En el mundo editorial existen dos realidades diferentes. La primera acapara los estantes de las librerías y logra congregar gran cantidad de personas para la firma del autor. La segunda, la menos conocida, es un mundo subterráneo que esconde obras de autores que apenas están iniciando o todavía no logran llegar al otro nivel.
Las editoriales independientes son aquellas que no hacen parte de una cadena internacional dedicada al negocio de los libros y tienen una mirada diferente al mercado, convirtiéndose en una alternativa para los lectores y una posibilidad para los escritores.
En Medellín existen varias editoriales que han sobrevivido y han brindado la oportunidad a nuevos autores para publicar su obra. Entre estas se destacan: Frailejón, Hilo de Plata, La Carreta, Sílaba y Tragaluz. A esta lista se sumó recientemente Angosta.
Para el escritor Pablo Montoya este tipo de editoriales no son tan visibles, pero ese fenómeno no implica que no haya calidad. Incluso resalta que hay cierta independencia. “Allí ya no hay presiones de mercadeo, ya no hay agentes literarios por allí metidos. Es decir, no hay dinero de por medio, entonces al no haber dinero de por medio, creo que las cosas son movidas por otros asuntos”, agregó.
De hecho, la mayoría de sus libros fueron publicado por estas editoriales, cosa que cambió desde Lejos de Roma. Ahí comienza con las grandes compañías, y eso se intensificó con los reconocimientos obtenidos durante los últimos años.
Para Lucía Donadío, quien está a cargo de Sílaba Editores, con quien ha publicado Pablo Montoya, los editores independientes trabajan desde el amor por el libro, la escritura y la lectura. “Eso es lo primero. No es lo comercial lo que prima, entonces eso le da al oficio nuestro un carácter más cultural, más de compromiso”, explicó. Durante siete años y medio han publicado una cifra de alrededor de 140 libros.
Janeth Posada, coordinadora editorial de Hilo de Plata, que lleva dos años y medio con 20 títulos, comentó que esto es “una apuesta por mantener la cultura y la memoria desde la realidad y desde la ficción”.
Muchas editoriales han nacido, pero son pocas las que logran sostenerse con los años. Por ejemplo, Tragaluz lleva 12 años en el medio. “Las que logran pasar uno o dos años y se establecen se convierten en empresas que ya están pensando en serio en el mundo editorial y ya tienen una apuesta empresarial”, comentó Juan Diego Mejía, escritor y exdirector de la Fiesta del Libro y la Cultura.
De acuerdo con Mejía, los títulos de las editoriales independientes nacen como una necesidad de la sociedad. “Siempre son una alternativa, de alguna manera son una resistencia cultural, y creo que en eso hay que valorar el hecho de que se publiquen autores que no pertenecen a los grandes circuitos comerciales, y esos autores tienen miradas diferentes de la sociedad colombiana y del mundo”, agregó Mejía.
Estos libros son hechos con más amor, y casi que de una manera artesanal. Se esfuerzan más, estéticamente hablando, y existe una mayor cercanía con el lector y el autor. Además tienen un público propio que busca textos más críticos.
Otra característica es la posibilidad de encontrar cuentos y poemas que son difíciles de encontrar en el mundo comercial.
También, explicó el escritor Pablo Montoya, son una manera de entender el fenómeno literario colombiano en la actualidad.
MATEO GARCÍA
Para EL TIEMPO
Medellín
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