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Medellín

Don Leo, papá de Versalles, 'rinconcito de Buenos Aires en Medellín'

Leonardo Nieto, propietario del salón Versalles de Medellín, fallecido el 20 de junio del 2020.

Leonardo Nieto, propietario del salón Versalles de Medellín, fallecido el 20 de junio del 2020.

Foto:Cortesía salón Versalles

El 20 de junio murió Leonardo Nieto, dueño del salón Versalles, tradicional sitio de Junín. Perfil. 

Orlando Restrepo
La memoria histórica de Medellín no se puede concebir sin el pasaje peatonal Junín, centro de los grandes cambios de la ciudad, especialmente en la década del 60, cuando allí se encontraban sitios exclusivos como el Teatro Junín, el Hotel Europa y el Club Unión, donde se divertían las personas de las clases altas.
Esos sitios ya solo permanecen en el recuerdo: El teatro y el hotel fueron reemplazados por el moderno edificio Coltejer, en 1972, y la sede del Unión dio paso a un centro comercial, en los 90.
En un rincón del costado occidental de la carrera Junín se encuentra uno de los lugares que ha resistido a los cambios y al vendaval de los años 80: el tradicional salón Versalles.
Testigo de la movida cultural, deportiva y social de la capital antioqueña, Versalles no puede concebirse sin Leonardo Nieto, don Leo, su propietario, quien murió el pasado 20 de junio en Medellín.
Nacido en Vedia, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, don Leo llegó a Medellín en 1960 trayendo consigo la gastronomía porteña, como las famosas empanadas argentinas y las milanesas, y llegó a convertirse en el principal embajador y promotor cultural, deportivo y artístico entre Medellín y Buenos Aires.

Tenía amigos en Medellín y le atraía la idea de conocer el sitio donde había muerto Carlos Gardel. Vino y se sorprendió mucho con la ciudad.

“Mi papá –cuenta su hija Marcela, hoy radicada en Bogotá– tenía en Buenos Aires dos negocios gastronómicos con un ritmo de trabajo muy grande y el médico le recomendó tomarse unos días de vacaciones. Tenía unos amigos en Medellín y decidió venir porque, además, le atraía la idea de conocer el sitio donde había muerto Carlos Gardel, le gustaba mucho el tango. Vino y se sorprendió mucho con la ciudad”.
“Había nacido y crecido en una ciudad absolutamente rural, y para él todo lo que fuera verde y caballos y tango, le atraía. Eso fue en parte lo que le encantó de Medellín, lo mismo que el clima”, cuenta Marcela.
“Al regresar a Buenos Aires –agrega– se entusiasmó y le dijo a mí mamá, Ayda Heguy, que era profesora en un jardín de infantes, que se vinieran para Medellín, que era una ciudad preciosa. Ahí arrancó su aventura en Colombia”.
En 1960 llegamos a Medellín y el 15 de agosto de 1961, hace 59 años, inauguró el nuevo salón Versalles. Él le había echado el ojo al local que ya existía y pertenecía a unos catalanes. Era repostería y salón de té.

Una exitosa segunda parte

“Mi papá lo que siempre decía es que ellos trataron de imitar al Astor y el Astor arrasaba en ese momento. Con Versalles los catalanes no tuvieron mucho éxito y finalmente terminaron vendiendo”, afirma la hija de don Leo.
“Mi papá –añade– lo que hizo fue imprimirle un toque al estilo de los cafés de Buenos Aires y esa fue la clave, porque no era competir con el Astor sino ofrecer algo diferente. Un poco más popular, más bohemio y ahí radicó el éxito”.
Así nació el actual salón Versalles, en palabras del propio don Leo, “un rinconcito de Buenos Aires en Medellín”.
Una de las cosas que más le sorprendió a don Leo fue el hecho de que no hubiera nada para homenajear a Carlos Gardel, su ídolo y compatriota, que murió en un accidente aéreo, el 24 de junio de 1935, en el aeródromo Las Playas, de Medellín, hoy aeropuerto Olaya Herrera.
Desde su llegada a la ciudad, don Leo siempre estuvo lleno de proyectos para unir a Colombia con Argentina, siempre fue su sueño, que los dos países tuvieran un intercambio cultural intenso.

Mi papá consiguió un vuelo chárter con la Fuerza Aérea Argentina, y lo trajo cargado de los mejores artistas de tango: Armando Moreno, Hugo del Carril, Susana Rinaldi, Raúl Lavié...,

Comenzando la década de los 70, don Leo ideó, organizó y realizó el primer Festival Internacional del Tango, en Medellín, y recolectó dinero para hacer la primera estatua en la ciudad del ‘zorzal criollo’. “Para ese primer Festival, mi papá consiguió fletar un vuelo chárter con la Fuerza Aérea Argentina, y ese avión lo trajo cargado de los mejores artistas de tango en ese momento: Armando Moreno, Hugo del Carril, Susana Rinaldi, Raúl Lavié...”, dice Marcela.
Su mano derecha y empleado de confianza por más de 40 años, Carlos Enrique García, recuerda: “No sabemos que pasó, pero cuando pusieron la primera estatua de Gardel en el pedestal de la 45, en Manrique, se cayó y se partió en pedazos. Era de concreto. A don Leo lo llamaron tarde en la noche y salió corriendo desde su casa, por donde hoy queda el Velódromo, porque esa estatua debía estar lista para la inauguración del Festival. Llegó hacia las 11:00 p. m. y ya la gente del barrio y los curiosos que habían llegado se habían llevado todos los pedacitos para sus casas. Tanto era la admiración por el artista”.

Nace la Casa Gardeliana

A don Leo, asegura Carlos Enrique, le tocó correr para poder tener la estatua –esta vez en aleación de metal, la que hoy se encuentra en la 45–, porque, además del Festival, también se inauguraba la Casa Gardeliana, un sitio de encuentro de los amantes del tango y un lugar para homenajear y recordar al ídolo argentino fallecido en la ciudad.
Imagen del primer piso del salón Versalles, de Medellín.

Imagen del primer piso del salón Versalles, de Medellín.

Foto:Esneyder Gutérrez Cardona

Desde su creación, la Casa Gardeliana funcionó como un centro de espectáculos nocturnos y lugar de encuentro de personalidades de la política, las artes y el espectáculo de Medellín.
Durante la Alcaldía de Alonso Salazar (2008-2011), la compró el Municipio de Medellín y funciona como Museo Casa Gardeliana, bajo la tutela de la Fundación Casa Museo Pedro Nel Gómez.
A don Leo también se le atribuye haber propiciado la primera visita a Colombia del escritor Jorge Luis Borges y un intercambio deportivo que logró transformar la disciplina más popular en Colombia: el fútbol.
Debido a las gestiones de don Leo, por Medellín pasaron grandes figuras del fútbol de Argentina. Tal vez el principal fue el técnico Osvaldo Juan Zubeldía, una figura que al frente del Club Atlético Nacional cambió el fútbol en Medellín. “Él fue compañero del servicio militar de mi papá. Y fue mi papá quien lo trajo y lo llevó de vuelta a Buenos Aires cuando murió”, dice Marcela.
Don Leo, más que el propietario de un negocio, era un hombre con carisma y un buen relacionista público, cuando esa profesión ni siquiera existía, asegura Carlos Enrique. “Desde que llegaban los clientes los saludaba. Si él veía a alguien solo, se acercaba y se hacía amigo suyo, lo invitaba a café y le conversaba. Así se ganó el cariño de la gente”, cuenta el empleado.
La personalidad confiada y simpática de don Leo hizo de Versalles un lugar de encuentro de estudiantes, artistas, escritores, deportistas y poetas
.
“Tuvo buena amistad con los nadaístas y aquí estuvieron personajes como ‘Cochise’ Rodríguez, Julio Arrastía Bricca, Ramón Hoyos, Roberto José Guerrero, Gastón Pezzuti, Franco Armani, Leonardo Favio, Tormenta, Fanny Mikey, Pacheco, Álvaro Uribe, Claudia López y Gustavo Petro”, cuenta Carlos Enrique.

Versalles se está jugando todo -afirma Marcela–. Todos apostamos a que vamos a sobrevivir, hemos tenido épocas buenas, malas, pero mi papá resistió

Además de Gonzalo Arango y Borges, por Versalles pasaron Manuel Mejía Vallejo –de quién dicen escribió allí su novela 'La casa de las dos palmas', y Héctor Abad Faciolince.
Hoy, a pesar de los efectos negativos que la cuarentena ha tenido sobre el sector de restauración y de los negocios que han desaparecido con el tiempo en Junín, Versalles se resiste a claudicar. “Versalles se está jugando todo –afirma Marcela–. Todos apostamos a que vamos a sobrevivir, hemos tenido épocas buenas, malas, pero mi papá resistió”.

Nunca han pensado en irse del centro de la ciudad

En Junín una gran cantidad de negocios han nacido y así mismo han desaparecido. Las viejas salas de cine fueron cerrando cuando surgieron los centros comerciales. Con la peatonalización del pasaje, a finales de los 80, llegaron más locales comerciales, pero también fueron muriendo. Muchas personas les han sugerido a las hijas de don Leo salir del centro e irse a una zona “más comercial”. “El centro –dice Carlos Enrique García– ha sufrido una metamorfosis constante, pero no deja de ser el centro. Así haya centros comerciales, todos los días hay gente. Don Leo decía: Irnos de Junín es perder la esencia. Aquí nos vamos a quedar”.
ORLANDO LEÓN RESTREPO ESCOBAR
EDITOR DE EL TIEMPO
MEDELLÍN
Orlando Restrepo
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