El claustro de Comfama y el Teatro Pablo Tobón serán los próximos sitios en los que se realizará la actividad.
María empacó unos pancitos que sobraron al finalizar la actividad. Otras dos de ellas se aplicaron labiales llamativos en el baño de mujeres. La noche era joven.
MARÍA CAMILA SALAZAR RUIZ
Para EL TIEMPO
camsal@eltiempo.com
MEDELLÍN