Bajo el sol, alrededor de una pequeña huerta ubicada en el cerro La Asomadera, en la comuna 9 (Buenos Aires), varias personas sembraban y cuidaban alimentos como apio, brócoli y distintos tipos de lechugas.
Era miércoles. Habitantes del sector se dan cita allí cada semana para poner en práctica sus conocimientos agrícolas, tomando como base los saberes que los mayores aprendieron en el campo. Del lugar, salieron con productos que pueden usar para cocinar.
En ese mismo momento, en Bello, en el norte del valle de Aburrá, otro grupo de personas estaba reunido, como todos los miércoles, en el cerro Piamonte, con el fin de poner en práctica técnicas agrícolas con las que comprenden sobre caldos minerales, cultivo de microorganismos, abonos, siembras y cuidados de las plantas.
Ambos cerros hacen parte de las cuatro áreas protegidas del valle de Aburrá, que a su vez son las únicas con estas categorías del país, en la zona urbana. Las otras dos son los cerros El Volador y Nutibara, en Medellín. Sin embargo, declararlos áreas protegidas solo fue el primer paso para preservar estos sitios ricos en biodiversidad y considerados pulmones verdes del territorio.

Ciudadanos de los municipios tienen oferta de varias actividades culturales, ambientales y pedagógicas para apropiarse de las áreas protegidas.
Guillermo Ossa / EL TIEMPO
Por ello, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá estableció este año un convenio de asociación con la Corporación Unida Empresarial para implementar acciones que permitan preservar estas zonas y acercar cada vez más a los ciudadanos, de modo que se apropien de estos espacios. Los convenios ya se habían hecho con otras instituciones desde el 2012, por lo cual con el actual se fortalecen medidas ya determinadas.
En el convenio se hizo una inversión de 812 millones de pesos, de los cuales 650 millones de pesos los aportó la autoridad ambiental y 162, la corporación.
De acuerdo con Madeleinny Agudelo, coordinadora del convenio, el objetivo es acercar a ciudadanos de base a la apropiación de estas áreas protegidas, por lo cual se emplean recursos pedagógicos, agroecología, manualidades ambientales con cortezas vegetales, danzas folclóricas, gastronomía saludable, artes plásticas, yoga y recorridos guiados.
La declaratoria les da a estos cerros una connotación social, cultural y natural diferente, les suma importancia y los blinda contra los efectos de otros instrumentos, como un Plan de Ordenamiento territorial (POT), es decir, allí no se podrán hacer construcciones o intervenciones que los dañen.

Distintas especies de fauna y flora habitan en los cuatro cerros declarados áreas protegidas.
Guillermo Ossa / EL TIEMPO
Con los convenios que ha hecho el Área Metropolitana se desarrollan procesos formativos como seminarios, diplomados y eventos académicos, en los que se involucra no solo a los ciudadanos y las organizaciones de base de los municipios sino también a 19 universidades y empresas.
Asimismo, desde el 2013, crearon el Comité ciudadano de áreas protegidas, conformado por unas 20 personas entre ambos municipios, que se encargan de apoyar la labor de preservación desde componentes como veeduría, comunicación, investigación y capacitación.
La idea es que el comité se apropie tanto de su labor que no dependa de la autoridad ambiental para desempeñarla. “Estamos diseñando una propuesta de pago por servicios ambientales, pero en la zona urbana. No se trata de un campesino que cuida sus bosques y por ello se le paga, sino que es una organización de base aledaña al área protegida, que hace recorridos guiados, jardinería, apropiación y dinamización de las áreas, partiendo de las necesidades naturales, culturales, administrativas y sociales”, explicó Agudelo.
Uno de los integrantes del comité ciudadano es Anderson Mesa, quien desarrolla su trabajo en Piamonte. Según lo explicó, para los colectivos ciudadanos y los habitantes, el cerro se ha convertido en un escenario de formación y reflexión sobre la ruralidad. También indicó que mediante actividades como el curso de agroecología o los recorridos se busca dinamizar la relación entre naturaleza, sociedad y cultura.
Estamos diseñando una propuesta de pago por servicios ambientales, pero en la zona urbana
Esto va ligado a las particularidades que cada área tiene. El Volador se caracteriza por la importancia de la cultura y los hallazgos arqueológicos. Nutibara, por el turismo y el paisajismo. Piamonte, por la conectividad ecológica, ya que está muy cerca del cerro Quitasol y Las Baldías, que también hacen parte de una divisoria que cubre el valle de Aburrá. En La Asomadera tiene gran relevancia el fortalecimiento que han hecho las organizaciones de base.
Para Jhony Andrés Escobar, líder social y ambiental de la comuna 9, las actividades que se hacen en La Asomadera sirven para fortalecer también el tejido social. “Podemos fusionar trueque alimentario, sana alimentación, cuidado del medioambiente, seguridad alimentaria, convivencia y participan niños, jóvenes adultos”, anotó.
Los convenios para preservar las cuatro áreas protegidas han impactado desde el 2012 hasta la fecha a unas 13.000 personas. Uno de ellas es Orlando Bustamante, quien nació y creció en Bello.
Hoy, hace parte del colectivo ciudadano que participa en las actividades en Piamonte, un cerro del que se fue apropiando poco a poco desde su infancia, pues el lugar es aledaño al colegio donde estudió y era paso para acortar las distancias de desplazamiento.
“Nos apoderamos mucho de esto y hasta la lonchera la sacábamos de acá, cogíamos mandarinas, mangos, ciruelas. Este campo siempre ha sido la vida de nosotros. Y hoy en día, aprendemos cómo sembrar plantas y nos llevamos los insumos para replicar en la casa”, dijo.

Empresa, universidades y colectivos ciudadanos se vincularon a la iniciativa de protección.
Guillermo Ossa / EL TIEMPO
En vista de la importancia que han tenido estas prácticas de preservación, en el convenio se está trabajando para lograr tres nuevas áreas protegidas en el valle de Aburrá: el Parque Ditaires, en Itagüí, el Parque La Heliodora y el humedal El Trianón, en Envigado.
La idea es avanzar en la declaratoria de las áreas protegidas en el valle de Aburrá, pues aunque muchos no cumplen con los requisitos para estar en el registro único nacional de áreas protegidas, son un espacio de vital importancia para los municipios, por ser pulmones verdes, albergar distintas especies de flora y fauna y ser zonas de cuidado ambiental, sano esparcimiento e investigación.
El Área Metropolitana también tiene otro convenio simultáneo con otra organización para construir la actualización de los planes de manejo en cada zona protegida. Ya hicieron la etapa de diagnóstico y están en la de zonificación, para construir el plan estratégico de los próximos cinco años.
HEIDI TAMAYO ORTIZ
Redactora de EL TIEMPO
@HeidiTamayo
Medellín
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