Antes de estudiar ingeniería química en la Universidad de Antioquia, Jennifer Muñoz no se imaginaba que de los residuos que quedan del aceite de cocina se podían fabricar jabones.
En el 2013, cuando estaba en sexto semestre, ella y su madre empezaron a contemplar esta idea, que se hizo más fuerte cuando en el colegio de la hermana menor hicieron este experimento. Un año después ya habían hecho los primeros intentos en su casa en el barrio Picacho de la comuna 6 de Medellín.
Pero, la inexperiencia llevó a que cometieran muchos errores y los resultados fueran “desastrosos”, relató Jennifer. Sin embargo, poco a poco fueron encontrando las formulaciones correctas y lograron inventar un jabón en barra para lavar ropa.
“Para mediados del 2015 teníamos el proceso estandarizado y después de tanto investigar encontramos los aditivos para disminuir el olor del aceite, así como hallar el PH adecuado para que no sea nocivo para la piel”, explicó Jennifer, quien luego de graduarse en septiembre del año pasado está dedicada de lleno a la empresa familiar, mientras consigue un empleo para adquirir experiencia.
Según explica Carlos Eduardo Montealegre, profesor asistente de dermatología de la Universidad de Antioquia, sin importar cuál sea el proceso y el tipo de grasa que se utilice para fabricar jabones, estos tieden a causar daños en la piel con el paso del tiempo, si bien unas personas son más sensibles que otras. “Lo que pasa es que estos productos están hechos para arrancar la grasa, y la piel tiene grasa; por eso, el uso de jabones puede resecar la piel”, sostuvo Montealegre, quien añadió que la recomendación es usar guantes cuando se usa permanentemente el jabón.
El proceso de fabricación de los jabones de Jennifer empieza con la recolección del aceite sobrante en los negocios de comidas rápidas y en las viviendas de algunos vecinos, así como del sebo que le envían sus tíos desde Puerto Berrío, Magdalena Medio antioqueño. Tras hacer la limpieza del aceite, este se mezcla con soda cáustica en un riguroso proceso para evitar accidentes. Lo demás es agregar aditivos, colorantes y aromas. Luego de agitar la mezcla unos 30 minutos se hace un vaciado en moldes de madera, en los cuales permanecen al menos 12 horas al aire libre. Después se dejan madurar hasta 20 días para que el producto sea de la mejor calidad.
Cada mes fabrican alrededor de 250 y 300 unidades. Con seis litros de aceite pueden fabricar 30 jabones, y esperan tener cada vez más personas que contribuyan con la donación del aceite que queda luego de cocinar. Así cumplen con otro propósitos: beneficiar el medioambiente al evitar tirar el aceite de desecho a las alcantarillas.
HEIDI TAMAYO ORTIZ
Corresponsal EL TIEMPO

Jennifer Muñoz y su mamá MarÃa Angelina Méndez, quienes fabrican en su casa 300 jabones al mes con aceite de cocina
Jáiver Nieto / EL TIEMPO
Reciclan aceite de cocina a fin de hacer jabón para lavar ropa
La antioqueña Jennifer Muñoz recoge el aceite de negocios de comidas rápidas y de vecinos.
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