Cuando Walter Jairo Rodríguez soñaba con tener una gran familia, jamás pensó que la forma en que ayudaría a su esposa, Alba Benjumea, en el difícil proceso de educar a sus hijos y alejarlos de malos hábitos sería por medio de la música.
Hoy, y 20 años después de que la idea empezara a cobrar forma con el nacimiento de su primera hija, los Rodríguez Benjumea no tienen un solo día en que sus 10 hijos no estén en contacto con las notas musicales, los pentagramas y las melodías.
Walter siempre buscó la forma que sus hijos estuvieran ocupando el tiempo, con la idea de que ninguno se la pasara en una esquina aprendiendo malos vicios. Recordó que, junto con sus amigos, pensaba en qué hacer frente a la creciente familia que recién estaba formando. Incluso consideró hacer una huerta en su casa para que sus hijos se ocuparan, pero en el fondo sabía que “ponerlos a escarbar tierra no los iba a contentar”.
Un día le comentaron que frente a su casa de aquel entonces, en Aranjuez, la Red de Escuelas Musicales abriría una academia de instrumentos de viento. La noticia de inmediato le quedó sonando y al comentarla con su esposa intentaron motivar a sus hijos para entrar allí.
Los primeros que hicieron parte de la Red de Escuelas fueron sus hijos: Isabel Cristina, con el corno, y Santiago con el clarinete. Y como si fuera un efecto de imán los demás hermanos se fueron sintiendo atraídos por este arte. Le siguieron Ana María, en el clarinete; Emanuel, en la percusión; Sara, en la flauta; Luis Ángel, en la trompeta; Juan José, en el corno; Andrés Felipe, con el saxofón; Susana, en la flauta traversa; y Dulce, la última hija, de 4 años, espera seguir el camino de sus hermanos y poder tocar la trompeta una vez cumpla con la edad para poder ingresar a los cursos musicales de la Red.
Me da mucha alegría cuando los veo en conciertos y a las clases nunca me ha dado pereza llevarlos. Mientras pueda lo voy a hacer porque es un esfuerzo que vale la pena
La mayoría con instrumentos de viento, pues la escuela donde empezaron se especializaba en este tipo de implementos musicales. Hasta el momento ninguno ha querido cambiar.
Sin embargo, el tener una familia musical no ha sido nada sencillo. La señora Alba es quien corre de lado a lado con sus hijos en el día. Lo ha hecho desde hace 12 años que empezó todo.
Las tardes de los martes, miércoles, jueves y viernes siempre llevó a sus hijos a los ensayos y clases. Aunque confesó que no tiene idea alguna sobre la música, sí siente una satisfacción muy grande de saber que sus hijos ocupan el tiempo con una responsabilidad que, según dijo, los proyecta al futuro.
“Me da mucha alegría cuando los veo en conciertos y a las clases nunca me ha dado pereza llevarlos. Mientras pueda lo voy a hacer porque es un esfuerzo que vale la pena”, indicó la madre.
Durante todo este proceso de educar a sus hijos, con ayuda de la música, las labores siempre han estado divididas. En las tardes, ella los lleva y en las noches es Walter quien los recoge.
A veces, según expresó, el papá, su sueño radica en poder tener algún día una gran camioneta “para poder salir a todo lado sin importar en dónde le corresponda tocar a cada uno”.
No obstante, antes de lograr ese sueño, a Walter le toca trabajar por toda su familia realizando diferentes oficios para brindarles lo necesario y seguir inculcando en ellos los valores que tiene frente a la no violencia.
“La mayor alegría de todo esto con la música es ver que ninguno de ellos está, ni estará en una esquina con una navaja o metiendo vicio o robando, porque las manos que han tomado un instrumento musical jamás tocarán un arma”, enfatizó el padre.

Cuando Walter Rodríguez pensó su familia, se la imaginó grande, a la antigua. Después de ires y venires su sueño se cumplió.
Cortesía Familia Rodríguez
A los Rodríguez Benjumea 12 años en la Red de Escuelas Musicales les ha traído un sinnúmero de historias que recuerdan con agrado y satisfacción, pues a pesar de todo les han servido para unirse más con este arte que, sin duda alguna, cambió la vida de esta familia.
Los más grandes recuerdan todos los momentos que debieron afrontar en el coro y las presentaciones y concursos donde salieron victoriosos. Cada día el empeño que le ponían a todo lo que hacían les representaba una razón más para seguir en el mundo de la música.
A eso se le suman presentaciones en eventos como los Juegos Sudamericanos de 2011, o el concierto por la paz con Juanes en el 2012.
Otro de los retos fue interpretar la obra Las siete trompetas del apocalipsis, del maestro español Oscar Navarro. Para aquel evento, que contó con la dirección del ibérico, ensayaron casi seis meses y jamás dejaron de sentirse nerviosos frente a la idea de tocar la obra que el mismo director había compuesto. Sin embargo, lo lograron y todo se tradujo en la ovación del público presente en el Teatro Metropolitano.
En ese viaje monté por primera vez en avión, conocí el mar y visité ciudades como Miami, Chicago e Indianapolis
El punto más alto lo ha puesto hasta ahora Emanuel, el cuarto hermano, que con 16 años ha sido el único de la familia que ya salió del país y montó en avión y lo hizo gracias a la participación en un concurso de bandas en Estados Unidos, donde además ganó.
“En ese viaje monté por primera vez en avión, conocí el mar y visité ciudades como Miami, Chicago e Indianapolis”, relató el joven percusionista.
Por ahora, aunque algunos ya no continúan en la Red de Escuelas de Música por cuestiones de tiempo, no se alejan de los instrumentos y motivan a los más pequeños a seguir haciendo sentir orgullosos a sus papás, pues para Walter, “nada más el ver a un hijo tocando un instrumento genera una alegría indescriptible”.
DAVID FONSECA ARIAS
davfon@eltiempo.com
Para EL TIEMPO
MEDELLÍN