La muerte del sacerdote Javier Eduardo González Pertuz, ocurrida este sábado 4 de febrero, en un bar en la carrera 70A con calle 42, en el sector de Laureles, en Medellín, ha causado misterio y conmoción entre sus allegados y feligreses.
El hombre se dirigió al lugar tras salir del Seminario Misionero San José, donde trabajaba como formador, para ver el partido de la Selección Colombia sub-20. Allí llegó con otro sujeto y se ubicaron en una de las mesas del fondo del local, donde departieron unas horas.
La persona que lo acompañaba salió del lugar con sus pertenencias (celular, billetera y chaqueta) y el sacerdote se desplomó sobre la mesa. El administrador del lugar creyó que estaba borracho y dormido, por lo que lo sacó a la calle a la hora del cierre. Sin embargo, estaba muerto.
Hasta el momento se desconocen las causas de la muerte del sacerdote y las autoridades están verificando si fue causada por alguna sustancia como la escopolamina. Sin embargo, sus allegados, en medio de la conmoción, han hablado del sacerdote y su legado.
En entrevista con El Colombiano, uno de los familiares del padre Javier contó que "desde muy joven tuvo la vocación religiosa" y "siempre fue una persona muy amable, dispuesta a ayudar".
Las personas que lo conocieron, además de lamentar su muerte, exaltaron su labor social apoyando activamente a fundaciones dedicadas a calmar el hambre y alimentar habitantes de calle.
Muchos de sus allegados también lo definieron como un hombre apasionado por el fútbol que cada que podía asistía a partidos del Atlético Nacional o de la Selección Colombia en Barranquilla.