La carga más pesada que reposa sobre los hombros de Ana María* es no poder ver a su hijo con frecuencia. Él vive en un municipio del Bajo Cauca antioqueño y ella, en Medellín.
La mujer, que está a punto de cumplir 60 años y ya deja ver unas pocas arrugas y unas cuantas canas, está convencida de que aún hay muchas heridas que deben sanarse para recuperar la relación con el joven.
Mientras contaba su historia, Ana María lloró varias veces: de tristeza, de indignación, del dolor profundo que le produce haber pasado de una vida llena de lujos a una habitación con una sola cama, un ventilador, un televisor y un pequeño bolso con algo de ropa y el cuaderno donde anota el transcurrir de su vida.
Pero Ana también derramó lágrimas al recordar el abuso sexual que sufrió de parte de uno de sus hermanos, los primeros pasos que dio hacia el alcohol y las drogas, su llegada a la vida de las calles y la destrucción de la familia tras la muerte de su padre.
Pese a que en su juventud fue patinadora, modelo, estudiosa y tuvo una familia con una economía prominente que se movía en los círculos sociales más altos de ciudades como Barranquilla, Cartagena y Medellín, hoy es una de las 140 personas mayores que hacen parte de uno de los dos dormitorios sociales que tiene la Secretaría de Inclusión Social, Familia y Derechos Humanos de Medellín.
Nunca se sintió del todo a gusto viviendo en la calle, por ello, esa habitación limpia es su gran oportunidad. Después de las 4 de la tarde, Ana tiene un lugar al cual llegar para dormir y cenar, ubicado en el hotel La Paz, en el centro de la ciudad.
Allí encontró la tranquilidad y el apoyo psicosocial que necesitaba para alejarse por completo del alcohol y las drogas y está convencida de que aún tiene mucho tiempo para recuperar todo lo que perdió en la vida.
“Quiero tener mi casita, seguir trabajando, quiero recuperar mi vida, tengo que darme prisa porque en cualquier momento el Padre me llama”, manifestó.
En el día, Ana vende dulces, maní y productos congelados, como palitos de queso y empanadas, en el sector de El Hueco.
El dinero que consigue lo destina al almuerzo de todos los días y a alguna ayuda para su nieta. Si bien no habla mucho con su hijo, está recibiendo apoyo de una sobrina para retomar el contacto: “Él sabe del hotel, me está viendo diferente”, añadió, con la esperanza de poder abrazarlo este fin de semana durante una visita que hará a la ciudad
Quiero recuperar mi vida, tengo que darme prisa porque en cualquier momento el Padre me llama
A sus 69 años, la gran enseñanza que ha tenido Édgar de Jesús Serna es que no hay que culpar a los demás por las consecuencias de las decisiones tomadas. Con Ana lo unen varias cosas: la fila que hacen a diario para entrar al hotel La Paz, un pasado de alcohol y el poco contacto con sus hijos.
Desde hace cinco años, Édgar hace parte de los programas que ofrece la Secretaría de Inclusión Social y, así, pudo pasar de las calles del parque Bolívar, a una vida en la que se siente más tranquilo.
“Estaba en el licor porque me sentía muy solo en la calle, no tenía a nadie, amanecía en las aceras, pero empecé a recibir tratamiento y elegí este camino porque vi que me estaba matando”, expresó.
Hoy sigue sintiéndose solo, excepto por la compañía de las otras personas del hotel y unos amigos mecánicos con quienes pasa el día. Su hija vive en Nueva York y lo llama una vez al mes. Su hijo, un ingeniero de sistemas, no tiene muchas intenciones de saber de él.
“Se me aleja mucho, primero me recibía las llamadas, me ayudaba, pero hace tiempo no me contesta el celular, llevo más de dos años que no tengo buena comunicación con él. Llegará el día en que de pronto nos contactemos”, dijo.
En el 2016, el Comité Biopsicosocial del programa de personas mayores de la Secretaría de Inclusión Social de Medellín recibió 1.004 solicitudes de ingreso a alguna de las iniciativas de apoyo.
De ellas, 247 correspondían a adultos en situación de abandono, es decir, que su red familiar primaria (hijos) no querían o no podían hacerse cargo de ellos. En total, ese año, 338 ciudadanos fueron atendidos en alguno de los programas.
Según Catalina Arboleda, directora técnica del Equipo de Personas Mayores de la Secretaría, el problema del abandono está en aumento y preocupa, en tanto que no hay recursos ilimitados para atender a personas que se quedan sin protección y sin red de apoyo familiar o social. En el transcurso de este año, el Comité ha analizado 286 solicitudes de ingreso y ha identificado a 96 adultos que están en situación de abandono.
El problema de abandono está en aumento, pero también preocupa los que se sienten solos en sus hogares
“Estamos viendo que esta problemática se está dando, por ejemplo, cuando la persona mayor tiene una enfermedad. También los dejan en los hospitales”, dijo la funcionaria.
Asimismo, explicó que cuando un ciudadano cumple con los requisitos para ingresar al programa de envejecimiento digno, de acuerdo con sus características, puede ser beneficiado con alguna de tres alternativas:
- Servicios diurnos, es decir, los centros Vida, en los que reciben atención psicosocial cuando están en riesgo de abandono, inseguridad alimentaria y soledad, si bien, aún están en su núcleo familiar.
- Servicios nocturnos, es decir, los dos dormitorios sociales que hay en la ciudad y que suman en total 360 cupos. Allí solo van desde las 4 de la tarde, hasta las 8 de la mañana.
- Servicios de larga estancia, o sea, personas que están en abandono y permanecen las 24 horas en un centro especializado para ellos. Actualmente, hay más de 860 ciudadanos institucionalizados en este modelo.
La inversión total en el 2017 para los distintos programas será de 28.000 millones de pesos.
En vista de que la situación no le compete solo a la Alcaldía, están preparando una campaña para crear conciencia sobre el cuidado de las personas mayores, así como la preparación de los adultos para llegar a la vejez, de modo que cuiden su familia, ingresos y salud, concluyó Arboleda.
*Nombre cambiado
HEIDI TAMAYO ORTIZ
Redactora de EL TIEMPO
@HeidiTamayo