Joaquín Calle recoge los yines que la gente desecha y los convierte en jardines verticales que adornan espacios.
Este hombre, 44 años, cara redonda, calvo, de incipiente barba entre cana y de contextura gruesa se desmovilizó del bloque Nutibara de las Autodefensas hace 13 años para sembrar vida en vez de muerte.
‘Joaco’, como le dicen en la corporación Campo Santo que hoy lidera en el barrio Villatina, toma las prendas ajadas, las limpia, cierra las botas con dos alambres, introduce un pantalón de plástico para que proteja la tela de su descomposición.
Después, le agrega compostaje, cascarilla de arroz y empieza a acomodar las begonias y los cuernos de alce que terminan asomados por bolsillos, pretina y rotos.
Con sus manos, le da forma a la tierra arropada entre la tela y, por último, cuelga con alambre y cabuya los nuevos ‘jarjeans’, en un soporte de madera que tiene en el lugar donde trabaja.
Joaquín trabaja con 13 personas más que hacen parte de la Corporación Camposanto, una cooperativa de trabajo asociado que funciona en el Cerro Los Valores, en lo alto de la Comuna 8 de Medellín.

Cada diciembre, la corporación elabora figuras iluminadas para ofrecer a la ciudad un recorrido de alumbrados diferente.
Todo comenzó cuando, para aprovechar los residuos, decidieron hacer unas estructuras de hierro y madera y en ellas colgar bolsas de plástico que sirvieran como materas.
Sin embargo, no tuvieron que esperar mucho para comprobar que el plástico no resistiría el peso de la tierra, entonces surgió la idea de reemplazar las bolsas con yines usados.
Así montaron los pantalones sin más pretensiones que aprovechar los residuos y adornar el cerro Los Valores. Luego, por medio de una vecina que trabaja en la empresa textil, llegó la propuesta y con ella el trabajo.
Los pantalones que ya nadie quería usar, con una oportunidad, pasaron a ser un objeto decorativo innovador que compró la empresa Francois Marithé Girbaud para exhibir en su stand de este año en Colombiamoda.
La empresa francesa compró 15 ‘jarjeans’ e hizo visible la idea de este grupo de desmovilizados de las Autodefensas que, ayudados por la comunidad, lideran la conservación del medio ambiente. Durante cuatro meses trabajaron las 13 personas para entregar la primera producción de ‘jarjeans’ comerciales, cada uno con un valor de 420.000 pesos.
La historia de Joaquín se parece un poco a sus ‘jarjeans’. En el 2003 se acogió a la desmovilización de las Auc y con otros 50 compañeros creó la iniciativa ambiental que ahora lidera.
Joaquín dice que llegó al Bloque Cacique Nutibara por “instinto de supervivencia”, pues el deslizamiento de 20.000 metros cúbicos de tierra, ocurrido en Villatina en 1987, lo dejó sin padres y sin tres de sus hermanos.
Él se salvó porque estaba jugando en la cancha del barrio. Así, a los 13 años se vio sin rumbo y fue acogido por el combo delincuencial que operaba en su barrio.

Antes de hacer parte de la Corporación Camposanto, Joaquín Calle nunca había sembrado una planta. Ahora cuenta con orgullo que tiene cultivo de begonias y que recoge lechugas frascas de la huerta. Foto: Esneyder Gutiérrez.
“Me puse a andar con 'jaladores' de carro y terminé como uno de ellos. Luego resulté trabajando con Don Berna”, recuerda Joaquín.
La comunidad les dio una oportunidad y así lograron transformar el cerro que estaba subutilizado y que era una trinchera para grupos armados. Entre todos limpiaron el lugar y empezaron a trabajar como una empresa de reciclaje. De esto hace ya 13 años.
Joaquín relata que antes de dejar las autodefensas los veían con armas, con la zozobra en una esquina, con las drogas.
Cuando se desmovilizaron necesitaban mantener ocupada la mente y recuperar la confianza de la comunidad, que los vieran haciendo acciones diferentes a las de antes.
El primer proyecto de Camposanto fue la recuperación de la memoria de la tragedia de Villatina, de allí surgió su nombre, luego se concentraron en el medio ambiente.
La mayoría de sus compañeros ya no hacen parte de la corporación, algunos consiguieron empleo, otros fueron a la cárcel porque volvieron a delinquir y otros terminaron en el cementerio.
“Yo soy un bendecido de Dios porque estoy contando la historia en la tranquilidad de este lugar”, comenta Joaquín.
Aunque esta corporación es un ejemplo de reintegración a la sociedad civil, los excombatientes han transitado un camino lleno de dificultades.
El sostenimiento económico ha sido uno de los principales retos, pues se agotaron los subsidios económicos que les ofrecía el gobierno por su condición de desmovilizados.
Sin embargo, Joaquín no ha considerado volver a las armas, ni siquiera después de recibir el golpe más duro que ha tenido que aguantar: el asesinato de su hijo mayor.
Hace cuatro meses, Sebastián Calle, de 25 años, apareció en la maleta de su propio carro, con un tiro en la cabeza. “Yo le entregué a Dios la muerte de mi hijo para no desandar el camino, porque yo fui víctima, victimario y otra vez volví a ser víctima, pero soy constructor de paz. Si me pongo a vengarme por esa muerte desando el camino”, confiesa.
La amargura de enterrar a su hijo lo convenció de que la mejor estrategia para no retroceder es mantenerse ocupado y seguir enfocado en su sueño que es tener la mejor empresa prestadora de servicios ambientales de la ciudad de Medellín.
Educación ‘verde’ en Los ValoresEn el Cerro Los valores funciona algo similar a un complejo ambiental. Aunque los terrenos pertenecen al municipio de Medellín, allí funciona una aula ambiental, una huerta comunitaria y una bodega para la separación de residuos.
La infraestructura fue donada por la Empresa de Desarrollo Urbano -EDU-.
La huerta la cultivan tanto excombatientes como colaboradores de la comunidad y los alimentos que recolectan van a parar a la mesa de muchos vecinos.
Pero el trabajo que más ocupa a la corporación es el servicio de manejo de residuos sólidos, que prestan a más de 800 viviendas de los barrios San Antonio, Los Charcos y Las Estancias.
Las personas separan sus basuras y ellos las recogen para aprovechar la mayor cantidad de material posible y evitar que vayan a parar a los rellenos sanitarios.
Además, en el aula ambiental reciben visitas de colegios y les hablan sobre consciencia y responsabilidad ambiental. A final de año, desde hace 12 años, los integrantes de la corporación se han encargado de diseñar adornos navideños luminosos con material reciclado para fomentar la visita al lugar.
El complejo también cuenta con mariposario al aire libre y panales de avispas, para recoger miel fresca.
DIANA SOFÍA VILLA M.
MEDELLÍN
diavil@eltiempo.com