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Medellín

La mujer adoptada que volvió y creó Ong en un barrio vulnerable de Medellín

La experiencia que ahora vive Andrea, nunca la hubiera cambiado por nada en el mundo.

La experiencia que ahora vive Andrea, nunca la hubiera cambiado por nada en el mundo.

Foto:Natasha Pentin

Andrea González nació en Colombia pero fue criada en Holanda. 

NATASHA PENTIN
Así como a ella el deporte y la danza la ayudaron a integrarse a una sociedad desde niña y a reforzar su autoestima, Andrea González viene impulsando en La Honda, un barrio en el filo de las montañas orientales de Medellín, esta misma idea.
La idea que el deporte puede ser utilizado como instrumento para empoderar a las mujeres y así ser agentes de cambio.
Andrea creció en un pequeño pueblo en los Países Bajos y allí descubrió que era diferente. “Siempre seré la forastera donde quiera que esté, pero estoy contenta con ello”, afirma. Y es que su aspecto provoca alguna confusión entre muchos colombianos.
Andrea es bajita de estatura, pero atlética con piel trigueña. Con una sonrisa brillante, ojos café con forma de almendra y cabello largo y castaño oscuro.
Además de su apariencia, su nombre, junto con su español entrecortado, hacen que sea asediada con preguntas tales como: ¿De dónde vienes? ¿Quién eres?
“Sólo paso desapercibida si no abro la boca”, comenta Andrea con una radiante sonrisa. Ella había llegado a Holanda después de que su madre la diera en adopción tras escapar de una sufrida relación abusiva que la llevó a vivir en las calles de Bogotá con cuatro hijos y sin acceso a ayuda alguna.
Esa historia y el haber conocido después a su madre biológica influyeron en todos sus grandes pasos.
Primero estudió deporte social en el CIOS de Heerenveen, institución en la que forman profesionales “para una sociedad más deportiva, más saludable y más social”.
Luego, estudió trabajo social en la Universidad de Groningen y después se fue de voluntaria a India, en un centro de protección para mujeres dedicadas a la prostitución.
Con esa experiencia, un día del 2019 llegó a Medellín. Lo hizo para trabajar en una escuela de idiomas.
Estando allí, muchas personas le expresaron sus deseos y frustraciones por querer ser voluntarias como ella pero no encontrar una ONG adecuada. Así que dejó su trabajo formal y emprendió una empresa social que conectaba a los voluntarios y voluntarias con pequeñas ONG que no estaban bien posicionadas.
Empezó, entonces, a explorar el escenario de las ONG en toda Colombia y creó una base de datos. Conoció a los fundadores y experimentó el arduo trabajo que realizaban para ver qué tipo de voluntario encajaría mejor en el rol a desempeñar.
A Andrea le apasiona que no se establezca un centro de turismo voluntario. Por este motivo, cada aspirante al voluntariado tiene que inscribirse y responder a preguntas sobre su motivación de ser voluntario. También se reúne con ellos en persona o a través de zoom y solicita una verificación de antecedentes penales. De esta forma nació su fundación Volunteers in Colombia.
La mujer adoptada que regresó al país y creó una Ong.

La mujer adoptada que regresó al país y creó una Ong.

Foto:Natasha Pentin

La ONG está establecida en Holanda lo que, en su opinión, fue un proceso sencillo que incluyó el nombramiento de una junta directiva y la apertura de una cuenta bancaria.
En un principio los países que atravesaban dificultades parecidas derivadas de la pandemia estaban ayudando a su propia gente y por eso los fondos extranjeros rechazaron las solicitudes de apoyo de Andrea.
En su lugar, se dirigió a amigos y familiares para que la ayudaran en sus proyectos.
Entre ellos, Hambre Cero, y todo salió mejor de lo que pensaba.
Su consejo es: “Aunque sólo tengas suficiente para 10 bolsas de comida, dedícate a ello”. Justamente cuando se encontraba repartiendo comida en La Honda conoció a Diego Beltrán, un profesor que dirige una escuela de boxeo para jóvenes a la que denomina: Boxeo Para La Vida. A Andrea le llamó la atención que no hubiera mujeres.
Después de hablar con el profesor formaron Box2Grow en el que las niñas y jóvenes de entre 7 y 25 años, con desventajas debido a la pobreza y a la violencia de género que padecen, reciben también clases de boxeo para mejorar su confianza, junto con la formación de habilidades socioemocionales.
Ella es optimista en la sostenibilidad de su sueño porque “La cultura de las ONG está cambiando a medida que los jóvenes están tomando el liderazgo. Se puede crear un modelo sostenible a través de las redes sociales que permitan a las organizaciones relacionarse directamente con los donantes”, dice.
Siendo realistas, la única forma de ser sostenible es averiguar qué necesitan realmente las comunidades, en lugar de imponerles una idea, para llegar a la superación de la pobreza multidimensional.
A sus 32 años ha decidido quedarse a vivir en Medellín, a donde llegó con sus sueños después de vivir en Curaçao durante tres años.
En su página expresa que: “Volver de nuevo a mi país es muy especial para mí. A lo largo de los años me di cuenta de que mi mente es muy holandesa, pero en mis venas siento la pasión colombiana”.
NATASHA PENTIN
PARA EL TIEMPO
MEDELLÍN
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