Dicen que en Colombia no hay ciudad más futbolera que Medellín, pero esa es una discusión que podría no tener termino. Lo que sí se puede asegurar es que en esta tierra, donde el fútbol llegó gracias al comerciante Guillermo Moreno, quien trajo el primer balón hace más de 100 años, en cada esquina no ha dejado de rodar la pelota.
La historia del fútbol antioqueño, las proezas de los equipos, la pasión de los hinchas y todo lo que se mueve alrededor del balón, está retratado en Jugando en casa. Historias de cancha, hazañas de la tribuna, un libro elaborado por la alcaldía de Medellín, a través de la Secretaría de Cultura, en coedición con la corporación Universo Centro.
“El fútbol es para la mayoría de sus aficionados mucho más que un deporte. Supera el desempeño de los equipos y jugadores o los resultados de partidos y campeonatos. Su influencia sobre lo que sucede en nuestras vidas es tan grande que no resulta exagerado considerarlo un elemento cultural. Ir al estadio a ver un clásico de domingo, reunirse en familia para ver un partido en la sala de la casa o con los amigos en una tienda del barrio, organizar espontáneamente un partido en la cuadra con los vecinos son hábitos definitivos de muchos medellinenses”, dice el prólogo o, mejor dicho, la previa del libro.
La publicación hace un recorrido a través de 34 textos y fotografías que permiten conocer lo que ha pasado desde que la pelota comenzó a rodar en 1910.
Narra desde que se jugaba en el bosque de La Independencia; el nacimiento del Sporting, en 1912, que fue el primer equipo; los partidos en Los Libertadores, la aparición del Medellín, los primeros clásicos paisas, la construcción del Atanasio Girardot, las dos Libertadores de Nacional, los ídolos de los principales equipos y la tragedia de Chapecoense, que sirvió para reflexionar que hay cosas más allá del color de una camiseta.
“Encontré un amigo de los días de adolescencia, hincha del Medellín, conmovido hasta las lágrimas. Estaba acompañado de otros amigos bien fanáticos, estaban vestidos de blanco y seguro cantaron con la voz al filo eso de “Fuerza Chape” al lado de tantos hinchas de Nacional. Los homenajes no terminan y nadie se atreve a romper el velo sagrado que quedó después de la muerte, después de la unidad que trajo el dolor”, así narró esa noche Daniel Rivera en el texto ‘Como lobos’, el último de la publicación.
La pasión también hace parte del libro. Los hinchas están ahí, como aquellos que tienen un museo de su amado equipo en la casa, o la primera ida al estadio, el nacimiento de las barras, el que escucha el partido por radio mientras lo ve en el Atanasio y los que han sido hinchas toda la vida, y lo seguirán siendo después de la muerte, porque muchos se llevan la camiseta del equipo de sus amores a la tumba.
Disfrutemos de este recorrido por el siglo XX hasta la actualidad, su evolución, sus implicaciones y los retos actuales para la ciudad
Desde que se planteó el libro se pensó para que fuera algo que estuviera dirigido a los fanáticos del fútbol de hoy en día. “Si vos vas a ver los seguidores de ahora, las barras, son barras que en su mayoría están formadas por pelados muy jóvenes, gente que desconoce que antes que Nacional tuviera dos Libertadores o que Medellín estuviera en lo que está, el fútbol de la ciudad tuvo una historia y había una manera diferente de vivirlo. No es una cosa de ahora”, cuenta Juan Fernando Ospina, director de Universo Centro.
Agrega que es importante leer Jugando en casa. Historias de cancha, hazañas de la tribuna para tener cultura general del fútbol y así entender muchas cosas de las que suceden y apreciarlas más.
Por su parte Santiago Silva, subsecretario de Ciudadanía Cultural, expresa que “hacer este ejercicio de memoria nos conecta en un mismo momento. Disfrutemos de este recorrido por el siglo XX hasta la actualidad, su evolución, sus implicaciones y los retos actuales para la ciudad”.
El fútbol no es solo el espacio para gritar, cantar y sufrir por un equipo, es también un espacio donde se muestra toda una cultura. La pelota seguirá rodando y habrá muchas más historias para contar.
MATEO GARCÍA
Para EL TIEMPO
Medellín