En una enorme montaña, en inmediaciones de Dabeiba (Antioquia), se logra ver una imagen de Jacobo Arango, jefe del frente 5 de la entonces guerrilla de las Farc y muerto en el 2013 en una operación militar en Tierralta (Córdoba).
Cada vez se observan más cerca las casas temporales donde residen actualmente 122 firmantes de paz, junto con 73 personas de la comunidad (familiares e hijos). Un aviso verde anuncia que se llegará a ‘un territorio de paz’, la misma que tanto les ha costado desde la firma del acuerdo en 2016.
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Su esperanza es que muy pronto los letreros de bienvenida tengan el nombre que recibirán cuando pasen de ser un Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) a un corregimiento: La Nueva Habana. Y pese a la polémica que se generó en julio de 2020, cuando se dio a conocer el proyecto de acuerdo con el cual se tramita ante el Concejo de Dabeiba esta iniciativa, los excombatientes consideran que el nombre les funciona muy bien —en La Habana (Cuba) se llevaron a cabo los diálogos entre el Gobierno y la extinta guerrilla de las Farc— y que refleja el sentir colectivo que votó por bautizar así la nueva entidad territorial.
Aún sin el título de corregimiento, el centro poblado Llano Grande Chimiadó —nombre actual—, en el punto donde habitan los reincorporados, ya simula ser un pequeño pueblo. Tiene su propio hotel, centro de salud, cancha, guardería para los niños, un taller de confección y próximamente restaurante y panadería, además de un enorme galpón con 1.416 gallinas.
También una casa morada, bautizada como Casa de Género, lugar en el que se imparten todos los conceptos relacionados con este aspecto y del que esperan hacer más pedagogía. Imágenes del Che Guevara y bustos de exjefes guerrilleros se divisan en la centralidad de este espacio, coexistiendo con murales que invitan a la esperanza.
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Pero es un enorme mural, que reza ‘familia Llano Grande’, lo que podría resumir lo que se busca entre los desmovilizados y la comunidad de la zona. “Uno puede tener sus procesos productivos, pero si no se reconcilia con la comunidad, puede tener la canasta de huevos, pero... ¿quién se la va a comprar?”, dice Francisco León Tuberquia, excombatiente y líder de seguridad del espacio.
Por ello, líderes del sitio cuentan que avanzan en diferentes frentes para tener una mejor relación. Comunidad, Ejército, Policía y firmantes se reúnen en ‘Carpa Azul’, un espacio físico y significativo para hablar de las necesidades de las personas de la zona y cómo se puede aportar para solucionarlas, lo que consideran un ejemplo de esa integración.
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Así lo comenta Luis Arturo Garcés, presidente del espacio y quien narra que a veces dan mercados a los más necesitados y que también buscan conectar al comercio, la Alcaldía, los empresarios, hacen rifas o crean un fondo para poder hacer adecuaciones a casas que lo necesitan en la zona.
“La seguridad está en poderse integrar con la comunidad; nosotros le hemos venido apostando a eso. Este año hemos adecuado seis viviendas. En la medida que usted demuestre que está haciendo y que está trabajando, también lo respetan. Creo yo que esa ha sido una de las claves que nos ha permitido no tener problemas”, explica refiriéndose a la situación de inseguridad que se evidencia en mayor medida en otros antiguos espacios territoriales.
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Aunque todavía no hay una fecha para que sea realidad, la expectativa está en que también, cuando sea oficial que la Nueva Habana esté en territorio paisa, se puedan integrar más, teniendo en cuenta que, en ese caso, por voto popular se elegiría un corregidor.
“Nosotros vamos a postular a alguien y estamos en el derecho a hacerlo, pero no quiere decir que sea ese. La comunidad puede decir que proponen otro. Ahí nos vamos, el que gane, pues ese es, y estamos en el deber de acatar su administración o su autoridad”, aclaró.
Actualmente allí hay cinco esquemas individuales de seguridad y uno colectivo, que es el que cobija a entre seis y ocho líderes del espacio. Pacho, el único excombatiente con amenazas recientes, manifestó que lo ideal sería que, con la paz, ninguno de ellos tuviera que montarse a una camioneta blindada. Pero la realidad es otra.
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La primera amenaza le llegó a través de otro líder, en el 2018, y la más reciente fue en el 2019, cuando de frente fue amenazado por su trabajo en el espacio y por “el solo hecho de ser excombatiente”, según contó. Los firmantes de paz presentes se cuestionan ¿Por qué luego de la firma hay más muertos que cuando había combates?
Pero aseguran estar firmes con el acuerdo. “Nosotros dimos este paso porque queremos ser parte de Colombia y queremos que Colombia cambie y que la guerra no siga. Queremos darle un mensaje al país, de que sí se puede llegar a donde se quiere, pero poniendo decisiones y cumpliendo. Hay señalamientos porque dicen que aquel fue malo, o aquel mató; eso es lo que nosotros estamos bregando, para que no suceda, porque nosotros en esta sociedad queremos ser parte”, asegura.
María Soleny Higuita, presidenta de la Cooperativa Multiactiva Agropecuaria El Progreso, que tiene 97 asociados y por medio de la cual llevan adelante sus procesos productivos en Llano Grande, comentó que así como han sido aceptados en muchos espacios, frente a las comunidades hay contrastes que les muestran el rencor.
“Hay personas que todavía se lo dicen a uno: ustedes mataron a mi papá o mataron a mi hijo. O sea, uno no lo hizo, pero como nosotros estuvimos en esa vida, entonces hay personas que le dicen a uno que no gustan de nosotros; uno tiene que aceptar la realidad porque así fue. Entonces yo también diría lo mismo, que me mataron mi familia, mi papá, mis hermanos. Yo soy muy consciente de eso”, reflexiona.
Y recuerda que cuando el conflicto armado con las Farc estuvo en su punto más alto, el estar en esta guerrilla significaba para sus familiares tener un rótulo en la cabeza y pagar las consecuencias.
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“Si yo estaba en armas y tenía un hermano que no, lo mataban solamente porque era mi hermano. Ya ahora es muy diferente, por eso se está hablando de reparación y no repetición”, sentencia.
En Dabeiba está un excombatiente de 25 años que desde que se firmó la paz, en 2016, ha tenido que salir amenazado varias veces de su pueblo natal en el occidente de Antioquia.
La última y en sus palabras, la peor, fue en abril de 2020, cuando en medio del confinamiento a causa del coronavirus, le tocó salir del municipio tras el ultimátum que le dio las AGC.
“Las Autodefensas Gaitanistas me amenazaron porque supuestamente yo tenía un hermano en los elenos; entonces, tenía que responder por todo lo que pasaba. Un día, un comandante de ellos, me mandó a llamar y me dijo: hermano, a usted lo vamos a matar, pero tiene ocho días para que se vaya, si lo encontramos de aquí a ocho días lo matamos”, relató el hombre, que ingresó a las filas de las Farc a los 15 años de edad y quien prefiere reservar su identidad por motivos de seguridad.
En su momento, le prohibieron dar aviso a las autoridades y a su propia familia. Sin embargo, al mismo tiempo, el grupo armado tenía control de la entrada y salida del corregimiento en el que estaba, a donde prohibieron el acceso por la pandemia.
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Del lugar tuvo que ser sacado, junto con su familia, en helicóptero, dejando atrás las tierras donde venía cultivando, algo de ganado y un territorio que actualmente se disputan las AGC y el Eln. A Dabeiba llegó para preservar su seguridad y ahora busca trabajo en lo que le resulte.
“Ellos se mantenían en el pueblo y se presentaban, cuando llegaron allá hicieron reunión. Ya me habían hecho salir antes, porque la propia comunidad les había dicho que yo era un vueltero de los elenos. Me vine para acá, luego para Bogotá, de ahí a Urrao y regresé, pero me iban a matar. Entonces volví para acá”, agrega el hombre.
María Soleny Higuita todavía suele identificarse con su nombre de guerra: Leidy. Durante la estancia en el espacio se suele escuchar con frecuencia su nombre, por el liderazgo sobre los proyectos con los que los excombatientes se rebuscan su economía.
Actualmente hay proyectos productivos que están en implementación y otros ya están en un proceso más avanzado, por lo que se están administrando y comercializando.
Con el avícola suelen sacar 270 canastas cada semana y el precio varía, porque como a todos los sectores económicos, cuenta, los afecta el precio de los insumos.
Leidy cuenta que actualmente avanza el taller de confecciones con 10 personas entre excombatientes y de la comunidad, que se están capacitando. Y pronto esperan poner en práctica lo aprendido. De hecho, ya confeccionaron los tendidos y uniformes para el proyecto de ecoturismo llamado Travesías por la Paz, del que hace parte el hotel.
También están trabajando en los uniformes para los niños del Centro de Desarrollo Infantil ubicado al interior de la ETCR, donde reciben en la mañana y devuelven en la tarde a niños de entre los 2 y 5 años de edad.
Otros proyectos son los micros túneles que están construyendo para cultivar hortalizas, a los que les falta organizar el terreno, la tierra, nivelar y seguir con la siembra.
También elaboran abono orgánico con la materia fecal de las gallinas. Ahora mismo, cuenta el presidente del espacio, Luis Arturo Garcés, tienen cinco toneladas de este producto, del que se sienten orgullosos. “Y los huevos se los pelean en Dabeiba por el color y el sabor”.
Por lo pronto, el foco de estos reincorporados está en el autoabastecimiento. En un terreno llamado Taparales, a 10 kilómetros de Mutatá, tienen proyectado sembrar 4.000 matas de yuca y 2.000 de plátano, con lo que esperan lograr su sustento alimenticio y económico y, en cosecha, ir a ofrecer sus productos en la plaza de mercado de Medellín. Allí también está en marcha un proyecto piscícola, donde tienen 6.000 peces, de los cuales 3.000 son de consumo.

Los excombatientes manifestaron dificultades con las viviendas, como inundaciones.
Jaiver Nieto Álvarez / ETCE
Aunque por fuera se ven pintadas y organizadas, la humedad ha hecho estragos en algunas de las viviendas de este antiguo ETCR, que fueron concebidas para ser usadas durante seis meses y ya ajustaron cinco años.
Pese a que según los excombatientes, la construcción de las 109 viviendas es el aspecto prioritario a resolver para esta comunidad, durante la reunión del pasado 26 de agosto con el director de la ARN, Andrés Strapper, los representantes del Partido Comunes no aceptaron el diseño planteado por el Gobierno Nacional, generando un choque entre ambas orillas.
Por el lado del Gobierno, Stapper defendió que desde hace más de un año se venía trabajando de la mano con los excombatientes para definir cómo serían las 109 casas, y ya se compró el predio, se adelantaron los estudios técnicos, se contrató la gerencia integral para diseñar y construir el proyecto. Y de tajo, dijo que las personas en reincorporación rechazaron la propuesta.
Desde la otra orilla, Pastor Alape, excombatiente y líder del proceso de reincorporación del Partido Comunes, afirmó que es falso que la comunidad de Dabeiba haya desechado la propuesta de vivienda y precisó que lo que sucede es que no aceptan el sistema de construcción que les proponen (Steel Framing) y piden que se construyan con mampostería estructural.
MELISSA ÁLVAREZ CORREA*
Enviada especial de EL TIEMPO
En Twitter: @Melissalvarez3
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