El sueño de tres amigos se conversó durante cinco años, pero se materializó hace uno en el barrio El Poblado.
El lugar, diferente a cualquier bar de la ciudad donde venden cerveza, es tan fresco que provoca: su sencilla, pero precisa decoración descansa la mirada de tanta contaminación publicitaria a la que se acostumbró la gente. En otras palabras, es un jardín en medio del concreto; un jardín donde la cerveza es la protagonista de la mesa.
Sebastián Valencia, gerente y dueño de El Cervesario, explicó que el objetivo de este espacio es “mostrarles a las personas que existen más cervezas de las que conocen”.
En otras palabras, transmitir la cultura de esta bebida milenaria de la cual poco se escucha en la ciudad.

Sebastián Valencia es chef y dueño de El Cervesario, quien de forma autodidacta, ha obtenido los conocimientos de la bebida milenaria.
María Camila Salazar Ruiz
A diferencia de otros lugares, donde se promueve un solo tipo de cerveza artesanal, este acoge a todos los productores locales que logran desarrollar el licor con una calidad superior, asemejándose a una obra de arte. Valencia argumentó que no cualquier bebida puede venderse en su negocio, pues como cuna de la cultura cervecera, la apuesta por los sabores únicos.
La carta, simple en su elaboración, se cambia cada dos semanas, pues todo depende de las cervecerías de la ciudad que lleguen, se vayan o que cambien el estilo de la bebida, porque desarrollar una ‘pola’ no es tan fácil ni rápido ni barato como se cree.
Para acompañar la bebida encontrará los platos de la prometida del dueño, la chef María Teresa Vélez. Todos pensados para compartir y combinar con la bebida estrella: desde salchichas alemanas, papas callejeras y tacos, hasta simples pasabocas como almendras con paprika y pimienta.
Al fondo, las mesas de madera tipo picnic, y el arrullo del agua que baja por una quebrada, crea un ambiente íntimo ideal para visitar con los amigos. Cabe decir que si su amigo es de cuatro patas, también será bienvenido. La música se maneja a un volumen moderado para que vaya y pueda conversar, el rock en inglés y en español lideran la lista de reproducción.
No se puede ir del lugar sin probar la cerveza artesanal que produce El Cervesario, la Chapita tipo Ale.
Con una capacidad para 12 barriles, 9 de ellos ocupados con cervezas locales que las protejan de la luz, las personas pueden escoger el tamaño y el tipo que deseen. Cabe aclarar que no solo ofrecen bebidas producidas por paisas. Muchas de sus otras cervezas son importadas, hecho que se vuelve complejo al momento de conseguirlas en el mercado nacional y que solo se encontrarán allá.
Dos de sus más exóticos productos son la cerveza Liefmans y la Chimay, ambas traídas desde Bélgica y con un proceso de producción que se puede acercar a los cinco años. Pero lo exótico no solo viene de afuera. Una de las que más ha gustado en el lugar se llama Espiga, de estilo California Common.
Todos estos sabores, olores y colores, podrán ser degustados y enseñados, pues si las personas no conocen nada de la cultura cervecera, el dueño realiza acompañamiento durante la elección de la bebida.
Entre los días martes y sábados, el público puede asistir a degustar nuevas bebidas nacionales e internacionales, en el lugar que tiene el objetivo de convertirse en el templo cervecero de la capital antioqueña.
MARÍA CAMILA SALAZAR RUIZ
Para EL TIEMPO
camsal@eltiempo.com
MEDELLÍN
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