No es de extrañar que la tradición del pesebre siga viva entre los colombianos. A pesar de la incursión de nuevos credos, este sigue siendo un país donde una de cada siete personas es católica, según el estudio ‘Del monopolio católico a la explosión pentecostal’ (2013) del sociólogo William Mauricio Beltrán, profesor de la Universidad Nacional.
A una parte de la población también le gusta coleccionar objetos, por ejemplo, a Eugenia Chica, una mujer de 82 años de edad que vive en el barrio La América una de las cosas que más le gusta hacer es coleccionar pesebres.
En su casa ya tiene 600 de estas figuras que representan el nacimiento de Jesús; a esas añade el pesebre que todos los años –desde 1995– realiza en vivo, con niños vestidos de los personajes bíblicos, en el antejardín de su vivienda para celebrar las novenas.
Su pasión por coleccionar pesebres comenzó cuando, una vez que sus hijos se habían casado he ido de la casa, vendió una parte del inmueble y el espacio se redujo. “Ya no pude armar el pesebre grande en todo el comedor, en ese momento alguien me regaló uno más pequeño, y así se fue yendo”, comentó.

Eugenia, que es hincha del Medellín, recibió este pesebre de un amigo hincha del Nacional. A ella le parece gracioso. Foto: Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Los pesebres los expone en el primer piso de su casa entre noviembre y enero, y cada año tiene nuevas figuras. Algunas las compra ella, otras son regalos de amigos o familiares que conocen su afición. “Al que parece ser el más caro, de porcelana, lo quiero tanto como al de los tres frijolitos”, dice Eugenia.
Debajo o atrás de la mayoría de los pesebres está escrita con tinta negra la fecha en que llegó a la colección y la persona que lo hizo o se lo regaló a Eugenia.
Para ordenarlos y agruparlos, ella intenta organizarlos en la sala, las mesas o las paredes según sus materiales o tamaños.
A finales de enero, todos se guardarán en cajas en los tres clósets de la casa y debajo de las escaleras.
De los 600 pesebres, Eugenia solo ha hecho dos, tejidos en punto de cruz entre 1999 y el 2000. Y a pesar de la gran cantidad, nunca se le ha perdido ninguno aunque algunos se han dañado con el tiempo.
Colección multinacionalVarios de los pesebres vienen de diferentes países como Ecuador, Panamá, Estados Unidos, España, Paraguay y Perú, entre otros. Eugenia cuenta que como las personas saben que a ella le gustan los pesebres, le traen alguno como regalo de sus viajes.
Uno de estos es “sobrado de Katrina”, se lo regaló el hijo de una amiga suya que vivía en Nueva Orleans, Estados Unidos, en 2005, cuando el huracán Katrina devastó gran parte de esa ciudad. Él evacuó su casa y cuando regresó luego del paso del huracán encontró en la playa, cerca de donde vivía, la base de su pesebre de globo de cristal. Como sabía que a la amiga de su mamá le gustaban los pesebres, se lo regaló, aunque el cristal se había roto en la catástrofe.
En la colección de Eugenia, quien además administra una asociación mutual funeraria, también hay pesebres de diferentes lugares de Colombia, algunos de ellos con trajes típicos de la región. Estos se llaman pesebres folclóricos. Los otros son los pesebres bíblicos, más tradicionales, y los ornamentales, con adornos más costosos.
Para Eugenia lo cierto es que no tiene un límite de pesebres, y el espacio no es problema, “el que llegue, se acomoda”, concluye.
‘La satisfacción de hacer los pesebres es verlos expuestos’
A Hernando le gustan los pesebres desde que era pequeño, recuerda que le gustaba hacer lagos con espejos. Foto: María Isabel Ortiz
“Le quedó muy bello”, “felicitaciones”, esos son los comentarios que quienes contemplan el pesebre del centro de diseño y construcción Idêo le dan a Hernando Castro, el artesano detrás de esta obra de 16 metros cuadrados.
“Ese es el mejor pago que me pueden dar”, comenta este hombre de 70 años que desde hace 10 tiene como hobby hacer pesebres bíblicos de mediano formato.
La primera vez que Hernando expuso uno de sus pesebres fue hace 10 años en la parroquia Nuestra Señora de las Lomas, en Envigado. Él preguntó si podía hacer el pesebre de la iglesia y el cura le dijo que sí.
Los realiza con madera, papel, yeso, aserrín de pino y colbón, después los talla a mano con bisturíes y por último los pinta cuidadosamente. Siempre realiza las edificaciones que, generalmente, tienen varios niveles y pasillos, guardando el aspecto que tendrían cuando nació Jesús.
También guarda las proporciones, cuando arma los pesebres distribuye las figuras más pequeñas atrás y las más grandes adelante, “para que tenga perspectiva y no se vea en un solo plano”, comenta; lo mismo hace con las casas, los animales y demás elementos como carretas y árboles.
Adicional a esto, sus pesebres tienen movimiento, hay entre 15 y 18 figuras que se mueven armónicamente. Cada una de ellas las importó de Italia, y tienen un costo de entre 300 y 500 euros. “Eso a mí no me parece tan caro al final, hay gente que paga cuatro y cinco millones de pesos por una porcelana, esto a mí me parece más bonito que una porcelana”, dice.
En el pesebre expuesto en Idêo entre las figuras que se mueven hay una mujer que lava ropa en el río, un hombre que le pone herraduras a un caballo, una mujer sacando agua de un pozo, ovejas que se mueven mientras las esquilan, y María, José, el niño Jesús y los tres reyes magos.
Desde febrero, Castro comienza a cortar la madera para el pesebre. “Esto es un arte y toma tiempo, cada una de estas casas -que son en promedio de 30 o 40 centímetros de alto- toma unos dos meses”, comentó.
Aunque todavía no se ha terminado este año, Hernando ya está pensando en los pesebres del 2017. Habrá, por ejemplo, tres nuevas figuras móviles: una mujer que mece un niño en brazos, unos hombres jugando cartas en una mesa, y un hombre que abre la puerta de una casa.
“A mí siempre me ha gustado esto, yo no sé si es coincidencia pero yo nací un 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, que es el promotor de los pesebres”, concluye.
María Isabel Ortiz F.
MEDELLÍN