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Especial
El Aro, 20 años después del terror
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Tras dos décadas de la masacre, en el corregimiento antioqueño las heridas aún no cicatrizan.
La lucha contra el olvido
En El Aro, las Auc asesinaron a 16 campesinos, entre el 22 y el 31 de octubre de 1997. Los sobrevivientes piden reparación.
El Tiempo
La neblina cubre las polvorientas calles, oculta la cruz de la cima de la iglesia y las fachadas de las casas que llevan dos décadas abandonadas. Hay tres mulas amarradas a un lado del atrio y una que otra gallina camina cerca de los soldados que patrullan un pueblo desolado, donde todavía no cicatrizan las heridas de una de las peores masacres de la historia del país.
En el lejano corregimiento El Aro, de Ituango, que se esconde en las montañas del norte de Antioquia, viven 44 familias, que suman al menos 180 personas, las cuales se resistieron a la guerra, al olvido y a la soledad. Los campesinos pasan sus días jornaleando para poder subsistir, viven del ganado, de la agricultura, de arrear bestias, de criar marranos y algunos también de la hoja de coca.
Los habitantes del lugar dicen que no han recibido mayor ayuda de las autoridades.
Masacre de El AroLos habitantes del corregimiento de El Aro aseguran que nada ha cambiado desde la masacre perpetrada por los paramilitares, en 1997.
Las huellas del horror
Los residentes recuerdan con dolor la sevicia de los verdugos, quienes, durante 7 días, sometieron y humillaron al pueblo.
Los más viejos de El Aro recuerdan con lucidez aquel 22 de octubre de 1997.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Pese a que el horror se apoderó del pueblo, los habitantes de este corregimiento de Ituango (Antioquia) luchan por seguir adelante y dejar el pasado atrás.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
"Antes habían unas 300 familias, ahora somos solo 44", asegura José Marcelino Barrera, arriero y sobreviviente de la masacre.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Tras 20 años de la llegada de las autodefensas al pueblo, las marcas del terror aún son evidentes en sus calles.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Los habitantes de El Aro realizan con tranquilidad sus actividades diarias, aunque los recuerdos de aquella matanza van tatuados en el alma.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Las nuevas generaciones piden a gritos ayudas del gobierno para impulsar el crecimiento de El Aro. Los niños son la clave para el florecimiento del pueblo.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Con nostalgia, algunos de los sobrevivientes recuerdan el hecho. Los abusos y las torturas que los paramilitares cometieron contra la población son imborrables.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
El Aro era considerada por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) una zona de influencia guerrillera. Sin embargo, siempre ha sido una tierra de gente pujante y trabajadora.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Los jóvenes aseguran que no hay que olvidar jamás el hecho, con el objetivo de trabajar para conseguir un futuro prospero en la región.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
A pesar de la tragedia que cumple 20 años, las personas viven con armonía en El Aro.
Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO
Las huellas de la masacre no solo van en la memoria de los habitantes de El Aro, también quedaron a la vista de sus ojos. Las personas le exigen al gobierno que les brinde ayudas para crecer en paz, tras 20 años de total abandono.