Por el solo hecho de ser joven, Sebastián*, quien vive en La Sierra, no podía pisar los barrios Villa Liliam y Villa Turbay, eje de desarrollo del nuevo metrocable del centrooriente de Medellín que empezará a rodar el próximo 30 de noviembre y se conectará al tranvía de Ayacucho y al metro.
Sebastián recuerda que en el 2014, cuando se inició la obra, muchos estudiantes, incluido él, no iban al colegio por causa de las fronteras invisibles. La amenaza era la muerte o el desplazamiento forzado.
Sin embargo, la construcción del cable La Sierra (Línea H) logró borrar esas fronteras invisibles de muchos barrios de la comuna 8 (Villa Hermosa), donde antes los combos se enfrentaban para quedarse con las rentas de la drogas y la extorsión.
El cable no solo rompió esas barreras impuestas por los delincuentes, sino que también trajo confianza y desarrollo social.“Los grupos armados entendieron que la construcción del metrocable les dio empleo a los habitantes de la comuna y que la gente tenía que ir de un barrio a otro”, dice Sebastián.
Las 42 cabinas del sistema movilizarán a 3.600 pasajeros por hora en ambos sentidos y beneficiarán a unas 360.000 personas de las comunas Villa Hermosa, Buenos Aires y La Candelaria.
El metrocable tiene una longitud de 1.400 metros y una velocidad de cinco metros por segundo, saldrá de la estación Oriente, retornará en San Antonio Las Torres y llegará hasta la estación Villa Sierra (entre Villa Turbay y La Sierra).
El líder, Heriberto Reinosa, explica que faltando escasos 15 días de la operación instructiva, los habitantes están a la expectativa porque es una esperanza de desarrollo y pacificación.
La razón radica en que a la construcción del medio de transporte se sumaron proyectos de mejoramiento de vivienda y el Jardín Circunvalar que, además de incluir senderos y ciclorrutas, frenará la expansión en la ladera hacia el cerro Pan de Azúcar.
“Con la línea H hubo integración entre barrios y libertad de pasar de un lado a otro, antes existían las barreras invisibles, pero ahora no hay ningún temor”, asegura Reinosa.
En esto coincide el secretario de Seguridad de Medellín, Gustavo Villegas, quien afirma que la clave para disminuir la violencia fue la intervención integral: transformación en infraestructura, en seguridad y en lo social.
Por ello, agrega el funcionario, hubo un trabajo con jóvenes en alto riesgo de caer en la ilegalidad. “Esas fronteras que quita el cable jamás podrán volver a existir”, resalta.
Laderas transformadasLa mayoría de los barrios de la comuna 8 fueron ocupados por desplazados de la violencia, quienes se asentaron allí de una forma no planificada e hizo difícil el paso vehicular por vías estrechas y empinadas.
Jorge Mario Tobón, gerente social del Metro, explica que por ello de una forma creativa e innovadora se buscaron soluciones de movilidad.
“El cable ha resultado ser un sistema muy positivo, trae un ahorro en tiempo y dinero para las familias de las laderas altas”, añade.
El gerente asegura que el metrocable, además de dar una solución en movilidad, transforma los alrededores de las estaciones que se convierten en centros de desarrollo urbano, social y cultural.
“Se revierte la mirada frente a las laderas que, por sus mismas condiciones topográficas, se ven como zonas aisladas. Pero, con el cable, se une un sector periférico con el resto de la ciudad. Eso posibilita que una población que se sentía excluida de Medellín se vincule”, resalta Tobón.
La experiencia de los cables de Santo Domingo y la comuna 13 mostraron que el cable teje territorios y trae desarrollo económico a esas zonas. Alrededor de las estaciones se asentaron entidades financieras y empresas privadas. Igualmente hubo desarrollo educativo en salud y recreación.
Un estudio de la Universidad de Antioquia y de Columbus School, de Estados Unidos, mostró que las tasas de homicidios se redujeron en un 80 por ciento, luego de que el cable de Santo Domingo entrara en operación.
“Los habitantes empezaron a tener una mirada más esperanzadora de su futuro, bajo el entendimiento de que se sentían parte de la ciudad, incluidos, mirados, reconocidos, valorados y respetados. El comportamiento fue más positivo”, agrega Tobón.
Sebastián, quien no terminó el bachillerato por causa de las fronteras invisibles y por falta de recursos, espera que la transformación en un barrio que le ha negado oportunidades continúe.
* Nombre cambiado por seguridad
Deicy Johana Pareja M.
Redactora de EL TIEMPO
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