¿Qué dirían en La Guajira si supieran que el agua de mar puede convertirse en agua potable? No solo eso. ¿Que una empresa colombiana tiene el conocimiento y actualmente lo está haciendo, pero en Chile?
Desde 2015, el Grupo EPM adquirió la concesión para suministrar el agua potable en la ciudad chilena de Antofagasta, ubicada en el desierto de Atacama, considerado el más árido del mundo. La operación incluye una planta salinizadora que desde 2003 abastece el 65 por ciento del agua potable de la ciudad convirtiendo el agua salada en una apta para el consumo humano.
Aguas Antofagasta (Adasa), filial de EPM, invirtió 21 millones de dólares para ampliar dicha planta que pasará de producir 650 a 850 litros por segundo, lo que les permitirá abastecer, para fin de año, al 80 por ciento de los clientes de la ciudad con agua de mar desalada.
“Antes uno podía decir que faltaba el conocimiento o la cercanía con la tecnología. Llegar a Aguas Antofagasta nos entregó eso. Como operadores de planta, y con la ampliación, nos convierte en un ejecutor gerenciador de proyectos con la ingeniería para hacer un proyecto similar en cualquier lugar que tenga las condiciones”, expresó Fredy Zuleta, gerente de la empresa.

La planta desaladora funciona desde 2003 y desde el año pasado es aperada por Adasa, filial de EPM en Antofagasta, Chile.
Añadió que llevar la desalación a Colombia –u otro lugar– ya no depende de un tema técnico sino de cierre financiero.
“La tecnología ha bajado de precio en los últimos 20 años de manera significativa y puede seguir haciéndolo. Hoy, producir un metro cúbico de agua desalada cuesta cuatro veces más que potabilizar un metro cúbico de agua de una fuente superficial”, explicó el funcionario.
Eso, según él, significa que en términos de inversión inicial y de operación requiere un esfuerzo grande para el cierre financiero por el alto consumo de energía.
“Hay territorios que evidentemente lo necesitan, creo que lo que falta es que las posibilidades regulatorias y de inversión por parte del Gobierno Nacional, u otra fuente, lo viabilicen”, aseveró Zuleta.
Por ahora, seguirán fortaleciendo la prestación del servicio en la ciudad chilena para garantizar el servicio a cerca de 560.000 habitantes.
Así, con la ampliación, la Planta Desaladora Norte sería la más grande de América Latina, lo que pone a EPM con el conocimiento necesario para hacerlo técnicamente viable. Solo faltaría el músculo financiero para lograrlo.
Según cifras de la Empresa, para la primera planta se invirtieron 74 millones de dólares, a los que se le suman otros 21 para la ampliación. La idea es abastecer al 100 por ciento de Antofagasta con agua desalada para el 2020, “lo que en términos de costos es mucho más rentable”.
Así es el procesoVíctor Gutiérrez, jefe de Proyectos de Aguas Antofagasta, contó que la producción de agua potable comienza con la captación de agua, que se da a través de una gran tubería a 20 metros de profundidad y desde allí se traslada a la Planta Desaladora Norte.
En ella se realiza un pretratamiento del recurso hídrico para eliminar materias en suspensión y luego el agua pasa por el proceso de Osmosis Inversa.
Dicho proceso, consiste en hacer uso de unas membranas con poros microscópicos que dejan pasar el agua, pero retienen otras sustancias disueltas que están presentes en el agua de mar, como el sodio, cloruros, sulfatos y otras.
Al agua que sale de las membranas se le realiza una remineralización agregando calcio y magnesio, luego se agrega cloro (para garantizar la desinfección) y flúor para cumplir con el plan de cuidado dental del Ministerio de Salud.
Con la ampliación, aseguró Gutiérrez, la fuerza de la presión que deja la Salmuera (sal que extraen del agua) se usa para darle potencia a la planta lo que permite un ahorro energético del 17 por ciento, que se traduce en cerca de 300.000 dólares al año.
Desde Aguas Antofagasta aseguran que la calidad del líquido obtenido es óptimo para el consumo, incluso es monitoreada diariamente a través de autocontroles que se entregan a la Superintendencia de Servicios Sanitarios, que también realiza controles aleatorios.
“Es diferente al sabor que tiene el agua de coordillera que puede ser más dulce, pero lo que muchos no saben es que su consumo continuo es dañino para el organismo por su alto contenido de arsénico”, explicó Gutiérrez.
A ese líquido se le hace un proceso de remoción de minerales mientras que, por el contrario, al agua desalada se le agregan para que ambas queden óptimas para el consumo.
Con los proceso en los que ahora EPM tiene experiencia y conocimiento lograron tomar dos fuentes hídricas tradicionalmente dañinas para hacerlas saludablemente viables.
Una de esas, la desalación, es algo que esperan implementar en Colombia. Un anhelo que en lugares como la Guajira lo considerarían un milagro.
*Por invitación de EPM
DAVID ALEJANDRO MERCADO
davmer@eltiempo.com
Enviado especial de EL TIEMPO a Chile