Al principio fueron presa de los nervios. Después de varios meses en proceso de rehabilitación en el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV), de casi cuatro horas de camino por tierra desde Medellín, los animales que viajaban en el vehículo que los transportaba estaban inquietos, estresados. Quizás no se imaginaban que tanto movimiento se debía a que regresarían a sus orígenes, al sitio de donde nunca debieron ser extraídos, el bosque.
“Este comportamiento es normal, es el miedo a la libertad que les da a las especies silvestres cuando las someten al encierro mucho tiempo”, comentó Juan Camilo Restrepo, zootecnista y coordinador del Equipo de Fauna de Corantioquia.
Búhos, halcones, zarigüeyas, ardillas, tortugas, boas y hasta gallinazos cambiaron las pequeñas jaulas y el encierro en el que vivieron los últimos días de su rehabilitación, por árboles, ríos y la extensa naturaleza que de ahora en adelante será la que defina el curso de su existencia.
El primer turno fue para las aves, que asustadizas buscaban refugio en lo profundo de las pequeñas cajas de cartón que utilizaron para su transporte. Los halcones fueron los más aturdidos por la extensa zona verde que se alzaba frente a sus ojos.
No querían abandonar la efímera seguridad ofrecida por el sencillo guacal, bastó la ayuda de los biólogos para que las rapaces agitaran sus alas con fuerza para alzar vuelo y miraran desde lo alto su nueva morada. Los búhos y los gallinazos volaron inmediatamente cuando se abrieron las cajas.
A muchas de las especies las extraen bebés, matan a sus madres o a grupos familiares completos que defienden a las crías del grupo
Cada animal fue teniendo su turno de regresar a la libertad. Todos fueron repartidos en distintos sectores del bosque. Las zarigüeyas y las ardillas fueron las que más rápido corrieron a la selva. Restrepo enfatizó que ojalá esta labor no se tuviera que realizar:
“Quisiéramos que estos animales nunca fueran extraídos de sus hábitats por los traficantes de fauna”. En lo que va de 2017, el Área Metropolitana y Corantioquia han recuperado 1.163 individuos de fauna silvestre, especialmente aves y reptiles. El tráfico de fauna es la tercera actividad ilícita más rentable, después del tráfico de drogas y la venta de armas.
La crueldad de los traficantes es tal, que para facilitar su comercio y adaptación al ambiente humano, los animales son agredidos físicamente, les arrancan sus dientes, fracturan o mutilan sus alas. “A muchas de las especies las extraen bebés, matan a sus madres o a grupos familiares completos que defienden a las crías del grupo”, explicó Luz Adriana Molina, subdirectora de Ecosistemas de Corantioquia.
Estas entidades hacen un llamado a la comunidad para que se abstengan de extraer cualquier especie de su hábitat o que compren a los traficantes animales en las vías de Colombia. Así cada vez serán menos las reintroducciones de fauna al lugar del cual nunca debieron ser arrebatados.
GUILLERMO OSSA
FOTOPERIODISTA DE EL TIEMPO
Instagram: @guillermoossa
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